15 de enero de 2025
Comentario destacado
Writing paper and envelopes
–Léame los resultados del examen de salud. la abeja reina de todos los vicios y pecados., Los quince días siguientes transcurrieron en silencio, en un ir y venir compungido de hijos, de nueras, de yernos y de nietos. Unos llegaban, otros salían: Aníbal, Manuel y Gloría con sus familias; Darío que había venido de Bogotá; Marta que había venido de Cali; Carlos que había venido de las montañas dándole una tregua a su amor; y yo que había venido de este país donde vivo, el de la mente impenetrable y las intenciones abstrusas. Ah, pero se me olvidaba en este recuento apurado de la gran familia lo más importante, sus dos pilares sin los cuales se derrumbaría la casa: la Loca y su engendro del Gran Güevón que de día en día, mientras papi se moría, se iba apoderando de ella: de un cuarto, del otro, del otro, del piso, del techo, del piano, del televisor, profanando con sus pies enormes y su mente obtusa, patas de cabra, hasta la sagrada voluntad de los muertos. El hada madrina de las niñas opulentas pintadas por Rubens, la gorda Elena Austin, no está dispuesta a aceptar así no más un siglo asesino, un último milenio de incertidumbre en los kindergarten, radioactividad y espanto. Espósito la mira casi con ternura. La Austin y la señorita Etelvina son los únicos seres fuerade lugar en aquella casa. La Cavarozzi por sus alitas y la gorda por su gordura. Es gorda y está realmente preocupada por el destino de la humanidad. Cómo reprimir la tentación de agarrar un buen pedazo de esos cachetes. –En qué pensás. –Tal vez haya una hija, ¿no? –Qué será del Pájaro? No quiero explicarles, oh hermanos, qué otras horriblesvesches me obligaron avidear esa tarde. Las mentes de este doctor Brodsky y el doctor Branom y los otros de chaquetas blancas, y recuerden que estaba estadébochca manejando las llaves y mirando los medidores, deben haber sido máscalosas y sucias que cualquierprestúpnico de la propiastaja. Porque no me parece posible que a unveco se le ocurriese siquiera hacer películas con lo que me obligaban avidear, atado al sillón y losglasos abiertos a la fuerza. Loúnico que yo podía hacer eracrichar muygronco que pararan, que pararan, y así en parte ahogaba el ruido de los quedratsaban y peleaban, y también de la música que acompañaba todo. Ya se imaginan qué alivio fue cuando vi la última película y este doctor Brodsky dijo, con unagolosa aburrida y somnolienta: -Creo que es suficiente para el Día Uno, ¿no le parece, Branom? -Y se encendieron las luces, y lagolová me palpitaba como un motorbolche y grande que fabrica dolores, y tenía larota toda seca ycalosa, y la sensación de que podía vomitar hasta el último pedazo depischa que había comido, oh hermanos míos, desde el día que me destetaron.- Muy bien -dijo este doctor Brodsky-, pueden llevarlo a la cama. -Me dio unos golpecitos en el plecho y dijo: -Bien, bien. Un comienzo muy promisorio -sonriendo con todo ellitso, y se alejó seguido por el doctor Branom; pero antes de irse el doctor Branom me echó una sonrisa muydruga y simpática, como si él no tuviese nada que ver con estavesche, y lo hiciese obligado como yo. Mitchum, escribía Reina, trató de ilustrar esa idea al exhibir, en una prodigiosa escena deLa noche del cazador, las falanges de sus manos tatuadas con las palabras Love y Hate, Amor y Odio, entrecruzándolas para explicar las batallas eternas entre el Bien y el Mal. Camargo sabía que el dato era falso: los gnósticos habían inspirado no a Mitchum -hombre de lecturas precarias-, sino a Charles Laughton, el director del film. De todos modos, la digresión era inoportuna y de ningún modo iba apublicarla. A Camargo le daba lo mismo que Jesús hubiera tenido un gemelo o una hermana melliza, o tres. Ya nadie podría cambiar la dirección en que se había movido la historia de la especie humana. Y además, en plena guerra con el presidente, no era momento para abrir otro frente de conflictoirritando a los obispos de la Iglesia, que llamarían blasfemia a lo que era sólo una cándida provocación. Cruzamos el parque y al pasar junto a la estatua se alzó un revuelo de palomas que me avivó el recuerdo. Y recordé la tarde en que volví a esta iglesia a rogar por mí y a llorar por él, por mi niño, Alexis, el único. Siglo XVIII La Razón. Eran más de las diez cuando Camargo la llamó desde Los Toldos. Su chofer no sabía dónde estaban. «Hemos parado frente a una farmacia», dijo. «Al cartel de la entrada le faltan letras. A ver. Creo que se llama Santísimo Socorro. Preguntale al casero si sabe cómo salir de acá.» «Santísimo Socorro, la farmacia», repitió ella. El casero la interrumpió: «Se han ido para otro lado. Están con las direcciones enredadas. Dígale que no se muevan. Que me esperen». Y hablabas todavía de las inundaciones, del puente viejo, de las historias de mamama Albertina, cuando sentí en la punta de los dedos la rigidez de tu cuerpo, y aparté instintivamente la mano. Y abriéndose la camisa me mostró Darío la cicatriz del cuchillazo. Tiene la cara bañada en lágrimas pero qué importa: el temple, la fuente del fuego, nada de eso ha sido tocado por la desdicha. Toma el teléfono y, ahora sí, siente que empieza el día. Llamará al jefe de redacción de El Heraldo y al director del semanario Época. Alguna vez le han dicho que, cuando ella lo desee, le tenderán una alfombra dorada y le abrirán el paso para que escriba lo que quiera. –No es para tanto -me oí decir mientras la bestia se alejaba con la cola entre las patas y yo me insultaba interiormente por lo que ibas a escuchar de inmediato. Ya no había fuerza en el mundo capaz de impedir que lo dijera-. No hacía falta este tipo de colaboración. –Como no sea la que está instalada arriba y que nunca baja, en esta casa, Darío, no hay más vaca. –¿Germán se llama? -gritás ahora. La garganta se te ha secado. La sangre te sube a la cabeza como una lava..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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