15 de enero de 2025
Comentario destacado
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No se moría. Pasaban los cuarenta días del reposo y otra vez vivita a tierra a revolver, a amontonar, a desamontonar, a desbarajustar, a desparramar, a desorganizar, a patasarribiar, a desordenar lo que entre todos habíamos ordenado en la tregua que nos dio el simún. Inútil todo intento de orden ante tan decidida vocación de caos. El día era muy diferente de la noche. La noche era mía y de misdrugos, y de todo el resto de losnadsats, y de losstarrios burgueses agazapados entre cuatro paredes, absorbiendo losglupos programas mundiales; pero el día era para losstarrios, y en esas horas de luz siempre parecía haber másmilitsos. Tomé el ómnibus en la esquina y viajé al centro, y caminando regresé en dirección a plaza Taylor, y allí estaba la disquería que yo apoyaba con mis valiosas compras, oh hermanos míos. Ostentaba elglupo nombre de MELODíA, pero era unmesto realmentejoroschó, y casi siempre conseguíanscorro las nuevas grabaciones. Entré en el negocio y los únicos clientes eran dos jóvenesptitsas que sorbían helados (y recuerden que estábamos en lo peor del invierno) y revisaban, parecía, los nuevos discos pop -Johnny Burnaway, Stash Kroh, The Mixers,Quédate tranquila un ratocon Id y Ed Molotov- y todo el resto de esacala. Las dosptitsas no tendrían más de diez años, y parecía que también ellas, como yo, habían decidido tomarse la mañana libre de lascolivola. Era evidente que ya se consideraban verdaderasdébochcas crecidas; vaya con el meneo de caderas cuando vieron a vuestro Fiel Narrador, hermanos, y losgrudos acolchados y el rojo desparramado en lasgubas. Fui al mostrador, abordando con la sonrisa cortés de lossubos al viejo Andy que atendía (siempre amable, siempre dispuesto a ayudar, un verdaderojoroschó tipo deveco , aunque calvo y muy muy delgado). Andy me dijo: –Andate a dormir -le dije-, que yo me quedo acompañándolo. Ahí estabas. Sentada frente a mí como si nunca te hubieras movido de la mesa. Pintada como Nefertiti. –Yo que vos dormiría una siestita -dijo Santiago. Estábamos sentados en su cama. Me dio otro mate. -Pero por qué te acordaste de eso. F. Alexander se aferró al borde de la mesa y dijo, apretando lossubos,calosos y todos manchados con el humo de loscancrillos: -Alguien tiene que luchar. Hay que defender las grandes tradiciones libertarias. No soy hombre de partido, pero si veo la infamia procuro destruirla. Los partidos nada significan. La tradición de libertad es lo más importante. La gente común está dispuesta a tolerarlo todo, sí. Es capaz de vender la libertad por un poco de tranquilidad. Por eso debemos aguijonearla,pincharla…-Y aquí, hermanos, elveco aferró un tenedor y descargó dos o trestolchocos sobre la pared, de modo que el tenedor se dobló todo. Después, lo arrojó al suelo. Con voz bondadosa dijo:- Come bien, pobre muchacho, pobre víctima del mundo moderno -y pudevidear bastante claro que lagolová no le funcionaba muy bien-. Come, come. Puedes comerte también mi huevo. -Pero yo dije: ¿Maestro? Es un hijo de puta, un buchón de este gobierno podrido. ¿Lo Veinticinco años tenía Silvio, mi tercer hermano, cuando se mató. ¿Por qué se mató? Hombre, yo no sé, yo no estaba en ese instante, como Zola, leyéndole la cabeza. Yo soy novelista de primera persona, y además andaba afuera, lo más lejos posible de Colombia, de ese cielo que dejé hace siglos, desde que abandoné el paraíso. Se mató porque sí, porque no, porque estaba vivo, sin razón. Nunca más lo volvimos a mencionar, y si ahora se lo nombro yo, doctor, es arrastrado por el «elán» del verbo. Yo aquí tendido en su diván hablando y usted oyendo, cobrándome con taxímetro. Yo soy el quehablo y usted el que cobra: me cobra por oírme curar solo. Oiga pues entonces lo que le voy a contar y cobre: mientras papi en su cuarto agonizaba, la Loca despatarrada en un sillón plegadizo de la biblioteca frente a un televisor veía telenovelas. Contando los cinco años que fueron novios, sesenta vivieron juntos, de los cuales los últimos veinte cuando menos mi padre fue su sirvienta: ni un vaso de agua le llevó doña Loca durante ese mes interminable en que yo lo vi agonizar. –El doctor Brodsky está muy contento contigo. Tuviste una reacción muy positiva. Por supuesto, mañana habrá dos sesiones, por la mañana y por la tarde, y supongo que luego te sentirás un poco decaído. Pero si queremos curarte tenemos que ser duros. –No lo dejen ir. Ahora le enseñaremos cómo se castiga, basura criminal. Agárrenlo. -Y créanme, hermanos, o hagan la otravesche, dos o tres de estosstarrios tembleques, de unos noventa años por cabeza, me aferraron con las viejasrucas temblorosas, y casi me derribó elvono de vejez y enfermedad que despedían estoschelovecos medio muertos, casi me enfermó de veras. Elveco de los cristales estaba ahora sobre mí, y había empezado a acariciarme ellitso conmalencos y débilestolchocos, y yo trataba de apartarme y deitear, pero esasrucasstarrias que me sujetaban eran más fuertes de lo que yo había creído. En eso otrosvecosstarrios vinieron cojeando desde los atriles de lasgasettas para darle lo suyo a Vuestro Humilde Narrador.Crichabanvesches como«Mátenlo, aplástenlo, asesínenlo, rómpanle los dientes» y toda esacala, yvideé bastante claro lo que ocurría. La vejez tenía la oportunidad de cobrárselas a la juventud, eso era lo que ocurría. Pero algunos decían: -Pobre viejo Jack, casi mató al pobre viejo Jack, puerco asesino -y así sucesivamente, como si todo hubiera ocurrido ayer. Supongo que así era para ellos. Ahora una multitud de viejos sucios, agitados yvonosos trataba de alcanzarme con las débilesrucas y las viejas y afiladas garras,crichando y jadeando, y eldrugo de los cristales siempre al frente, tirándome untolchoco tras otro. Y yo no me atrevía a hacer una sola y solitariavesche, oh hermanos míos, porque era mejor recibir golpes que enfermarse y sentir ese horrible dolor; aunque, por supuesto, la violencia de losvecos me hacía sentir como si la náusea estuviese espiando desde la esquina, paravidear si había llegado el momento de salir al descubierto y dominar la situación. –Calificar, calificar -dijo-. Aprobalos. Se alejaron hacia la casa. Vos no hablabas. Mejor me callaba. Doblamos por Ituzaingó, hacia el norte. Sé que era el norte porque tengo un mapa de la ciudad sobre la mesa. Caminamos en silencio una cuadra. En la esquina, doblamos a la izquierda. Vi una pequeña terraza salediza rodeada por una baranda de hierro forjado y, en el centro, un mirador. –¿Te sientes enfermo ahora? -preguntó, siempre con la vieja sonrisadruga en ellitso-. Estás bebiendo té, descansando, charlando tranquilamente con un amigo… ¿no es cierto que te sientes bien? –Ponga en fila a esos hombres con sus martillos, a las mujeres con sus cazuelas, a los presidiarios con sus herramientas, a los enfermos con sus camas, a los niños con sus cuadernos, haga una fila que pueda dar varias veces vuelta al planeta, imagínese usted recorriéndola, inspeccionándola;y llega al final de la fila preguntándose: ¿Se puede saber qué sentido tiene la vida? –Un momento: no cortés. Podríamos volver a empezar, como si nada hubiera pasado..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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