15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Manuel llama a las doce de la noche a su casa para anunciarle a su mujer Lala (la decimoquinta, con la que tiene dos niños) que está muerto. Y Lala es tan bruta que le cree y llama a Gloría llorando: Tumbado de la tarima el candidato ambicioso, montándose sobre su cadáver subió, después de Barco, la criaturita que hoy tenemos, el lorito gárrulo. Y las encuestas lo favorecen, todos decimos que sí, que sí, que sí. Que lo está haciendo "de lo más de bien", como dicen. –Nada de navajas ahora. No quiero tonterías con los asientos. Acabo de retapizar el coche. -Le calmé esosglupos temores y fuimos al bloque municipal 18A, y las dos audaces y pequeñasptitsas reían y murmuraban. Para abreviar diré que llegamos, oh hermanitos míos, y las llevé hasta el 10-8, y mientras subían la escalera jadeaban ysmecaban , y una vez allí dijeron que tenían sed, de modo que abrí el cofre de mi cuarto y ofrecí a las jóvenesdébochcas de diez años un verdadero yjoroschó escocés, aunque bien mezclado con agujas-y-alfileres. Se sentaron en mi cama (todavía sin arreglar) y balancearon las piernas,smecando ypiteando la bebida, mientras yo pasaba en mi estéreo sus patéticos ymalencos discos. Era comopitear una suave y perfumada bebida sin alcohol para niños en vasos de oro muy bellos, trabajados y costosos. Pero ellas decían oh oh oh y exclamaban «Desmayante» y «Cumbroso» y otrosslovos raros que estaban de moda en ese grupo infantil. Mientras pasaba esacala para que la oyesen, las animé a beber y luego a tomar otra copa, y la verdad que no se opusieron, oh hermanos míos. De modo que cuando ya habíamos escuchado dos veces los patéticos discos pop (eran dos:Nariz dulce,cantado por Ike Yard, yNoche tras día tras noche,gemido por dos horribles eunucosdesyarblocados que no recuerdo cómo se llamaban) ya estaban cerca de la histeria máxima de lasptitsas jóvenes, saltando de un extremo al otro de mi cama, y alrededor del cuarto, y yo con ellas. –Podría haberle sacado losglasos realmentejoroschó -dijo el Lerdo, y las viejasbábuchcas continuaban la cantinela: -Ah, gracias, muchachos. Y dejándolo en su etérea hamaca que flotaba en el humo de la cannabis salí a la calle. El próximo muertico de Alexis resultó siendo un transeúnte grosero: un muchachote fornido, soberbio, malo que es lo que es esta raza altanera. Por Junín, sin querer, nos tropezamos con él. "Aprendan a caminar, maricas -nos dijo-. ¿O es que no ven?" Yo, la verdad, veo poco, pero Alexis mucho, ¿o si no cómo esa puntería? Pero esta vez, para variar, bordando sobre el mismo tema su consabida sonata no le chantó el pepazo en la frente, no: en la boca, en la sucia boca por donde maldijo. Y así, quién lo iba a creer, la última palabra que dijo el vivo fue "ven", como pueden ver volviendo a ver su frase. Nunca más vio. A estos muertos se les quedan los ojos abiertos sin ver. Y ojos que no ven, aunque uno los vea, no son ojos, como atinadamente observó el poeta Machado, el profundo. –No -dijo Espósito. –Reina -dijo Camargo, con una dulzura que le pareció ajena-. Tenés que salir ya. Si hay el menor inconveniente, llamó a mi celular. Llamó de todas maneras. Se publicará en un día o dos, con una foto que mostrará la dolorosa expresión de tu rostro. Tienes que firmarlo tú, pobre muchacho, para que se sepa lo que te hicieron. –Cuidado -dije, con la voz más discreta que pude, pues el estéreo estallaba entre las paredes y el techo, y elveco del paraíso, cerca del Lerdo, aullaba de nuevo-: Chisporrotea más cerca, ultóptimo. -Repetí: -Cuida lo que dices, oh Lerdo, si en verdad deseas seguir viviendo. –Algo por el estilo -contestó, con una sonrisa muyjoroschó y cordial-. Un pinchazo en el brazo después de cada comida. –La falta de una cultura seria, la falta de una verdadera formación universitaria. Pasó junto a Espósito, agitando las manos sobre la cabeza, al frente de un pequeño grupo. Un gran cortinado, flameando, barrió copas y botellas; los vestidos de las mujeres revoloteaban en la oscuridad. Alguien tomó a Verónica por la cintura y la arrastró hacia el parque. Esteban volvió a mirar el sillón: Graciela no estaba. Se quedó quieto, en medio de la sala, tratando de poner en orden sus ideas hasta que se dio cuenta de que estaba solo en la casa. "En ese momento tuve un pensamiento absurdo; pensé que si no conseguía salir de esa casa y encontrar a Graciela, la noche no terminaría nunca." Después estaba en el parque buscándola bajo la lluvia entre el caos de los automóviles, las risas, los gritos de despedida de los que partían y el retumbar de una cuba sobre la que alternativamente golpeaban, como en un timbal, unos muchachos entre los que vio a la chica del poncho rojo mientras Facundito, ululando como un indio que convocara la lluvia, cantaba a gritos el fin del mundo. En medio del tumulto, alcanzó a ver la cara tártara del profesor Urba, quien le dijo algo que Esteban no pudo oír, pero a lo que de todos modos asintió, lo que dio lugar a que el padre Custodio, asomando sorpresivamente la cabeza por la ventanilla de un coche, se llevara un dedo al párpado inferior del ojo, con gesto admonitorio. Vio el vestido de la Austin entrando como un tornado de flores en el automóvil del tío Patricio; volvió a ver el ánfora sostenida por el angelote de piedra.Qui que tu sois, voici ton maítre: il l'est, le ful, ou le doit étre.Los focos de los autos y los relámpagos iluminaban los últimos fragmentos de su viaje a Córdoba como una película que está a punto de cortarse, pero el viento y la lluvia, como si pulieran el contorno de las cosas, dotaban a esas imágenes casuales y ya sin ningún sentido de un esplendor que nada había tenido hasta ahora. Sin demasiada conciencia de lo que hacía se fue alejando del ruido y de las luces. Cuando distinguió, entre un mínimo bosque de magnolias, la cúpula de un cenador, se dio cuenta de que nunca había estado antes en ese sector del parque y que, sin embargo, no había llegado allí por azar. Buscócon la mirada un aljibe recubierto de cerámicas con un complicado ornamento de hierro, hasta que dio con él. Giró la cabeza hacia la derecha y vio un alero de tejas españolas sobre una arcada que daba a una galería lateral. Tuvo la certeza de que, en algún momento de la noche, Graciela le había hablado de ese aljibe y esa arcada. "Nunca recordé más tarde las precisas palabras que me habían guiado hasta ese lugar, ni el tono de su voz, esto último, sobre todo, me alegro de no recordarlo, pero yo estaba allí porque esas palabras, seguramente pronunciadas en voz baja, seguramente dichas sin mirarme, existieron." Subió a la galería sabiendo ahora, sin ninguna duda, que a unos pocos pasos había una puerta que daba a una escalera que daba al piso alto de la casa. Apoyada en una de las columnas estaba Graciela. La luz de un coche que maniobraba para salir de la quinta iluminó sualta figura inmóvil, su cara vuelta hacia el parque, su vestido negro empapado por la lluvia. "Seguí la dirección de sus ojos, esperé un segundo y, cuando la luz del coche terminó su giro, vi lo que ya sabía que iba a ver." Hay un muchacho inmóvil en el parque. Sola en esa galería, Gracielaestá a punto de abandonarse a un gesto de Esteban o del muchacho. "Me di cuenta de que Mariano sólo tenía que pronunciar una palabra o avanzar un paso para llevársela, y sentí que eso era precisamente lo que debía suceder y lo que, por alguna razón, yo había venido a impedir." Sintió la indecisión de ella, el amor y la desolación del chico; supo que Verónica y Bastián habían dicho la verdad. La ciudad y sus historias eran anteriores a él, la ciudad lo excluía y lo rechazaba; mirado desde los ojos de Mariano, él era el Mal. "Después me vi caminar hacia Graciela, me vi desde la mirada de Mariano, la vi abrir una puerta y entrar conmigo en esa casa." Graciela abrió la puerta y entraron. En algún lugar ella se detuvo y, con seguridad de sonámbula, buscó algo en un nicho de la pared. Un fósforo ardió en la oscuridad y fue la última vez que Espósito le vio las manos. En el nicho había una palmatoria con una vela. Lo demás es el contorno de su espalda guiándolo por un pasillo, por una escalera, a través de puertas, hasta una habitación del piso alto desde cuya ventana podíaverse, allá abajo, extendida como una constelación, la ciudad. Durante años Esteban Espósito recordará esa imagen, su última imagen de Córdoba, como inscripta en el cuerpo húmedo por la lluvia y ahora desnudo de Graciela junto a la ventana. Sentado en el borde de la cama, él mira su cuerpoy sólo ve la ciudad, del mismo modo que, durante años, creerá recordar a una mujer y sólo recordará la espadaña de las Teresas, una hilera de putas furtivas junto a un paredón, la ruina del Calicanto, se recordará a sí mismo recibiendo algo de una sirenita y pensando con asombro que nunca imaginó antes la niñez de una sirena, o recordará un cartel con el dibujo de un volcán, un puente de piedra, la espalda de Santiago yéndose por una galería condenada. Espósito fue hacia la ventana; acaso ni siquiera era cierto que la ciudad pudiera verse desde ahí. Pero allá estaba. Como unfirmamento invertido; como si un mar inexistente reflejara las estrellas de un cielo que no era ese cielo. Tal vez un día regresara para tratar de comprender qué había significado todo esto. Tal vez le fuera concedido sentir, a través de las palabras, esa cosa enigmática y quizá imposible quelos hombres llaman amor o, aunque sólo fuera, recobrar el efímero contacto de ese cuerpo que ahora, ya en la cama, se desvanecía como un fantasma entre sus manos. –Veías estirado -dijo Santiago-, ésa es la palabra. Como si los padres de uno, que están ahí nomás, al borde de la cama, estuvieran remotísimos. El techo del apartamento de Darío, capitel de su edificio, corona etérea de Bogotá junto a las nubes del cerro de Monserrate desde donde Cristo Rey preside, era una coladera. Una solemne, una irredenta coladera que tras la lluvia le cagaban las palomas. –Alcánzame ese carrito -dijo Lalo esa noche. Lo puso con extrema delicadeza cerca del mangrullo. Dio la impresión de que ibas a responder con violencia, sin embargo, dijiste sonriendo: .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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