15 de enero de 2025
Comentario destacado
Study abroad personal statement
Descendiendo en círculos cada vez más cerrados, en tirabuzón, concéntricos, van bajando los zopilotes del cielo, del techo azul de Dios sobre Playa del Carmen, la de moda. ¿A quién vieron que se va a morir? A mi amigo R.M., cuyo nombre callo por esta discreción que nos caracteriza a los muertos en hablando de otros muertos, muy distinguidoél, caballero del Santo Sepulcro y diplomático ante la Santa Sede y quien, convertido de un mes al otro en un cadáver ambulante por la enfermedad innombrable, volvió de Roma a México a morir, mas no sin antes irse a disfrutar una temporadita de la vida en la susodicha playa donde lo detectarondesde arriba los zopilotes, esto es, los buitres mexicanos, sus correligionarios del PRIgobierno, que empezaron a bajar en los círculos que dije, concéntricos, y una vez abajo a seguirlo, a saborearse de antemano el banquete que les esperaba, dando saltitos de contento en la arena de la playa y en las rocas. Los zopilotes son así, saben quien va a morir. Como los curas y los médicos, huelen en los vivos a los muertos. Cuando los zopilotes más atrevidos se le acercaban demasiado a R.M. y le revoloteaban por la cara, mi pobre amigo se los espantaba con un sombrero de jipijapa. –Eso es lo que vos crees. Siempre van juntos. Lo que de paso me recuerda que al Jardín no nos van a dejar entrar con mujeres. XIV –Nadie me quiere aclarar lo que sacaré de todo esto. Torturado en la cárcel, echado de mi casa por mis propios padres y ese inquilino roñoso y prepotente, golpeado por los viejos y casi muerto por losmilitsos… ¿qué será de mí? XIII –Servime un poco de whisky -digo yo-. De qué discutían. –Bien -dijo el Encargado de Egresos-, lo dejaremos así. Lo importante es que tengas dónde vivir. Bueno, está también el problema del trabajo ¿no? -y me mostró una larga lista de empleos posibles, pero yo pensé que para eso había tiempo de sobra. Primero un lindo ymalenco descanso. Podía buscarme unacrastada apenas saliera y llenarme así loscarmanos, pero tendría que hacerlo con mucho cuidado y completamenteodinoco. Ya no confiaba en los supuestosdrugos. Así que le dije a esteveco que dejáramos estar un poco la cosa, y que ya volveríamos agoborarla. Elveco dijo bien bien bien y se preparó para salir. Descubrí que era un tipo muy raro deveco, pues en ese momento soltó una risita y luego dijo: -¿Te gustaría darme un puñetazo en la cara, antes que me vaya? -Me pareció que yo no habíaslusado bien, y le pregunté: No, el descompuesto eraél que se estaba muriendo desde hacía meses de diarrea, una diarrea imparable que ni Dios Padre con toda su omnipotencia y probada bondad para con los humanos podía detener. Lo del teléfono eran dos simples cables sueltos que su desidia ajena a las llamadas de este mundo mantenía así en el suelo mientras flotaba rumbo al cielo, contenida por el techo, una embotada nube de marihuana que se alimentaba a si misma. El teléfono tenía arreglo. Él no. Con sida o sin sida era un caso perdido. ¡Y miren quién lo dice! –No salimos de aquí, ¿verdad? Todo el tiempo estuvimos aquí, ¿no es cierto? –Gracias, hijo -replicó pe-. Pero ahora no salimos mucho. No nos atrevemos, en vista de que las calles están muy peligrosas. Matones jóvenes, y todo eso. De cualquier modo, gracias. Mañana traeré una botella de algo. -Y pe se metió eldengo mal habido en loscarmanos del pantalón, mientras machistaba los platos en la cocina. Y yo me marché repartiendo sonrisas cariñosas. –La policía -dije-, la horrible e inmunda policía. -Otra víctima -dijo elveco, medio suspirando-. –Bastián. –¿Ustedes? Ustedes qué. –¿Y ahora qué pasa, eh? –Si, Raquelita -le explicó amorosamente su papá, el que la engendró-. Es que el tío Darío la necesita para que le den ganas de comer. Ahora, mientras me incorporaba entre todos loscotos y lascotascracantes ,slusé nada menos que el chumchum de la vieja sirena policial a la distancia, y comprendíscorro que la viejaforella de los gatos había estado hablando por teléfono con losmilitsos cuando yo creí quegoboraba con sus bestias maulladoras, pues se le habían despertadoscorro las sospechas cuando yo toqué el viejosvonoco pretendiendo que necesitaba ayuda. Así que ahora, alslusar el temido chumchum del coche de losmilitsos, corrí hacia la puerta del frente y me costó unraboto del infierno quitar todos los cerrojos y cadenas y cerraduras y otrasvesches protectoras. Al fin conseguí abrir, y quién estaba en el umbral sino el viejo Lerdo, y ahí mismo alcancé avidear la huida de los otros dos de mis llamadosdrugos. -Largo de aquí -criché al Lerdo-. Llegan losmilitsos. -El Lerdo dijo: -Tú te quedas a recibirlos juh juh juh juh -y entonces vi que había desenroscado elusy , y ahora lo levantaba y lo hacía silbar juisssss y me daba un golpe rápido y artístico en los párpados, pues alcancé a cerrarlos a tiempo. Y cuando yo estaba aullando y tratando devidear y aguantar el terrible dolor, el Lerdo dijo: -No me gustó que hicieras lo que hiciste, viejodrugo. No fue justo que me trataras de ese modo,brato . -Y luego leslusé las botasbolches y pesadas que se alejaban, mientras hacía juh juh juh juh en la oscuridad, y apenas siete segundos despuésslusé el coche de losmilitsos que venía con un roñoso y largo aullido de la sirena, que iba apagándose, como un animalbesuño que jadea. Yo también estaba aullando y manoteando, y en eso me di con lagolová contra la pared del vestíbulo, pues tenía losglasos completamente cerrados y el jugo me brotaba a chorros, y dolor dolor dolor. Así andaba a tientas por el vestíbulo cuando llegaron losmilitsos. Por supuesto, no podíavidearlos, pero sí podíaslusarlos y olía condenadamente bien elvono de los bastardos, y pronto pude sentirlos cuando se pusieron bruscos y practicaron la vieja escena de retorcer el brazo, sacándome a la calle. Tambiénslusé lagolosa de unmilitso que decía desde el cuarto de loscotos y lascotas: -Recibió un feo golpe, pero todavía respira -y por todas partes maullidos y bufidos. –Estás pensando en qué edad tengo. –Quierosnufar -dije-. Ya tengo suficiente, eso me pasa. La vida es demasiado para mí..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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