15 de enero de 2025
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–Tío Patricio -dijiste-. El padre de Mariano. Se le acallaron sus reparos al mendigo con unos pesos. Y en el Panteón Civil de Dolores, sito en la segunda sección del Bosque de Chapultepec de esta inefable Ciudad de los Palacios, bajo un cielo de smog me cremaron. Entré al horno desnudo, avanzando sobre una banda mecánica. Y no bien transpuse la boca ardiente del monstruo, umbral de la eternidad, estallé en fuegos de artificio. En la más espléndida explosión de chispas verdes, rojas, violáceas, amarillas. ¡Tas, tas, tas, viva la fiesta, qué hijueputa! Me sentí una pila de Bengala de esas que quemábamos en navidad en Antioquia. Jamás un crítico profesional se había ocupado de algo más que del estreno del día, pero a Camargo le sobraban tiempo y energía para otras hazañas. Llevaba la imagen de la madre clavada en la cabeza. La credencial del diario le abría las puertas de hospitales, hospicios y asilos de viejos, y durante semanas los recorrió uno por uno, buscando a una mujer de cincuenta altos con delantal tableado y guantes de goma. Más de una vez creyó que la había encontrado. En esos casos, pasaba horas averiguando si habían sido enfermeras en un hospital de tuberculosos o habían tenido un hijo al quellamaban Gatito. Muchas de ellas ya se habían olvidado de todo, hasta de lo que se hacía para recordar. Aun así, Camargo no perdía la esperanza de que una de esas mujeres volviera hacia él la cara azorada, tarde o temprano, y le echara los brazos al cuello preguntándole: «Garito, por qué noviniste a buscarme antes?». –Pero, cómo ponen tinteros -dije en voz alta, y el Poeta Místico enmudeció de golpe. –Quiero ayudarte. Sé la barbaridad que te ha pasado… –Se suponía que era undrugo -dije-. Como una madre para mí fue lo que él fue. Esa noche, Brenda se ha esmerado en la elección de los platos. Uno de los invitados es Enzo Maestro, que siempre la trató con delicadeza, sobre todo en vísperas del juicio por homicidio, cuando Camargo se negaba a recibirla. Ella le ha devuelto la cortesía convenciendo al marido que ceda la dirección de El Diario a su amigo leal. La decisión no podría haber sido más acertada: cuando se le dala gana, Camargo llama por teléfono y da órdenes sobre algún título de tapa, pero no quiere que lo consulten ni aun cuando las noticias son graves. Prefiere mantenerse a distancia del ajetreo cotidiano. Poco después del crimen, llamó a Maestro desde el hospital donde lo habían internado para protestar porque El Heraldo estaba informando sobre el caso con más rigor y más detalles que El Diario. «¿Tengo que estar yo ahí para que sepan lo que deben hacer?», le dijo. «¿Ya no tenés a nadie que cuente bien una historia de amory de traición?» El incidente parece inverosímil, pero cualquiera que consulte los semanarios de aquella época verificará que es cierto. –La viuda lo encontró de rodillas, al lado de la cama, con un tiro en la boca. No dejó ninguna carta. Eso es lo que dicen. –Como te parezca. Voy a pensar adónde me puedo ir cuando también este diario empiece a corromperse. ¿Eso es todo? –¿Y por qué no las vendían? Reina no debía haber sentido ternura en ese momento, pero la ternura no es una decisión que se pueda tomar sino una ola que se mueve por dentro sin que nadie la llame. Meses después se daría cuenta de que estaba cometiendo un error, pero en ese momento sólo pensaba en él y en su pasado triste: un pasado que no conocía entonces y que Camargo nunca le revelaría. Fue tal vez por eso que aceptó ir esa noche a la casa de los geranios, en San Isidro, olvidando que, apenas él se sintiera seguro de su amor, volvería a menospreciarla. No era correcto hablar del amor de Reina, porque no se trataba de eso, como ya se ha dicho: lo que ella sentía era apego y, muy en lo hondo, temor de su cólera. Entrar en el espacio de Camargo significaba ser vigilada, asediada, y también vulnerada por sus cambios de humor. Pero no sabía cómo apartarse de él una vez que cata bajo su influencia: era un imán dealcance infinito, o una herida que nunca cicatrizaba. Una víspera de Navidad, cuando Camargo tenía once o diez años y aún vivía en Tucumán, encontró al padre quemando todas las fotos, las ropas y las cartas que la madre había dejado. Desde hacía ya algunos meses, el padre le había prohibido que la nombrara, la dibujara o escribiera composiciones sobre ella en la escuela. Así, la madre se alejaba a coda velocidad de su memoria y era sólo una vaga sombra con la que Camargo hablaba en silencio, sin esperar respuesta. La había visto tan pocas veces que, al entrar en la adolescencia, no podía discernir si el recuerdo que le quedaba era inventado o real. A veces, cuando se miraba en el espejo, se esforzaba por ver, en la imagen que él mismo reflejaba, la cofia de enfermera, el delantal blanco tableado y los guantes de goma que siempre llevaba puestos. Soy mi madre, decía. Sólo cuando te vea voy a saber ser yo. vas a contratar después de todo lo que nos jodió? –Hace un minuto dijiste que necesitabas hablarme. –Sí. -Mirabas hacia un lugar situado un centímetro sobre mis ojos. -Me quise matar..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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