15 de enero de 2025
Comentario destacado
What should be in a cover letter
La marihuana, como dije, le devolvía el apetito, pero cada vez menos y menos. Y un día, cuando las cosas no podían estar peor y la diarrea le había vuelto porque la sulfaguanidina había fracasado (¡cómo no iba a fracasar con la sal que nos echaron los médicos!), me salió con que dejaba la marihuana, con que ya no volveríaa fumar más. Reina señaló la carpeta. TERCERA PARTE. RITO DE PASAJE La paseó por las calles de Steglitz, cerca de Berlin, donde Franz Kafka vivió los meses más felices de su vida junto a Dora Diamant, poco antes de morir. «He terminado la obra y me parece bien lograda», recitaba Camargo en alemán, repitiendo las primeras líneas del cuento que Kafka había escrito en el 2526 de la calle Heide, sobre una mesa junto a la estufa, bajo una lámpara de petróleo que arde maravillosamente. Kafka imaginaba que, al llegar a Berlin -eso era en setiembre de 1923-, se alejaba de idas fuerzas demoníacas)), cuando, en verdad, su movimiento era inverso: los demonios -o «el enemigas, como lo llamaba él-le habían tendido un cerco de galerías subterráneas y allí, en Berlin, se le acercaban, dibujando, ellos también, un laberinto gemelo al de su vida, coma se narra en ese penúltimo cuento, «La construcción»,. La mujer lo ola extasiada y luego, en los trenes enque recorrían Europa de un extremo a otro, leía los otros relatos que Kafka había esbozado antes del final, mientras Camargo recitaba en alemán, de memoria, el comienzo y el fin de «Josefina la cantante», que era el último y el más conmovedor de todos. –Sí, sí, sí, llámelos, protéjame de estos viejos locos. -Observé que elveco empleado no tenía muchas ganas de meterse en ladratsada ni de salvarme de la rabia y la locura de esosvecosstarrios; de modo que enderezó para la oficina, o para el lugar donde estaba el teléfono. Ahora los viejos jadeaban mucho, y me pareció que si les daba un empujón se irían al suelo, pero me dejé sujetar, muy paciente, por todas esasrucasstarrias, cerrando losglasos y sintiendo los débilestolchocos en ellitso, yslusando también las viejasgolosas jadeantes y agitadas quecrichaban: -Puerco joven, asesino, matón, bandido, liquídenlo. -En eso recibí untolchoco realmente doloroso en la nariz, así que me dije al diablo al diablo, abrí losglasos y empecé a pelear para librarme, lo que no fue difícil, hermanos, y me fui corriendo ycrichando a la especie de vestíbulo que estaba fuera de la sala de lectura. Pero losstarrios vengadores vinieron detrás, jadeando como moribundos, alzando las garras animales que trataban de clavarse en Vuestro Amigo y Humilde Narrador. Allí tropecé y caí al suelo, y me patearon otra vez, y entoncesslusé lasgolosas de unosvecos jóvenes quecrichaban: -Está bien, está bien, basta ya -y comprendí que había llegado la policía. –¿Y cómo está el nuevo hijo, Joe? Bien, sanito y próspero, espero y deseo. -Mi ma dijo: PRIMERA PARTE –Acabemos de una vez -dice-. ¿Qué más querés saber, si va sabes todo? –¿Cómo? -dijo Cantilo. Jugamos un rato fuera del centro, asustando a viejosvecos ychinas que cruzaban las calles, zigzagueando detrás de gatos y todo eso. Luego enfilamos por el camino hacia el oeste. No había mucho tránsito, de modo que continué dándole a la viejanoga casi hasta el piso, y el Durango 95 se tragaba el camino como espaguetis. Poco después corríamos entre árboles de invierno y sombras, hermanos míos, todo estaba oscuro, y en un lugar los faros alumbraron algo grande con unarota que gruñía y mostraba los dientes, y luego gritó y reventó bajo el auto, y el viejo Lerdo en el asiento trasero casi se orina de risa. «Jo, jo, jo.» Luego vimos a un jovenmálchico con unafilosa ,lubilubando bajo unárbol, de modo que paramos y los saludamos a gritos, les dimos a los dos un par detolchocos sin muchas ganas, haciéndolos gritar, y seguimos nuestro camino. Lo que queríamos hacer ahora era la vieja visita de sorpresa. Era la emoción auténtica, buena parasmecar y sentir el latigazo de lo ultraviolento. Bueno, al fin llegamos a una especie de aldea, y justo fuera de la aldea había una casita, separada de las demás, con un poco de jardín. La luna ya estaba bien alta, y pudimosvidear la casita que apareció claramente cuando paré el coche y frené, mientras los otros tres reían comobesuños , y entoncesvideamos que sobre la entrada a la casita se leía HOGAR, un nombre bastanteglupo . Bajé del auto, ordenando a misdrugos que acabaran las risitas y estuviesen serios, y después de abrir lamalenca puerta me acerqué a la entrada de la casa.Clopé suave y discreto y no vino nadie, de modo que insistí y esta vez pudeslusar unos pasos, y que retiraban un cerrojo; la puerta se abrió unos centímetros, y entonces pudevidear unglaso que me miraba, y la puerta estaba asegurada con una cadena. -¿Sí? ¿Quién es? -Era la voz de unafilosa, unadébochca joven por el timbre, de modo que dije con lenguaje muy refinado, lagolosa de un auténtico caballero: Borges escribió algo parecido a eso, Villiers también. Pero su mirada igual es alarmante. Inés tenía un pequeño libro en la mano. Todos junto a la mesita de campaña del fraile Aldao. Verónica me presentó al cazador. Lalo, dijo simplemente. No tomes en serio ni la mitad de lo que dice. Él me pidió disculpas por sentirse mal ante los seres profundos y patéticos que usaba Verónica. Soy nacionalmente frívolo, dijo, y explicó que todos los argentinos éramos frívolos. Frívolos como mariposas. Éramos unas locas. Lo cual, para Lalo, explicaba que nos muriésemos por tener pasado. Como las locas. Tener historia nacional y personal, cualquiera, pero venir de lejos, de la Independencia o si es posible de la Conquista. El pelo se le ha caído hacia uno de los lados de la cara. Los labios se abren y dejan ver, pálidas, las encías. La nuca queda al descubierto y distinguís el lunar que has besado tantas veces, latiendo suavemente. Pero ella ya no es ella: es un error que se ha desprendido de tu cuerpo. –Así que ahora -dije- ustedes quieren que yo vuelva a casa, y que todo quede como antes. –La marihuana, que no lo deja engordar -respondía yo. Te enfurece tener que dar explicaciones. Cuando se trata de Remis, no aceptás que nadie te contradiga. Despídala pero déle tiempo, le repetís. Permítale cometer un par de errores más. Que nos haga juicio. La vamos a tener meses sin cobrar, yendo de un abogado a otro. –Qué -dijiste..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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