15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–¿Y la del hombre qué? -me rebate Aníbal. –¿Y ahora qué pasa, eh? Salí por entre los muertos vivos, que seguían afuera esperando. Al salir se me vino a la memoria una frase del evangelio que con lo viejo que soy hasta entonces no había entendido: "Que los muertos entierren a sus muertos". Y por entre los muertos vivos, caminando sin ir a ninguna parte, pensando sin pensar tomé a lo largo de la autopista. Los muertos vivos pasaban a mi lado hablando solos, desvariando. Un puente peatonal elevado cruzaba la autopista. Subí. Abajo corrían los carros enfurecidos, atropellando, manejados por cafres que creían que estaban vivos aunque yo sabía que no. Arribavolaban los gallinazos, los reyes de Medallo, planeando sobre la ciudad por el cielo límpido en grandes círculos que se iban cerrando, cerrando, bajando, bajando. Es la forma que tienen ellos de aterrizar, con delicadezas, con circunloquios sobre lo que les corresponde pero que el hombre necio, enterrador, les quiere quitar ¡para dárselo a los gusanos! –No hagás caso, Darío -le dije-, que ésas son cosas efímeras, bobadas y olvidáte que la vida es así, no nos deja sino cicatrices. "A estos hijos de puta les voy a dejar el cadáver", se me ocurrió con esa lucidez de relámpago que infaltablemente me ilumina en los momentos culminantes de mis desastres, y le indiqué al taxista que dando un rodeo, el que fuera, y cobrando lo que quisiera, me llevara allí, a la acera opuesta. "Aquí les traigo a este muchacho que acabande herir en la calle", les dije en la recepción. Al darse cuenta de la real situación, que ellos no eran funeraria para poderle sacar partido a un cadáver, fue tal la desesperación que les acometió que la mía se hizo chiquita, y en medio del alboroto me mandaron adonde el director, a que muy humanamente me aconsejara el caritativo señor que me llevara a mi niño a la policlínica, la del gobierno, donde me lo podían atender gratis porque allí sí tenían los recursos para un caso tan grave y urgente. Entramos a una explanada.¿Llano Grande? Las llantas del taxi seguían surcando los charcos, y la lluvia doliente cantando su salmodia. Sonó el teléfono y contesté: era Carlos para darme la noticia de que acababa de morir Darío. En ese instante entendí que se acababan de cortar mis últimos vínculos con los vivos. Eltaxi se iba alejando, alejando, alejando, dejándolo atrás todo, un pasado perdido, una vida gastada, un país en pedazos, un mundo loco, sin que se pudiera ver adelante nada, ni a los lados nada, ni atrás nada y yendo hacía nada, hacía el sin sentido, y sobre el paisaje invisible y lo que se llama el alma, el corazón, llorando: llorando gruesas lágrimas la lluvia. –Nunca se sabe. Oh, nunca se sabe. Confíe en nosotros, amigo, es mejor así. -Y entonces descubrí que me estaban atando lasrucas a los brazos del sillón, y lasnogas a una especie de apoyapiés. Lavesche me pareció un pocobesuña, pero no me resistí. Yo estaba dispuesto a aguantar muchas cosas, oh hermanos míos, si me prometían que iban a dejarme libre en dos semanas. Pero unavesche no me gustó, y fue cuando me aplicaron broches sobre la piel de la frente, levantándome los párpados, y arriba arriba cada vez más arriba, y yo no podía cerrar losglasos por mucho que quisiera. Traté desmecar y dije: -Tiene que ser una película realmentejoroschó si tanto les preocupa que la vea. -Y riéndose dijo uno de losvecos de chaqueta blanca: Muerto y enterrado. Sólo que por esta vez vamos a resucitarte. Va a llevar años, eso sí. En cuanto a la vida, la vida que te espera, no es buena. Antes de que despiertes por fin como hombre humano será preciso que, en esta misma vida, hayas conocido no sólo el dolor y la locura sino la humillación, la vergüenza,la impotencia, la tristeza de lo irreparable y el horror del fracaso. Habrás debido pasar por el estado de larva, de piojo, de perro lamedor, de buey que agacha la cabeza, de mono que pela bananas en el zoológico. Habrás renegado de tu nombre, de tus padres, de tu patria, de tus creencias. Te habrán señalado con el dedo y te lo habrán metido en el culo. Habrás asistido al funeral de tus sueños, a la violación de tu pureza y a la indiferencia de tu Dios. El chiquero de Job será tu lugar de descanso y el espejo tu juez. Habrás mentido y envidiado, traicionado a los que te amaron y mendigado amor a los que te despreciaban, habrás malversado el patrimonio de tu corazón y de tu inteligencia y habrás aprendido a sonreír mientras tanto, y una noche por fin, sentado en el inodoro, te sorprenderá el Ángel del Señor con su ojo de cíclope, su sexo exfoliado, sus tres pares de alas y su vozarrón de trueno, y te dirá oh el último de los hombres, come tu mierda. Y te la comerás. Agradecido y lleno de comprensión te la comerás, llorando de agradecimiento y sabiduría, te comerás tu mierda. Y sólo entonces, y no antes de estas pruebas, serás un hombre, hijo mío. –Ah, al demonio -dije yo-. No lo sé, no lo sé. Ocurre que no me gusta despilfarrar los billetes duramente ganados, eso es todo. La señorita Cavarozzi abrió y cerró varias veces su manito, saludándonos. Me hice el que no la vi. Algo le causó gracia y rió con pequeñas convulsiones. Un gorrión, pensé. Un gorrión mientras se baña. –Qué -dijiste. Bueno, otra vez lastarria guerra de 1939-1945, y era una película toda manchada, con rayas y grietas, y se podíavidear que había sido hecha por los alemanes. Comenzaba con las águilas alemanas y la bandera nazi y esa cruz toda retorcida que a losmálchicos de la escuela les gusta dibujar, y había oficiales alemanes muy altaneros ynadmeños caminando por calles polvorientas, entre agujeros de bombas y edificios caídos. Después se vieron unosliudos fusilados contra la pared, oficiales dandoórdenes y también horriblesplotosnagos tirados en las alcantarillas, todos como jaulas de costillas peladas y lasnogas blancas y delgadas. Después aparecían otrosliudos quecrichaban, pero eso no se oía en la banda de sonido, oh hermanos -el único sonido era la música-, y los oficiales lostolchocaban mientras se los llevaban a la rastra. Y en eso, a pesar de todo el dolor y las náuseas, comprendí que la música que resonaba y crepitaba en la banda de sonido era de Ludwig van, el último movimiento de la Quinta Sinfonía, y entoncescriché como unbesuño: -¡Basta! -criché-. Basta,sodosgrasños y asquerosos.¡Un pecado, sí, eso, eso, un sucio e imperdonable pecado,brachnos! -No suspendieron en seguida la filmación, porque sólo faltaban un minuto o dos- unosliudos apaleados ycrobosos, más pelotones de fusilamiento, luego la vieja bandera nazi y FIN. Pero cuando se encendieron las luces, este doctor Brodsky y también el doctor Branom estaban de pie frente a mí, y el doctor Brodsky decía: Camargo empezó a pensar entonces que ella tampoco debía de tocar al padre, aunque ambos compartían el dormitorio y la cama. Cada vez que los había visto dormidos, estaban yaciendo de costado, en extremos opuestos, separados por una colcha enrollada. En aquellos primeros años a Camargo le interesaba poco elpadre porque tampoco él pasaba mucho tiempo en la casa. Era técnico de sonidos y tenía un taller en la radio donde fabricaba los efectos especiales que se oían en las novelas. Usaba cocos partidos en dos para imitar el galope de los caballos, y cubiletes llenos de sal gruesa que, al ser agitados, evocaban los pasos de los amantes sobre las hojas secas del otoño. Delante de la madre se pavoneaba diciéndole que ningún sonido era para él imposible de reproducir: el roce de las [alas, el suspiro de la brisa entre los árboles, un desfile militar, un partido de tenis. –¿Qué es esto? ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo se atreven a entrar en mi casa sin permiso? -Todo el tiempo le temblaba lagolosa, y también lasrucas . Le dije: …rosa evadida de la muerte, flor sin otoño, espejo mío, cuya forma cabal y único nombre conoceré algún día, si, como espero, hay un día en que la sed del hombre da con el agua justa y el exacto manantial. Ella le sonrió, compasiva. Al sonreír, alzaba tanto el labia superior que la franja de las encías quedaba a la vista. Aquélla era una noche de malos entendidos, de palabras que no significaban lo que decían. Le había bajado tanto la presión que la sangre se le volvió hielo. Si no bebía un brandy se le aflojarían las piernas. Hay un par de bares en la ciudad, le informaron los caseros, pero nunca hemos visto allí a mujeres solas. Va a ser mejor que mi marido la acompañe y la espere en la calle, decidió la esposa. Con esta cerrazón de la noche, usted y el chofer pueden volver a perderse. No hay más de veinte minutos hasta esos boliches, ida y vuelta..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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