15 de enero de 2025
Comentario destacado
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O sea que me estoy volviendo loco. –Será tu propia tortura -dijo con aire serio-. Quiera Dios que te torture hasta volverte loco. Afuera nieva y los copitos blancos van cayendo con suavidad callada sobre la calle lúgubre del West Side donde vivimos Darío y yo. Los moradores del Admiral Jet, negros y puertorriqueños que el Social Security alcahuetea y que el Partido Demócrata solivianta, se instalan en las noches en el porche a fumar y a beber cerveza (más tarde adentro, en la abyección de sus covachas,se inyectan heroína). Cuando subo del sótano a la acera la nieve los está echando y los hace entrar. –Por puerco -dijo sonriente Verónica-. Te sacaste un año por puerco, para hacerme sentir mayor. Decí que. no. –Oh, me gustará ser bueno, señor -contesté, pero por dentro, hermanos,smecaba realmentejoroschó. Dijo elchaplino: –Me parece bien que no estén de acuerdo. Lo que no veo es para qué me lo dicen. –Que está haciendo acá -preguntó la mujer, alarmada al principio, pero luego, al ver su aspecto de infinita diversión, contagiada también por su risa-. ¿De qué se ríe? LA REALIDAD DEL INFIERNO Ante el asombro unánime, la expectativa general, me acerqué a darles el pésame. "¿Quién sería ese señor de negro con esa pinta, con ese porte, con esa dignidad?" se preguntaban todos. Yo. Yo era. Y el que dice "yo" habló: "Somos nada, señoritas, briznas en el huracán, pavesas, un espartillo en las manos del Creador -(un "espartillo" es una especie de yerba seca)-. Que El que Todo lo Puede lo haya acogido en su seno". Me agradecieron con dignidad sobria, sin aspavientos, sin alharacas. Entonces les pedí, en nombre de la amistad que me había ligado en vida al difunto, y del cariño que por él sentí(mentiras, mentiras, mentiras), que me lo dejaran ver por última vez. La historia sólo yo la sé y nadie más en este mundo. Regresábamos a la iglesia del Sufragio, nuestro punto de partida, manejando el cabrón chofer a toda verraca nuestra carroza cuando ¡pum!, que se enreda en un cable de la luz la estatua, se suelta de su base, y pasando por sobre mi cabeza, rozándome, a punto de matarme, va a dar en vuelo libre contra el pavimento de la calle a romperse la suya. Quedó el santo hecho un lamento, un Nazareno, desastillado, descabezado, como para sacarlo del santoral (porque santo que no es capaz de protegerse a sí mismo ¡qué nos va a proteger a nosotros!). –Te cuento o no te cuento -dijo Verónica. Vos te reíste. Después llevé a Wílmar a conocer la iglesia salesiana del Sufragio donde me bautizaron, y salvo el bautisterio todo estaba igual, sin cambios. El bautisterio, no sé por qué, lo habían eliminado, sellado con un muro de cemento ciego. Mejor. Cuando uno se arrimaba ahí soplaba un chiflón de eternidad, un como vientecito frío, siniestro. Luego le fui explicando a Wílmar, que era un ignorante en religión, los pasajes del Viejo y del Nuevo Testamento que estaban escenificados en el techo. Y bajando la mirada: "¿Ves ese santo que se sonríe ahí, con sonrisita de falsía atroz? Ése es Juan Bosco, corruptor de menores. Yo me le conozco su trayectoria". Y le conté cómo instalaron la estatua actual en reemplazo de la vieja, que se descabezó cuando volvíamos de una procesión en carroza. Una tarde, Enzo Maestro llamó a la puerta de vidrio que ahora establecía una frontera entre la redacción y el escritorio de Reina. Ella estudiaba las fotos de la gran mezquita de la Roca en Jerusalén, publicadas por la revista National Geographic, y se había detenido en dos inscripciones desafiantes, tomadas del Corán, que eran una carta de batalla contra el cristianismo: Alabado sea Dios, que no concibió hijo alguno y tampoco tiene igual; Allah es Dios, el Eterno: no fue engendrado ni tiene par. –Días? Yo no hablaría en esos términos. Lo importante ahora es ver cómo evoluciona la infección. –Quiero decir -dije- que no conozco la ciudad ni tengo la menor idea de donde queda tu casa ni pienso averiguar tu número de teléfono, y es probable que nunca vaya al Cerro. Eso es lo que me pasa. Quería caminar, hablar con vos, no irme mañana, tal vez meterte en una cama y cantarte un ariade Puccini,Che gélida manina.en búlgaro. Por cuanto a nuestro taxista se refiere, siguió el mismo camino del conductor de carretas, en caída libre rumbo a la eternidad como quien baja sin frenos por la pendiente de Robledo. Le aplicamos su marquita frontal visto que nos quedó conociendo. Son los riesgos de su oficio, y de oír cuando no hay que oír y de ver cuando no hay que ver en una ciudad tan violenta. Taxistas inocentes, por lo demás, no los conozco. Yo estaba aturdido, oh hermanos míos, y no podíavidear muy claro, pero me parecía que había conocido antes en algúnmesto a estosmilitsos. El que me sostenía, diciendo: -Vamos, vamos, vamos- en la puerta principal de labiblio pública, era unlitso nuevo, aunque parecía muy joven para estar con losmilitsos. Pero los otros dos tenían unas espaldas que yo habíavideado antes, estaba seguro. Repartían golpes a loschelovecosstarrios y lo hacían con mucho placer y alegría, y losmalencos látigos silbaban, y lasgolosascrichaban: -Vamos, muchachos desobedientes. Esto les enseñará a no provocar desórdenes perturbando la paz del Estado, individuos perversos-. Así empujaron de regreso a la sala de lectura a losstarrios vengadores, jadeantes, gimientes y casi moribundos; luego se volvieron,smecando todavía, luego de tanta diversión, y mevidearon. El mayor de los dos exclamó:.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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