15 de enero de 2025
Comentario destacado
What is writing
Después estamos ante una enorme puerta en arco y vos buscas las llaves en la cartera. –¿Cuántos días de vida supone que le que dan? ANTHONY BURGESS Y lo mismo y con aproximadas palabras se preguntaban en mi casa: –¿Por qué me tratas así? Jamás te hice mal, hermano. –¿Es así? ¿Habla por hablar? -dijo Reina. –¿Cómo se te ocurre, Brenda? Es un viaje de veinte horas. Chicago, Traverse City. Ahora no puedo dejar el diario. En la cama las mujeres embellecen. Este fenómeno siempre me ha asombrado. O mejor: me da miedo. El vago y antiguo horror al vampirismo. Verónica, desnuda en esa cama, daba qué pensar. Frágil, pensé. Se vuelven frágiles. Como una botella de nitroglicerina hecha de cristal delgadísimo. En cuanto a su desnudez, sucedió; hay cosas que ocurren como cuando uno dice que amanece o que llueve. Que yo sepa, nunca desnudé a una mujer ni tengo la menor idea de cómo se hace una cosa semejante. Sé que es un acto más bien prodigioso. Ningún varón está preparado para eso. Cualquier brutalidad (el mecanismo de un cierre relámpago que se traba, un broche que no se encuentra o se pasa por alto) puede precipitar a los ángeles del cielo en el chiquero del fondo. Forcejeos inútiles o botones que saltan: herejías. El sexto mandamiento las execra. Y por eso el verbo fornicar suena como suena. Salomón, que tenía setecientas esposas legítimas y trescientas concubinas, conversaba con Dios de estas materias. En tal sentido, Verónica era bíblica, sus gestos, el modo casual de anular un ganchito o un bretel dando sin embargo la impresión nada repulsiva de que era yo quien lo hacía, estaban en el límite exacto entre un callejón nocturno del Dock Sur y laEstética de Hegel. Si esta página hubiera sido escrita hace cien años, ahora se leería: ¡Ah, dulce, gentil e irrepetible Verónica…! Pero nos tocó el innoble y cambalachero siglo XX, y lo que va a leerse es que, gracias a Dios, Verónica no simuló en ningún momento nada parecido a ese payasal y putanesco Amor Súbitocon que ciertas argentinas estragadas de literatura nacional, ilusionadísimas por las revolcativas escenas de pasión bajo incineradores de basura, las convulsiones epilépticas y los aullidos que sueñan nuestros novelistas, acometen al educado hombre que acaba de saludarlas y lo voltean sobre laalfombra, como si creyeran que el amor físico y la lucha grecorromana suponen la misma sensibilidad. Como si creyeran que rodar por las dependencias, gritar amor mío o querido ó ¡más!, caerse del colchón y, jadeando como focas, morder, son afrodisíacos infalibles. Sistema, en mi opinión, capaz de petrificarle los riñones a un turco, y del que no sólo tiene la culpa la novela valiente, ejercida en general por novelistas tímidos, sino también y sobre todo el psicoanálisis. Sí señor. El psicoanálisis tiene la culpa. Ha inventado una calamidad irreparable: el circo romano de dos plazas. Hace charlar a las mujeres de sus órganos de reproducción y de los nuestros, con natural elegancia, a la hora del té, pero a la hora de irse a la cama tratarlos babilónicamente. Liberación, se llama. Les ataca de golpe. Al segundo de haber transpuesto el umbral del dormitorio. Como si enel tiempo que va de entrar en una habitación con un ser humano, quizá desconocido, a echarle llave a la puerta, se desatara en sus almas una bestia apocalíptica y fornicadora. Una cruza entre la Bella Otero, chancho y Anita Freud. No se debe descartar tampoco la responsabilidad del cinematógrafo. Él y ella, en contrapicado, dando vueltas carnero por el piso, resollantes, derribando salvajemente los muebles como dos lacedemonios dopados con hachís, son, para nuestras estudiantes de humanidades, clTristán e Isoldadel siglo atómico. Estrago incalculable, si se considera que el pudor comunal obliga a los cineastas exhibir sólo una especie de terremoto interruptus, y que la fantasía salvaje de nuestras madres, hermanas, esposas e hijas, biológicamente inclinadas a soñar que el orgasmo es la caída de la casa Usher, agrega a estas vistas no sólo lo que falta sino, en proporción geométrica, conjeturas de fornicación y desenfreno capaces de matar a los cuatro padrillos del Juicio Final. Claro que se acordaba. Darío compartía conmigo todo: los muchachos, los recuerdos. Nadie tuvo en la cabeza tantos recuerdos compartidos conmigo como él. Lo que sigue, dijo Lalo, es una total carnicería. –Por qué no estabas. No quiero explicarles, oh hermanos, qué otras horriblesvesches me obligaron avidear esa tarde. Las mentes de este doctor Brodsky y el doctor Branom y los otros de chaquetas blancas, y recuerden que estaba estadébochca manejando las llaves y mirando los medidores, deben haber sido máscalosas y sucias que cualquierprestúpnico de la propiastaja. Porque no me parece posible que a unveco se le ocurriese siquiera hacer películas con lo que me obligaban avidear, atado al sillón y losglasos abiertos a la fuerza. Loúnico que yo podía hacer eracrichar muygronco que pararan, que pararan, y así en parte ahogaba el ruido de los quedratsaban y peleaban, y también de la música que acompañaba todo. Ya se imaginan qué alivio fue cuando vi la última película y este doctor Brodsky dijo, con unagolosa aburrida y somnolienta: -Creo que es suficiente para el Día Uno, ¿no le parece, Branom? -Y se encendieron las luces, y lagolová me palpitaba como un motorbolche y grande que fabrica dolores, y tenía larota toda seca ycalosa, y la sensación de que podía vomitar hasta el último pedazo depischa que había comido, oh hermanos míos, desde el día que me destetaron.- Muy bien -dijo este doctor Brodsky-, pueden llevarlo a la cama. -Me dio unos golpecitos en el plecho y dijo: -Bien, bien. Un comienzo muy promisorio -sonriendo con todo ellitso, y se alejó seguido por el doctor Branom; pero antes de irse el doctor Branom me echó una sonrisa muydruga y simpática, como si él no tuviese nada que ver con estavesche, y lo hiciese obligado como yo. –Ya no estoy triste. Después de todo lo que Ángela sufrió, el final fue casi un alivio. Pensó que debía de estar muy mal en el fondo, porque vio que la cara se le convertía en una nuez llena de arrugas. Habría seguido demacrándose si él, llevando la mano a la barbilla, no le hubiera devuelto la compostura. El Purgatorio, se dijo Reina. Fui elegida para esto, per lui campare; y no hay otro camino. Se le encogía el corazón. Ángela, Ángela, si fueras mi melliza te salvarías. Inútil resultó la anfotericina. E inútiles el fluconazol, el itraconazol, el trimetoprim sulfametoxazol. Nada le servía a mi hermano. E incluyo en nada a un curita joven que llegó a reconfortarlo una mañana, llovido del cielo como mierda de paloma. Y lo digo por lo que van a ver. Le contaron los epidemiólogos del municipio a mi cuñado Luis Alfonso, y éste a mí, que en infinidad de casas como la nuestra infinidad de enfermos como mi hermano se estaban muriendo de lo mismo, del mal ignominioso que nadie se atrevía a mencionar. Y que en una del barrio de Boston (el mío, ay, donde bajo un cielo incierto nací), un curita joven de alto riesgo infectado se había encerrado a morir cuando se le declaró la enfermedad, arrepentido, avergonzado, escondiéndose del prójimo: una neumonía que agarró por aspirar el excremento de las palomas que venían a arrullarse en las tapias del patio lo remató. Camargo le extiende la mano, seductor, sin medir lo que eso significa para Sicardi. Si se la hubiera dado para que la besara, el jefe de personal lo habría hecho sin vacilar. Pero estrechársela es para él algo inconcebible..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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