15 de enero de 2025
Comentario destacado
Uw madison creative writing
Como sucedía en los domingos del pasado, la mujer regresa de su cabalgata ya muy tarde, a eso de las diez. La acompaña una pareja de viejos rústicos, tan en desarmonía con esa zona impersonal y solemne de la ciudad, que no saben qué actitud tomar después de haber estacionado una destartalada camioneta Ford ante el edificio de Reina. Durante tres a cuatro minutos permanecen en la cabina del vehículo, sin moverse. Tal vez discuten si visitar el departamento de la hija -Camargo no duda del parentesco: el parecido con la mujer es inequívoco- o regresar hacia Adrogué. Cada vez que mencionaba a los padres, Reina eludía entrar en detalles, y ahora Camargo entiende por qué: son idénticos a la hija y, También, demasiado diferentes, como si, al reproducirse, hubiera brotado de ellos una especie que desconocen. El hombre es calvo, de boca pequeña y barbilla pronunciada. La madre tiene los mismos movimientos ondulantes y, cuando se ríe, exhibe las encías con desparpajo. Desde lejos, parecen tener la dentadura estropeada, pero la precisión del telescopio no es tanta como para comprobarlo. De lo que Camargo está seguro es de que Reina se avergüenza de ellos: se la nota dividida entre instarlos a entrar y mostrarles la impersonalidad de su departamento, o dejarlos marcharse porque es demasiado tarde y han pasado todo el día juntos. –Padre -le pregunté entonces, tras de repetirle esta historia, al que había venido a reconfortar a Darío-: ¿no habrá respirado su colega, entre la que aspiró, mierda del espíritu Santo? –¡Hijueputas! -nos decía en el colmo de la desesperación de su rabia. –Bueno, ¿y qué tiene de podrido? -le dije. Me acerqué y tenía los ojos abiertos. No se los pude cerrar por más que quise: volvían a abrírsele como mirando sin mirar, en la eternidad. Me asomé un instante a esos ojos verdes y vi reflejada en ellos, allá en su fondo vacío, la inmensa, la inconmensurable, la sobrecogedora maldad de Dios. –Aquí -dijo Georgie- hay algo que me parece una verdadera porquería. Aquí veo unslovo que empieza con p y otro con c. -Tenía un libro llamadoEl milagro del copo de nieve. Lo que sobresalta a Espósito es la palabra "señor". La oye como si fuera la primera vez en su vida. Y quizá lo es. O acaso se trata del tono, como si el guarda hubiera hablado en un semitono deliberadamente disonante. Tengo la certeza de que el día anterior, o incluso esa misma mañana, ese hombre habría dicho: "Su vuelto, joven". El martes por la mañana, desde su escondite, llamó por teléfono al editor ejecutivo de O Estado y se quejó de que la información sobre el crimen era demasiado favorable a la víctima. «Están tomando partido en contra de mí, y se olvidan de que yo sigo siendo el director de ese diario», dijo. «La cobertura de Folha es mucho mejor que la nuestra. A ver si afinan la puntería.» La última frase no tenía un tono sarcástico porque ya toda forma de humor se había desvanecido en él. Aquella misma tarde escribió una carta de despedida a sus hijas mellizas. Les dijo que había perdido interés en vivir yque su defensa en un proceso largo y penoso era imposible. Luego tomó una dosis excesiva de Lexotanil, algo mas de ciento veinte miligramos, y se tendió en la rama a morir. Lo encontraron a las dos horas y lo rescataron del coma en que estaba sumido. De modo que dije: -Oh, sí, señor. Muchas gracias, señor. Realmente me he portado lo mejor posible. Estoy muy agradecido a todos. –¿Qué día es hoy? -pregunté para conjurarla. –Me gustaría -dije- arrancarle todas las plumas de la cola yslusar cómocricha desesperado. Por ser tan vanidoso. –Ah… -dije dando un paso hacía atrás para apartarme del espejo. Entonces, hermanos, me llevaron a un sitio que no se parecía a lossinys que yo conocía. Es cierto que una pared estaba completamente cubierta con papel plateado, y enfrente tenía agujeros cuadrados para el proyector, y había altavoces de estéreo distribuidos por todo elmesto. Pero sobre la pared de la derecha había un banco con cosas que parecían medidores, y en medio del cuarto, frente a la pantalla, algo parecido a la silla de un dentista, y de allí salía toda clase de alambres, y casi tuve que arrastrarme desde la silla de ruedas al asiento, con la ayuda de otroveco enfermero de chaqueta blanca. Entonces vi que debajo de los agujeros de proyección había como un vidrio opaco, y me pareció que detrás se movían sombras de personas, y que seslusaba a alguien que tosía cashl cashl cashl. Pero en eso pude darme cuenta de que yo estaba de veras muy débil, y pensé que era el cambio de lapischa de la prisión y la nuevapischa, muy alimenticia, y las vitaminas que me habían inyectado. -Bueno -dijo el veco que había empujado la silla de ruedas-, lo dejo ahora. La función empieza apenas llega el doctor Brodsky. Espero que le guste. -Para ser sincero, hermanos, en realidad no me sentía con ganas devidear películas esa tarde. No tenía ganas, y nada más. Hubiera preferido de veras una linda y tranquilaspachca en la cama, linda y tranquila y completamenteodinoco. Estaba muy caído. –¿Qué es esto? ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo se atreven a entrar en mi casa sin permiso? -Todo el tiempo le temblaba lagolosa, y también lasrucas . Le dije: VI Era fatal. Volví a espiarlo de reojo. De perfil, tenía el aire de un halcón cansado. Arruguitas en las sienes. Tres largas rayas como grietas le cruzaban la frente. Me sentí liviano y nítido (pero qué era eso, qué era lo que se avecinaba, eso que se había desencadenado en algún lugar de la ciudad y se avecinaba como una informe mole sombría, por qué esta inquietud y, para decirlo de una vez, este miedo) y quise ser generoso o continuar sintiéndome generoso, porque, de un modo oscuro y difícil de precisar, lo de la desesperación que se cura como la hepatitis había sido un arrebato de alegría o de flor secreta, un homenaje, no del todo humorístico, no sabía por qué ni a quién. Lalo lo mira como si estuviera por dejarlo a merced de la gorda. Guerri agrega que el problema es otro, el problema es que no debería haber misiles soviéticos en Cuba. Lalo dice que es verdad, claro que tampoco debería haber misiles norteamericanos en Turquíay,hablando en general, no debería haber misiles en ninguna parte. Tiene más chance el elefante de un safarí que cualquier hombre en una guerra actual. Espósito suspende por el momento su tercer whisky. Hay algo que no es del todo como debería ser en esa conversación. Guerri no le gusta. No tiene en absoluto aspecto de haber andado a los balazos en el monte. O comiendo pestífero lorito. Lalo tampoco tiene mucha apariencia de matador de leones, pero no cuesta ningún trabajo imaginarlo en el Yukón o en Tanganika, con una tremebunda escopeta. Lord Jim. Hay en Lalo algo de suicida y cierta invulnerable fragilidad. Un tipo capaz de jugar a la ruleta rusa..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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