15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–No, no digo ahora. Hace un momento. –Tengo que ir a cambiarme para la noche -dijiste. Ignoro por qué no propuse acompañarte hasta tu casa. Tampoco sé por qué no me lo pediste. Además estos charlatanes de los laboratorios son unos zorros. Para no desbarrar y saber qué le ponen después a uno en el resultado, empiezan a tantear, a preguntar, como quien no quiere la cosa. –A callar, súbditos de la Muerte, que acabáis de entrar en su oscuro reino. –Justo -dijo el doctor Brodsky-. Asociación, el método educativo más antiguo del mundo. ¿Y cuál es la verdadera causa de que te sientas mal? –¿Y Santiago? Intenta montar el caballo de un salto pero sos más ágil. La tomás de un brazo y la atraés hacia vos con tanta fuerza que, en el envión, suelta las riendas y cae sobre el patio de tierra. El alazán corcovea, desconcertado, y se aleja. –Acaso usted sufra efectos secundarios desagradables -le advierte-: anemia, un poco de ansiedad, algo de fiebre. –Tampoco te vayás al otro extremo. Sólo te digo que a esa mujer, Remis, hay que hacerla trabajar acá. Se está aficionando al turismo. –Dieciocho, ¿eh? -dijo Pete-. Tan mayor ya. Bueno bueno bueno. Ahora tenemos que irnos -añadió, y le dedicó a su Georgina una mirada amorosa y oprimió una de susrucas entre las suyas y ella le devolvió una mirada igual, oh hermanos míos-. Sí -dijo Pete mirándome-, vamos a una pequeña fiesta en casa de Greg. El examen para ver si portábamos en el torrente sanguíneo, entre tanta vitalidad desviada, el bichito solapado del sida nos lo hicimos juntos la víspera de uno de mis viajes a México, uno de tantos que he hecho entre el país de la coca y el país de la mentira, y en los que se debate desde hace mucho mi vida, de aquí para allá, de allá para acá, como pelota de pingpong, yendo y viniendo, jugando contra sí mismo mi destino. Nos lo hicimos y yo partí y se me olvidó el asunto. Recuerdo que como tantas otras veces él me acompañó al aeropuerto. –No es tan simple. Déjeme que le explique, señor… –Joroschó es la palabra, amigo. Unajoroschó de horrores. -Y ahí nomás me pusieron un casquete sobre lagolová, y pudevidear toda clase de cables que salían del casquete, y luego me aplicaron como una ventosa en la barriga, y otra en el viejo tic-tac, y también de las ventosas salían cables. Entonces se oyó elchumchum de una puerta al abrirse, y era que llegaba uncheloveco muy importante, pues sevideó que los otrosvecos de chaqueta blanca se ponían muy tiesos. Eso fue cuando conocí a este doctor Brodsky. Era unvecomalenco , muy gordo, de pelo todo rizado, y unosochicos muy gruesos sobre la nariz carnuda. Alcancé avidear que llevaba un traje realmentejoroschó , del todo a laúltima moda, y despedía unvono delicado y sutil como de sala de operación. Con él estaba el doctor Branom, sonriéndome, como para darme confianza.- ¿Todo listo? -preguntó el doctor Brodsky congolosa muy profunda. Entonces pudeslusar unas voces que decían listo listo listo desde cierta distancia, después más cerca, y se oyó un discretochumchum de zumbido, como si hubiesen encendido algo. Y entonces se apagaron las luces, y ahí estaba Vuestro Humilde Narrador y Amigo sentado solo en la oscuridad, incapaz de mover ni cerrar losglasos, ni ninguna otra cosa. Y entonces, hermanos míos, comenzó la función con una música muygronca para dar atmósfera; venía de los altavoces áspera y muy discordante. Y sobre la pantalla comenzó la película, pero sin título ni indicaciones. Todo sucedía en una calle, y podía haber sido cualquier calle de cualquier ciudad, y era unanaito de veras oscura, y los faroles estaban encendidos. Era cine muy bueno, profesional, y nada de esos pestañeos y cortes que unovidea en esas películas sucias que pasan en la casa de alguien, en una calle apartada. La música no paraba, bump bump bump, y la atmósfera era siniestra. En eso apareció un viejo bajando por la calle, muystarrio, y sobre este vecostarrio saltaron dosmálchicos vestidos a laúltima moda, lo que se usaba entonces (todavía los pantalones estrechos, pero ya no corbatín, sino más bien una verdadera corbata), y empezaron a divertirse. Seslusaban bien los gritos y los gemidos delveco, con mucho realismo, y también la respiración pesada y el jadeo de los dosmálchicos que lotolchocaban. Hicieron una verdadera pasta con estevecostarrio, crac crac crac con lasrucas cerradas, y le arrancaron losplatis y acabaron pateándole elplotonago (que yacía colorado decrobo en elgrasño barro del albañal) y después escaparon muyscorro. Entonces apareció en primer plano lagolová delvecostarrio castigado, y elcrobo le brotaba con un hermoso color colorado. Es raro que los colores del mundo real parezcan reales de verdad sólo cuando se los ve en la pantalla. –Disculpe, doctor, que me retire así. Darle la mano es un honor que todavía no merezco. –¡Estúpido! –Y te enredaste tanto que ya no podés salir. La pieza que la radio alquiló para ellos, cerca de Retiro, había sido la enfermería para las apestadas de un viejo burdel. En el mismo espacio de seis metros por ocho se amontonaban una litera de dos pisos, una tina que servía tanto para bañarse como para lavar los platos y un hornillo Primus que despedía un olor infernal a kerosén. Abajo vivían unas mujeres que iban y venían todas las tardes por los pasillos con batas transparentes y estelas de perfumes ácidos que atraían a las ratas. Daban fiestas casi a diario, con la música a todo volumen, y la única vez que Camargo se atrevió a protestar las mujeres se le rieron en la cara. Una de ellas golpeó esa noche a su puerta para que le cuidara el hijo, y se lo entregó descalzo y en camisón. Al amanecer siguiente se lo llevó dormido, y regresó por la tarde con la bata desprendida, con la intención de pagarle el servicio, pero a Camargo se le quitaron las ganas apenas vio que tenía unos lunares blancuzcos de sarna en el vello de la entrepierna. XIII.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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