15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Le compré una casetera y él se compró unos casetes. Una hora de estrépito aguanté. "¿Y tú llamas a esta mierda música?" Desconecté la casetera, la tomé, fui a un balcón y la tiré por el balcón: al pavimento fue a dar cinco pisos abajo a estrellarse, a callarse. A Alexis le pareció tan inmensoel crimen que se rió y dijo que yo estaba loco. Que no se podía vivir sin música, y yo que sí, y que además eso no era música. Para él era música "romántica", y yo pensé: a este paso, si eso es romántico, nos va a resultar romántico Schónberg. Pero un par de días después vinieron dos vecos doctores, jovencitos y con sonrisas muysladquinas , y traían un libro de imágenes. Uno de ellos dijo: -Queremos que mire estas cosas y nos cuente lo que piensa. ¿De acuerdo? –Pensás mucho -dije seriamente-. Eso es malo. Me interrumpió. Ciento cincuenta iglesias tiene Medellín, mal contadas, casi como cantinas, una exageración, y descontando las de las comunas a las que sólo sube mi Dios con escolta, las conozco todas. Todas, todas, todas. A todas he ido a buscarlo. Por lo general están cerradas y tienen los relojes parados a las horas más dispares, como los del apartamento de mi amigo José Antonio donde conocí a Alexis. Relojes que son corazones muertos, sin su tictac. –Otro? No hay ningún otro. A mí nadie me abandona. Yo no soy mi padre. –No lo tomes así, hijo -contestó mi pe, y mi eme empezó otra vez buuujuuujuuu, con ellitso todo retorcido y realmente feo, y este Joe le volvió a poner laruca sobre los hombros, y la palmeaba y le decía vamos vamos vamos como verdaderobesuño. y fui vacilando hacia la puerta y salí, dejándolos que se las arreglaran a solas con esa culpa horrible que ellos sentían, oh hermanos míos. Pero antes de nada, hermanos, estaba lavesche de encontrar unadébochca que fuera madre de ese hijo. Tendría que ponerme en esa tarea al día siguiente, pensé. Era una ocupación nueva. Era algo que tendría que empezar, un nuevo capítulo que comenzaba. –Insiarte, Durán -dijo Reina, cuando llegó a la mesa del fondo. Fidelidad. Fidelidad, digamos, a ciertos principios. Lo cual, considerado a la luz de los tuyos, podría resultar algo así como la más absoluta falta de principios. –Era un grandísimo hijo de puta -decía el Lerdo. No me gustó el aspecto del Lerdo; estaba sucio y desarreglado, como unveco que anduvo peleando, precisamente lo que había hecho, pero uno nunca ha deparecerlo que hace. Tenía la corbata como si se la hubieran pisoteado, la máscara arrancada y ellitso sucio de polvo, así que lo llevamos a un callejón y lo limpiamos unmalenco, mojando lostastucos en saliva para sacarle la roña. Las cosas que hacíamos por el pobre Lerdo. Volvimos muyscorro alDuque de Nueva York,y calculé en mi reloj que a lo sumo habíamos estado afuera diez minutos. Las viejas ystarriasbábuchcas todavía estaban allí, con los whiskies, los cafés y los menjunjes que les habíamos pagado, y les dijimos-: Hola, chicas, ¿qué tal? -Y otra vez la vieja canción:- Muy amables, muchachos, Dios los bendiga, chicos -y nosotros tocamos elcolocolo y esta vez vino un camarero diferente y pedimos cerveza con ron, porque estábamos muertos de sed, hermanos míos, y ordenamos que sirvieran a las viejasptitsas lo que quisieran. Luego, les hablé a las viejasbábuchcas : –¿Nuevo estilo? -repetí-. ¿Qué es eso de nuevo estilo? Seguro que se habló mucho a mis durmientes espaldas. Déjenmeslusar un poco más. -Y medio crucé los brazos y me apoyé cómodamente contra la derruida baranda, siempre más alto que ellos, los que se llamaban misdrugos, en el tercer escalón. –¿Nuevo estilo? -repetí-. ¿Qué es eso de nuevo estilo? Seguro que se habló mucho a mis durmientes espaldas. Déjenmeslusar un poco más. -Y medio crucé los brazos y me apoyé cómodamente contra la derruida baranda, siempre más alto que ellos, los que se llamaban misdrugos, en el tercer escalón. –Yo no soy el que le hace caso, son mis oídos. No me hablaba desde hacía añales, desde que floreció el castaño. Se le había venido incubando en la barriga un odio fermentado contra mí, contra este amor, su propio hermano, el de la voz, el que aquí dice yo, el dueño de este changarro. En fin, qué le vamos a hacer, mientras Darío no se muriera estábamos condenados a seguirnos viendo bajo el mismo techo, en el mismo infierno. El infiernito que la Loca construyó, paso a paso, día a día, amorosamente, en cincuenta años. Como las empresas sólidas que no se improvisan, un infiernito de tradición. –Un momento: no cortés. Podríamos volver a empezar, como si nada hubiera pasado. El aspecto matinal de Reina era tan insignificante que daba pena. Llevaba unas gafas redondas enmarcadas en negro que acentuaban la pequeñez de su boca, un pantalón flojo, de pana, y una blusa comprada en alguna mesa de saldos. A veces era seductora y otras veces tendía a desaparecer, a pasar sobre su cuerpo una goma de borrar. Era preciso fijar la vista para saber que estaba allí. Tomó asiento a un costado del escritorio de Camargo, con la cabeza baja y las manos en las rodillas. La sensación de eclipse se esfumó, sin embargo, apenas empezó a hablar..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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