15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Desde el amanecer del nuevo año la llamabas así, my Queenie, mi reinita, en la lengua privada que habían construido para la intimidad y que abrevaba en un delta de otras lenguas: el arameo de Queenie, tu inglés y tu italiano, su portugués, tu checo. Ella te decía Bitte, que tantos significados corteses tenía en alemán aunque en verdad aludía a las amarguras de tu apellido, bitter. La voz le salía de muy adentro, de unas honduras que ella no había visto ni adivinado. A veces le daban ganas de ponerle la cabeza sobre la falda y acariciarlo. –No sé si me interesa. ¿Y tu marido? -pregunto casi sin darme cuenta, mientras veo que los grupos se disgregan y que ya casi no queda nadie en la casa. –Tal vez lo dije sin pensar. La ve tenderse en la cama y encender un cigarrillo.¿Desde cuándo fuma? Sin duda está llena de vicios secretos. Entreabre un poco las persianas y deja que entre el aire frío de la noche. Los ruidos de la ciudad invaden también el cuarto, ensuciando la música: un cortejo de ómnibus avanza por la avenida Corrientes hacia el Bajo, y desde lejos le llegan las voces excitadas de un televisor. La confusión de sonidos ajenos le permite, extrañamente, oírse a sí mismo: oye los sordos ciegos ojos del deseo abriéndose en lo más hondo de lo que él es. No es por la fuerza de gravedad de la mujer que le estallaba el deseo sino por la inercia de la noche, o por la música, por elallegro final delcuarteto de CésarFranck que está levantando vuelo. Elallegro se encrespa a veces y luego se vuelve melancólico como un paisaje lunar: después de un cráter, la música se despereza en una lenta llanura, hasta que vuelve a despertar. La pieza entera es una sucesión de estremecimientos y de suspiros, y no le parece extravagante que sus modulaciones se parezcan a la última parte deEn busca del tiempo perdido. Proust estaba escribiendoLa prisionera, quinto volumen de esa obra, cuando obligó al cuarteto Poulet, durante toda una noche, a tocar repetidas veces los cuatro movimientos. El ViolaAmable Massis recordaba años después que Proust se metió en la cama apenas llegaron, e hizo que sirvieran a los músicos champán y papas fritas para que conservaran las energías. Las partituras se repartieron sobre los muebles del dormitorio forrado de corcho, en la casa delBoulevardHaussmann, y una o dos veces, durante la ejecución, Proust recogió del suelo algunos papeles ya saturados de escritura para anotar en ellos un par de frases. «¿Podrían tocar el cuarteto entero sólo una vez más?», recuerda Massis que decía Proust con una voz más aguda a medida que avanzaba la noche. Así que volvimos en puntas de pie a la puerta. El Lerdo era nuestromálchico ancho y fuerte, y Pete y Georgie me alzaron hasta losplechosbolches y masculinos del Lerdo. Y mientras tanto, gracias sean dadas a los programas mundiales de laglupa televisión, y sobre todo al temor de losliudos a andar de noche por la calle, en vista de la falta de policía: la calle estaba desierta. De pie sobre losplechos del Lerdo vi que el reborde de piedra aguantaría bien mis botas. Primero apoyé las rodillas, hermanos, y un segundo después me encontraba de pie en el reborde. Como había supuesto, la ventana estaba cerrada, pero le di un golpe con el puño de hueso de labritba y rompí limpiamente el vidrio. Mientras tanto, abajo, misdrugos respiraban afanosos. Metí laruca por el agujero y subí despacio y en silencio la mitad inferior de la ventana. Y así fue, como meterse en la bañera. Y abajo estaban mis ovejas, lasrotas abiertas mirándome, oh hermanos. –Las naranjas no tienen colesterol -decía, y punto, palabra de Dios. –Hay que pensarlo, Alex. No podemos echar a Joe, así de buenas a primeras, ¿no es cierto? Quiero decir que Joe tiene un contrato de trabajo, creo que por dos años, y nosotros llegamos a un arreglo, ¿no es verdad, Joe? Quiero decir, hijo, pensamos que estarías mucho tiempo en la cárcel, y ese cuarto de nada servía. -En ellitso se le veía que estaba un poco avergonzado. Así que me limité a sonreír y medio asentí. Nueve –Cuando salgas de aquí -dijo el min- no tendrás problemas. Nos ocuparemos de todo. Un buen empleo y un buen sueldo. Porque estás ayudándonos. Y, sin saber lo que hacía, volvió a golpearlo como si no pudiera gobernar su mano, que fue y vino. ¿Quién es usted? Ordenó a los redactores de la mesa de noticias que identificaran a la dama protectora y consiguieran su número de teléfono. Era improbable –Lo que ustedes digan, porque me tienen en susrucas. Pero empecemos y terminemos de una vez, hermanos. -La verdad, ahora quería salir de esemesto llamado HOGAR. Estaba empezando a no gustarme ni unmalenquito la mirada de losglasos de F. Alexander. –¿Quién es usted, amigo? ¿Dónde consiguió esa llave? Afuera, antes de que le aplaste la cara. Salga y golpee. Explique qué lo trae, pronto. Era la hora de llegar a la redacción pero prefirió tomar la tarde con calma. Desenchufó el teléfono de su casa-el contestador registraba sólo dos llamadas de la madre preguntándole dónde había ido-, se desvistió, hizo flexiones ante el espejo del dormitorio y se dio un baño caliente, de inmersión, a la máxima temperatura que toleraba su cuerpo. Salió adormilada, envuelta en dos toallas, y al tenderse sobre la cama se quedó dormida. –Salgamos -dijo-. Conversemos afuera. Nunca entendió Darío mi amor por los animales. No tuvo tiempo. Sus múltiples devociones se lo impidieron: muchachos, aguardiente, basuco, marihuana… Una sola de ésas da para una vida, se lo digo yo que de todas he probado y que las he dejado por el amor que digo. Y que quede claro para terminar con este penoso asunto que los demagogos obnubilados tacharán de «racista», que yo a los negros heroinómanos de Nueva York no los odio ni por negros ni por heroinómanos ni por ser de Nueva York, sino por su condición humana. Unos seres así no tienen derecho a existir. O por lo menos no lo tienen a que los siga manteniendo el Social Security mientras nosotros los colombianos, por virtud de Colombia la generosa que nos echó, tengamos que lavar en la susodicha ciudad de mierda los inodoros. Punto y aparte, señorita, y no me le vaya a quitar al párrafo ni una palabra que por la verdad murió Cristo..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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