15 de enero de 2025
Comentario destacado
Soft binding thesis
–Me gustaría que en Buenos Aires vayamos a visitar a mi padre, Reina. Ya ha pasado los noventa y no creo que le quede mucha vida. –Sí -contestó él, distraído. –No sé si me interesa. ¿Y tu marido? -pregunto casi sin darme cuenta, mientras veo que los grupos se disgregan y que ya casi no queda nadie en la casa. Tenía la misma sed de Darío, el poeta, en recuerdo del cual papi le puso el nombre sin imaginarse cuánto lo iba a emular: Rubén Darío. Cuando Darío fue de joven a Nicaragua con una delegación colombiana de agrónomos, que era lo que era él, a no sé qué, tuvo un éxito resonante, etílico: ensemejante país, con semejante sed y semejante nombre… Nicaragua es un país de borrachos y de bueyes que se agota en Rubén Darío, el poeta. Darío en Nicaragua es Dios, como el Papa en el Vaticano. Van los bueyes de Nicaragua arando los algodonales o cargando en carretas por las carreteritas pacas de algodón, soltando motitas blancas que se van al cielo, y eso es todo lo que sé de ese país amado porque Darío, mi hermano, me lo contó. Algún día iré a Nicaragua a desandar sus pasos, para poderme morir en paz. –Tenía ganas de que él supiera que vos sabías. Y además, qué cambia, Esteban. Acá o en París, qué cambia. y largo es este momento de prueba. En ese momento, uno de los celulares de Camargo suena en el bolsillo de su abrigo. No hay teléfonos en el departamento de la calle Reconquista, pero él siempre lleva consigo dos celulares para las emergencias. Uno le permite comunicarse con los editores del diario cuando está fuera de la ciudad o sucede algo inaplazable. El otro está reservado sólo para las hijas y para las personas de la mayor intimidad. Camargo es padre de mellizas. Ambas viven en Chicago y una de ellas está enferma de cáncer. La lejanía de las hijas no lo aflige. Lo aflige la sensación de que su sangre sufre y brama y se pudre en otro lado, y esa tormenta distante viene tal vez a llover sobre su cuerpo. Pero esta vez quien llama es el editor nocturno. Camargo oye con decepción la voz áspera, sumisa, mientras la mujer, delante de la ventana, se quita la falda y se inclina, ávida, sobre las piernas. –Explícate mejor -dijo Esteban. –Muy bien, creo que esa lección bastará -dijo, y entornó los ojos paravidear alveco golpeado que estaba en el suelo-. Tal vez ahora está soñando que en el futuro lo mejor será comportarse bien. -Todos volvimos a nuestros camastros, pues nos sentíamos muy cansados. Lo que soñé, oh hermanos míos, era que yo estaba en una orquesta muy grande, con centenares de músicos, y el director era una mezcla de Ludwig van y G. F. Handel, y parecía muy sordo y ciego y cansado del mundo. Yo estaba con los instrumentos de viento, pero lo que tocaba era como un fagot blanco y rosado, hecho de carne y que me salía delploto, justo en medio de la barriga, y cuando soplaba tenía quesmecar ja ja ja muy alto, porque me hacía como cosquillas, y entonces Ludwig van G. F. se irritaba y se ponía besuño. Acercaba larota a militso y mecrichaba fuerte en eluco, y yo me despertaba sudando. Por supuesto, elchumchum muy alto resultó ser el timbre de la prisión que hacía brrr brrr brrr. Era una mañana de invierno, y yo tenía losglasos pringosos de sueño, y cuando los abrí me dolieron mucho por la luz eléctrica que habían encendido en todo el zoo. Bajé los ojos y vi al nuevoprestúpnico sobre el suelo, ensangrentado y sucio, y todavía fuera fuera fuera de combate. Recordé la noche anterior, y la idea me hizosmecar un poco. –A la puta -dice el padre Cherubini-. Te volviste poeta, Urbanito. Ma si sabes de qué fablo pa qué te me pones en Unzuberechnendes. Emplié bien? Mesmamente en esa pintada descrizione anida, como corazón de pajardito, el latido del tempo. Hay una aetas de oro a la que otros maulas llaman el tempo escuro, que es la que Vico nominó il tempo de los dioses, que tamién corrisponde a las espigas y al sembrau, viene en seguida el tempo heroico o de los herues, et finalmente il tempo del povero homnecito umano. Acá epifana, como tú fenómeno dijistes, el Sol que calienta, la sigilosa árnica Luna que rige la menstruazione i los almacigos et rige il ponto mesmo en toda su procelosa gigantud. Aparece la Historia, si te gusta. Et vos decís que se puso obsoleto. O dijiste absoluto? A veces les llevás latas de carne y de sopa. La sin techo sabe decir gracias, porque la has oído pronunciar torpemente esa palabra cuando alguien le arroja una moneda, pero a vos re mira con encono y, cuando re detenés a conversar, se dirige a su compañero repitiéndole Bassmo zedni. Por lo que has ido adivinando, la frase significa ido que tenemos es sed„ o algo por el estilo. Que te rechace podría estorbar la relación que has ido tejiendo con el hombre: tratás de ser cortés con ella, de vencer su desconfianza, de pasar por alto sus groserías. No es fácil, porque verla re resulta cada vez más repugnante. Cuando se incorpora del jergón tiene una melena erizada, con nudos de medusa. La hediondez que despide es insoportable. Al menos no se molesta cuando te alejás caminando una o dos cuadras con su compañero, aunque los sigue todo el tiempo con la mirada y fingiría un ataque si los perdiera. No te podés explicar en qué consiste la dependencia que se ha creado entre esos dos. No puede ser física, porque el hombre es todavía fuerte y, si no fuera por los dientes, hasta sería atractivo, en tanto que ella ya se ha deformado por completo, con sus costras y sus enfermedades de pesadilla. –No llevo guantes, señor. Véame. No vengo del hospital -trató de convencerlo Reina mientras Camargo la tomaba por el brazo y la arrastraba hacia el ascensor. La luz del contestador indica que no hay mensajes. Levanta el tubo para verificar si las líneas funcionan y marca, impaciente, el 113, donde una voz monótona solfea las respiraciones del tiempo: once horas, dieciséis minutos, cuarenta segundos. ¿Qué pasa? ¿No tendría Germán que haberse despertado? Deberla insistir. Hasta hace apenas dos días se comunicaban con fluidez, al primer intento. Una vez más, al otro lado, salta la máquina irritante. «Amor, amor», le dice. Siente un estremecimiento recóndito en la voz y suspira, para tranquilizarse. «Estoy en casa, esperando que me llames. No puedo viajar a Río. ¿Oíste bien? No puedo. Me harías feliz si, en cambio, nos encontráramos en Buenos Aires. Te necesito. Te quiero» Ella misma te ha franqueado el paso. Decidís, por lo tanto, ir un poco más lejos: –Esteban -dijiste. Caminaron hacia La Biela, frente al cementerio. El chofer del diario había estacionado el Mercedes en la esquina, pero Camargo le hizo señas de que esperara. El café estaba lleno de gente. Una mesa junto a la ventana se desocupó cuando entraron y Camargo se dejó caer en la silla..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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