15 de enero de 2025
Comentario destacado
Writing a scientific research paper
¡Qué hermosa voz! Creen los tanatólogos que ellos son los dueños y señores de la muerte porque tienen empleo con el gobierno en sus "consejerías para la paz", mientras que este su servidor no tiene "destino". Jua! La muerte es mía, pendejos, es mi amor que me acompaña a todas partes. Hoy no suenan las sambas, el engendro barbudo anda en otras cosas.¡Y pensar que fui yo el que le escogió el nombre cuando nació, el más español, el más rotundo, el más hermoso, avasallador como «La Fuerza del Sino» de mi viejo amigo y contertulio de café el Duque de Rivas! ¡Cómo no le puse Cristoloco en homenaje al rabioso que expulsó a fuete a los mercaderes del templo, al atrabiliario que pagaba igual a los que llegaban a trabajar temprano que a los que llegaban tarde, y sobre todo al imbécil que volviendo la otra mejilla abolió de un sopapo la ley del talión e instauró la impunidad sobre la faz de la tierra! Cristoloco Rendón Rendón escomo ha debido llamarse. Ahora tenía justamente la misma edad del Nazareno cuando éste se desató a decir y hacer pendejadas y su misma barba negra, espesa, estúpida, barba de hippie. Le había dado una tregua a las sambas y estaba conectado por el culo en silencio al Internet, del que Darío meempezó a hablar, a propósito, primores. Que le habían mandado sus amigos de Bogotá, cuando se enteraron de que estaba en Medellín tan enfermo, un compact disc por el Internet o sideroespacio. ¿Un compact disc? O yo no estaba enterado de los últimos adelantos de la ciencia, o el sida le estaba perturbando a Darío el juicio. –Sos cruel -le replica Maestro-. Nos ha dejado plantados, es verdad. Pero ya nos dio lo que tenía que dar. Hay gente para la cual la profesión está después de las felicidades de la vida. –Una persona me está esperando en Rió, doctor. Ha viajado miles de kilómetros para verme. –Déjenmelo, salgan, déjenmelo ahora, hermanos. -Y el Judío Gordo contestó: –No quiero meterme, pero ¿ha pasado algo entre ustedes dos? Yo hasta pensé que en algún momento se iban a casar. –¿Y usted qué hizo? En silencio, salieron del planetario y cruzaron un sector del parque que Espósito no recordaba haber visto. Robles y araucarias, un rosedal. La silueta de una fuente en la que había un ángel. Tenía una inscripción, imposible de leer en esa oscuridad; no hacía falta leerla para saber qué decía. Y ahora está sentado junto a Graciela Oribe. Ella habla, Esteban apenasla escucha. No puede dejar de mirar una lámina de Uccello enmarcada en la pared. Nada de esto puede ser, piensa. Hace años que ya no estoy en esta casa. Y he ahí una diferencia fundamental entre él y yo. Que yo tenía vagos remordimientos de conciencia y él ninguno. ¡Como no tenía conciencia! Simplemente no se pueden tener remordimientos de conciencia cuando no hay conciencia. Se necesita materia agente. Contado de esa manera, el crimen parece uno de tantos. No lo es. Pimenta Neves era uno de los periodistas más poderosos de Brasil. De modales cautos, formales, reflexivos, nadie habría dicho que era capaz de una pasión violenta. –Él no tiene nada que ver. Te lo juro. –Hubo un tiempo en que no necesitabas hacer esa pregunta. Soy yo, el de siempre. –La teja de tu cabeza, irresponsable, cabrón, que la tenés corrida. –Pirañas colombianas, las más fieras, que importábamos a los Estados Unidos de la Amazonia. Colombia produce las pirañas más bravas del mundo: se ven y se matan unas con otras como la población. En pirañas, Darío, no hay quien nos gane, ni siquiera el Brasil. Y decile a esa piraña güevona que apague esas sambas. Las puestas de sol en ese balneario chileno, que gozan de justa fama, alcanzan su máximo esplendor en la pequeña bahía que se abre justo frente a la casa amarilla. Gente de Santiago y Valparaíso acude los fines de semana a contemplar ese portento, que Brenda y yo teníamos a nuestro alcance en el balcón de la casa. No recuerdo por qué decidimos bajar a la orilla del mar el domingo 23 de febrero de 2003, cuando más infernal era la romería de visitantes. Nuestra hija Diana se había marchado a Buenos Aires, los dos nos sentíamos solos y melancólicos y, aun sin decirlo, estábamos sedientos de compañía En la playa corría un aire cálido y transparente. Los turistas, con pañuelos atados a la cabeza y cestas de picnic, se habían tendido entre las rocas inmóviles coma lagartos. El graznido de las gaviotas desentonaba con la calma sin fin. A eso de las seis y media, cuando el sol iniciaba su caída, un avión pasó frente a nosotros a una velocidad tan inverosímil que el rugido de las turbinas nos llegó cuando ya se había perdido de vista. Al cabo de un rato volvió, y era como si flotara. Volaba a trescientos o cuatrocientos metros sobre el mar y cortaba el globo del sol con perfectas líneas horizontales. Era un Cessna Citation para cuatro pasajeros, pero luego se supo que la única persona a bordo era el piloto enloquecido. Yésa fue una de las sorpresas que recibió Laureano, fuera de que lo degollaran, según me había explicado Verónica un rato antes en el parque, porque de esa berlina acababa de bajar, como ataviada para un baile, Aasta Solbaken, la mujer del abuelo. "Qué hace acá y dónde quedó el chico", parece que preguntó él, sin tutearla. "Yo he venido a verlo a usted, y nuestro hijo está con mi familia, en Salta", dijo Aasta. Tenía un levísimo acento escandinavo, poco más de veinte años, el pelo muy claro y unos cuantos centímetros más que el abuelo. Él se apartó unos pasos y la miró un momento. "Bueno", dijo por fin, "ya me ha visto; ahora va a tener que volverse". Después reunió veinte hombres, les ordenó que cargaran patacones y plata, volvieran a subir a la berlina el arcón de la muchacha y llevaran todo a Salta. "Por lo que putas pudiese", murmuró. "Vos", le dijo a uno, "te afeitas al llegar y me le das un beso al muchacho. Y usted m'hija", le dijo a ella con el tratamiento de los grandes momentos y sin mirarla, "usted mueva otra vez en el carrito y se me vuelve a Salta con esa gente." Ella se rio, delante de todos. "Qué está diciendo", dijo. El abuelo se agachó sobre una mesa de campaña, como para verificar un mapa. "Vea, santita", murmuró en tono neutro, como si no hablara, "hace unos cuantos años que usted vino de su tierra, ya conoce bien el idioma del país. No le es tan difícil entender lo que estoy diciendo, pues". Ella dijo que entendía. "Pero que ésos bajen otra vez el baúl, porque lo que es yo, señor, me quedo." También la Delfina presenciaba las batallas de Ramírez, dijo Lalo, sólo que la Delfina era portuguesa y murió en su cama. El pelo se le ha caído hacia uno de los lados de la cara. Los labios se abren y dejan ver, pálidas, las encías. La nuca queda al descubierto y distinguís el lunar que has besado tantas veces, latiendo suavemente. Pero ella ya no es ella: es un error que se ha desprendido de tu cuerpo. –Para qué tomas esas porquerías -dijo Graciela. –Que vos reducís todo a una cuestión estética -dijo irónicamente Bastían..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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