15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Se trata de películas especiales -explicó este doctor Branom-. Películas muy especiales. La primera sesión será esta tarde. Sí -dijo, enderezándose, porque estaba inclinado sobre mí-, parece que estás en muy buenas condiciones. Quizás un poco subalimentado. Culpa de la comida de la prisión. Ponte otra vez la chaqueta del piyama. Después de cada comida -dijo, sentándose al borde de la cama- te daremos una inyección en el brazo. Facilitará las cosas. -Me sentía realmente agradecido a este doctor Branom tan amable, y le dije: Adivinaste la traición antes de que sucediera. Ya habías notado algo esquivo en el cuerpo de la mujer cuando volvió de la zona de las guerrillas, en Colombia. Se quedaba con los ojos abiertos al hacer el amor, temblando a veces, buscando en el aire de los geranios el deseo que no llegaba y no llegaba. Su sexo estaba seco y también temeroso: quería decirte algo y sin embargo enmudecía. A ratos se apartaba y te pedía un instante de tregua: estoy cansada, tan cansada. Vos te ponías boca arriba en la cama y mirabas los arabescos de la penumbra, las sombras de su desnudez, el centelleo de las ramas en el jardín. También cuando la observabas a través del telescopio Bushnell, desde el cuarto de la calle Reconquista que habías alquilado sólo por ella, obedeciendo al instinto de desconfianza que jamás te fallaba, la sentías ausente ya no sólo de vos sino de todo lo que la rodeaba, buscando un cuerpo que parecía haber dejado en otra parte, ¿su cuerpo u otro distante, el de alguien en cuyas manos la mujer se había puesto: la perra, desagradecida? Perra, perra, tu padre tenía razón: era igual a la madre que los había dejado, una reencarnación tal vez, una melliza que regresaba para maldecirte. –Sírvame café. Sin miel, sin bollos. Sólo tomo café por la mañana. Esteban Espósito hace pis. Ha salido a la noche del parque y bajo un cielo rajado de relámpagos, solo con su alma, en lo alto del Cerro de las Rosas, entre eminentes plátanos, Esteban Espósito hace pis. Por fin alguien tenía un gesto de dignidad. La Argentina estaba enferma hasta los huesos. Pero una sola muerte no cambiaría el orden de las cosas. ¿Monja? ¿Europa? El rezumaba humedad y malicia. Acababa de salir de la ducha y olía al mismo perfume suave y recóndito que lo seguía por todas partes. Llevaba en la mano la carpeta de papeles que había traído de Buenos Aires. –Bien, ¿qué pasa? -pregunté,smecando-.¿No están satisfechos después que casi me mataron a golpes, me escupieron, me obligaron a confesar delitos durante horas y horas, y me encerraron con unos pervertidosbesuños yvonosos en esagrasña celda? Vamos,brachno ,¿tiene una nueva tortura para mí? –Cincuenta kilos. Y a bajar y a volver a subir con otro jugo con menos azúcar para la diabética. –Se acabó -dijo sonriendo Santiago. –Me pagás con una mala noticia la buena sorpresa que iba a darte. Ahora es fácil contar esta historia porque ya todo el mundo sabe lo que pasó, pero en 1997 era un enredo tan inverosímil que la gente le prestaba poca atención o pensaba que eran exageraciones de una prensa encarnizada. A dos de los cronistas les habían llegado papelitos anónimos con el nombre de los seis senadores cómplices junto a cifras que iban entre los doscientos mil dólares y el medio millón, y que tal vez aludían al pago de sobornos. El propio Camargo había recibido un sobre con el membrete del Senado y un sello que decía confidencial dentro del cual había una hoja con catorce números. Desde el principio sospechó que eran los códigos de varias cuentas bancarias y las envió al corresponsal de Nueva York para que algún experto de allí las descifrara, pero aún no podían hacerlo. Toda la secciónPolítica estaba investigando el caso con frenesí y seduciendo a conserjes y amanuenses de los senadores para que repitieran lo que oían en los pasillos. Días atrás, cediendo a un relámpago de sus instintos, Camargo había llamado a otros directores de diarios en Panamá, Lima, Montevideo y San Pablo pidiéndoles que lo ayudaran en la pesquisa. No confiaba mucho en lo que podía salir de ahí, pero tampoco quería dejar cuerdas sin templar..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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