15 de enero de 2025
Comentario destacado
Why marijuana should be legal essay
Por unos segundos se me detuvo el corazón. Cuando volvió a andar ya sabía que tenía que matarlo. Claro que era, claro que sí, claro que lo conocía, eso lo sentí desde el primer momento en que nos tropezamos por Palacé, allí abajo, cerquita de Maracaibo. ¿Que por qué lo llamaban así, con ese apodo tan absurdo? le pregunté por preguntar, por decir algo, por seguir hablando sin pensar, y me contestó que porque se parecía al muchacho de esa película. "Ah… -repliqué-. Nunca la vi. Hace años no voy a cine". Entonces salió el otro con los pasteles y me despedí de La Plaga. Sin marihuana ni aguardiente era dócil, adorable, como una ramita de palma un Domingo de Ramos. Sólo que sin marihuana y aguardiente no era él, era otro: su Ángel de la Guarda, efímero, volátil, pasajero. Andaba por las selvas del Amazonas o los campos de la Sabana hinchado de humo, todo ventiado, y con una botellita de aguardiente atrás, una media, en el bolsillo trasero, en tanto en una mochila llevaba más, de reserva, por si la de atrás se le evaporaba. Compraba medias por optimismo, para no irse a enviciar con el número entero. De medía en medía se las iba tomando todas su Ángel de la Guarda, y donde empezamos con un doctor Jeckyll acabamos con un mister Hyde. –Bueno, digo, por decir. Por este complejo de culpa que mantengo desde que aterricé en este mundo. Porque no hay inocentes, Darío, porque todos somos culpables. Cuando me iba algo le cayó de arriba a Sam y se encendió el loco. El loco, el monocorde, el energúmeno, el malgeniado, el maniático, el monotemático. Y como se pone un perro rabioso a ladrar se puso a triturar. ¡Más bolsitas, por Dios, qué pesadilla! –Después. Hizo un gesto, como para quitarle trascendencia al verbo soñar. Le sorprende, al cortar, que dentro de ella sólo haya vacío y cansancio: una planicie sin fin más allá de la cual se termina el mundo. Tiene el espíritu exhausto: eso que los mesías gemelos llamaban espíritu quizás ha llegado al límite, al precipicio donde todas las formas y todas las experiencias se niegan y se afirman. Dos negaciones bastan para construir una afirmación, escribió Nietzsche. Y tres negaciones, ¿qué construyen? ¿Qué fuerza puede derivar de un ser que ha sido violado, expulsado del trabajo y expulsado del amor en d viento de unas pocas horas? –Una selva, si, de esas planticas verdes, impúdicas, de hojitas dentadas, lanceoladas. ¿Pero por qué habría de venir la policía a buscarnos? El asesino lo apagó. La forma de mi pregunta no sólo era ilógica, sino agresiva. El hombre me miró con timidez, como si se disculpara. Dijo: Un sacapuntas, sobre la mesa. Es dorado y tiene la forma de una diminuta copa de trofeo; la palabra victory aparece calada en la base. No me cuesta mucho imaginar que también a Santiago le gustaban estas chucherías. Sobre la pared, clavado con una chinche en el borde de una repisa, un detalle de El Jardín de las Delicias, recortado de una revista barata. También me acuerdo de nuestro último diálogo, a través de su puerta. Eran las diez de la noche y yo salía para el Cerro de las Rosas. –¿Y qué tengo que ver con todo eso, señor? -pregunté. –No existe. Y si no, mira en torno, por todas partes el dolor, el horror, el hombre y los animales matándose unos a otros. ¡Qué va a existir ese asqueroso! –Perfecto, perfecto, ¿eh? Este muchacho puede ser un instrumento perfecto, ¿eh? Hasta convendría que pareciera todavía más enfermo y estúpido que ahora. Cualquier cosa por la causa. Seguramente se nos ocurrirá algo. Pero estoy anticipando, rompiendo el orden cronológico e introduciendo el desorden. ¡Cuánta agua de alcantarilla no arrastró el río antes de mi subida a las comunas! En tanto, por lo pronto, suelo divisarlas desde mis terrazas con Alexis a mi lado. Mi corazón a mi lado. Esas de allá, niño, rumbo al mar, hacia el norte, son la nororiental y la noroccidental, las más violentas, las más famosas: enfrentadas en opuestas montañas viéndose, calculándose, rebotándose sus odios. Corrígeme si me equivoco. Ahora no podía dejar de mirar a la mujer ya no sólo porque deseaba que sobreviviera -si no sobrevivía, el castigo que le había infligido no serviría de nada-, sino porque la mujer y su atención se habían fundido hasta el punto que era difícil distinguir la una de lo otro: entre ambos se tendía un cordón umbilical del que tal vez dependiera toda la realidad. Si dejaba de mirarla, no sólo ella quedaría fuera del orden de las cosas, sino también lo que estaba alrededor y a lo mejor él mismo. Todo lo que se pierde en la vida es porque uno quiere perderlo o porque las cosas quieren perderse y separarse de uno. Para consolarnos, se nos ha enseñado que las pérdidas son involuntarias, pero nunca lo son. Buscamos en la realidad lo que ya se ha retirado de ella, pensó Camargo, y también buscamos lo que nunca podría estar. Sus ojos eran abejas obreras que, para seguir viviendo, debían alimentar sin detenerse a la reina de la colmena. La mujer regresó al diario el martes al mediodía, con una luz en la expresión que no reconocías, el sol recóndito de alguna felicidad perversa: entonces empezaste a comprender que algún intruso la ensuciaba, que ella rendía su cuerpo a un desconocido tal vez joven y sin duda podrido por venéreas, ladillasy otras enfermedades de la arrogancia. Querías saber qué había pasado, ah, cómo la sospecha y la incertidumbre te enloquecían, Camargo, cuántos residuos de la memoria de tu madre se habían instalado en la mujer y te acosaban, abriéndote de nuevo las llagas del abandono. No quedas que ella advirtiera tu desconfianza. Le preguntaste, como si nada hubiera pasado: –Nadie lo sabe. ¿Cómo lo sabés vos? Camargo ordenó a los editores que olvidaran las fotos. No quería golpes bajos que deslucieran la inesperada historia del depósito bancario. Tres cronistas salieron volando a confirmar lo que Pimenta Neves les había dicho. Y aunque era improbable que el presidente replicara en persona, sus voceros no podrían quedarse callados. Cuando las imágenes empezaron a llegar desde Brasil, Camargo advirtió que la información sería irrefutable: estaban no sólo el cheque del depósito con la firma infantil de Juan Manuel Facundo, el estado de la cuenta, la boleta con la orden de transferencia al Uruguay y laselocuentes imágenes de la orgía, sino también varias poses del chico, captadas por las cámaras del banco, mientras hacía las transacciones en la oficina del gerente. Enzo Maestro llamaría de un momento a otro para detener ese aluvión. Va a izar la bandera blanca antes de las seis, pronosticó Camargo..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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