15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Chico -dijo después de un momento-. Para mí todos ustedes tienen casi la misma edad. En este punto, hermano, unplenio que estaba cerca del fondo dejó oír unchumchum de música labial -prrrrrp- y loschasos bestias se pusieron a trabajar sin demora, corriendo realmentescorro a la escena delchumchum, descargando feos golpes ytolchocando a derecha ya izquierda. Al fin loschasos cayeron sobre unplenio pobre y tembloroso, muy flaco,malenco ystarrio, y lo sacaron a la rastra, pero elplenio no paraba de crichar: -No fui yo, vean, fueél. -Nadie le hizo caso. Lotolchocaron a fondo y al final lo sacaron de la capilla, mientras elvecocrichaba como unbesuño. –Calificar, calificar -dijo-. Aprobalos. Se alejaron hacia la casa. Vos no hablabas. Un día más, por qué no. Darse la tregua de un día más, pensó con la desconcertada alegría de quien acaba de hacer un descubrimiento. Un día, una semana más. Quién podría impedirlo. De esa postergación dependían muchas cosas, cómo saber cuáles. Y era por primera vez, o fue, por un instante, una alegría genuina, sin mezcla de ningún otro sentimiento, algo extraño y conmovedor que de pronto le otorgaba un formidable poder sobre su vida. Muchos años después, cuando ya apenas recordara este minuto, pensaría que la felicidad, ese malentendido que los hombres llaman felicidad, no era sino unas cuantas de estas alegrías mínimas, dos o tres de estas frágiles burbujas, el pequeño planeta tenue que un hombre construye voluntariamente a su alrededor y en el que reina unos segundos, supo en ese mismo momento que algún día iba a pensarlo,se viopensarlo, supo esto y otras muchas cosas como si mirase a través de una grieta abierta en la oscuridad. ¿Quién era ese borracho que caminaba riendo con una mujer desconocida por un largo pasillo en sombras detrás de cuya última puerta acechaba un perro?, ¿quién, si no él, era ese que leía sentado en el suelo y a la luz de un fósforo una postal de Navidad fechada en Inglaterra?, ¿qué clase de carta estoy escribiendo en la barriga espasmódica de mi amigo el Leviatán?, ¿hacia dónde va o de dónde vuelve Esteban Espósito llevando en la mano un mapa dibujado a lápiz por una sirenita…? Pero la luz volvió a la casa de Verónica y su regreso fue recibido por esa exaltación festiva y aliviada con que las mujeres y los pájaros, entre todos los animales, celebran este tipo de resurrecciones, hecho que Espósito te hizo notar y vos dijiste que eso de los animales no sabías bien cómo tomarlo, a lo que él respondió que justamente. Justamente en eso se manifestaba tu naturaleza primitiva y edénica y, por así decirlo, animal, ya que la comparación que él acababa de hacer entre pájaros y mujeres era bastante poética. Y la risa de Espósito debió ser algo verdaderamente nuevo para vos, porque te quedaste mirándolo con una especie de desconfiada curiosidad. –Me lo imaginaba. Es peligroso. Mi hermana Gloría es una mujer fantástica, de armas tomar. A su primer marido, un borrachín de siete suelas, culibajito y grosero, lo tomó una noche del cuello de la camisa, lo llevó al balcón, y desde el penthouse de su edificio de apartamentos de siete pisos del que ella es dueña (y que en un país de indigentes le produce una millonada al mes) lo soltó al vacío como un calzón cagado. ¡Tas! Cayó el borrachito de culos pataleando. Sobrevivió. Y por ahí anda con otra mujer, borracho y descaderado, engendrando hijos y más hijos y bebiendo aguardiente y más aguardiente que es lo que hacen allá. Dizque ésa es la felicidad. Con alivio, ves a la empleada de la limpieza ponerse el abrigo y apagar todas las luces en el departamento de enfrente. Es posible que la mujer le haya dado vacaciones mientras esté de viaje en Rió. Has pensado en eso cuando la empleada, antes de marcharse, ha doblado y separado la ropa de la mujer en varias pilas que deja junto a la valija: la lencería por un lado, las faldas y las blusas por otro. Alcanzaste a distinguir algunas sandalias y trajes de baño. Se trata, claramente, de una excursión romántica: no hay en el equipaje ninguno de los vestidos formales que la mujer necesitaría si tuviera entrevistas con informantes del gobierno, como le ha dicho al incauto Maestro. –Sí, sí, sí, llámelos, protéjame de estos viejos locos. -Observé que elveco empleado no tenía muchas ganas de meterse en ladratsada ni de salvarme de la rabia y la locura de esosvecosstarrios; de modo que enderezó para la oficina, o para el lugar donde estaba el teléfono. Ahora los viejos jadeaban mucho, y me pareció que si les daba un empujón se irían al suelo, pero me dejé sujetar, muy paciente, por todas esasrucasstarrias, cerrando losglasos y sintiendo los débilestolchocos en ellitso, yslusando también las viejasgolosas jadeantes y agitadas quecrichaban: -Puerco joven, asesino, matón, bandido, liquídenlo. -En eso recibí untolchoco realmente doloroso en la nariz, así que me dije al diablo al diablo, abrí losglasos y empecé a pelear para librarme, lo que no fue difícil, hermanos, y me fui corriendo ycrichando a la especie de vestíbulo que estaba fuera de la sala de lectura. Pero losstarrios vengadores vinieron detrás, jadeando como moribundos, alzando las garras animales que trataban de clavarse en Vuestro Amigo y Humilde Narrador. Allí tropecé y caí al suelo, y me patearon otra vez, y entoncesslusé lasgolosas de unosvecos jóvenes quecrichaban: -Está bien, está bien, basta ya -y comprendí que había llegado la policía. –Basta de esa charla sobre losmilitsos -dijo P. R. Deltoid con voz cansada, pero siempre meciéndose. -El mero hecho de que la policía no te haya atrapado últimamente no significa, como tú lo sabes muy bien, que no hayas estado cometiendo algunas fechorías. Hubo una peleíta anoche, ¿no es cierto? Un encuentro connochos, y cadenas de bicicleta, y cosas por el estilo. Uno de los amigos de cierto joven gordo fue recogido por la ambulancia cerca de la central eléctrica y hospitalizado, y tenía heridas bastante desagradables, sí. Se mencionó tu nombre. La noticia me llegó por las vías usuales. También aparecen mencionados algunos de tus amigos. Según dicen, anoche se cometieron delitos bastante variados. Oh, nadie puede probar nada acerca de nadie,como de costumbre. Pero te lo advierto, pequeño Alex, porque como siempre soy tu buen amigo, el único miembro de esta maltrecha y enfermiza comunidad que desea salvarte de ti mismo. –Scorpio. And you? El diario, sin embargo, es lo de menos. Lo de más es la culpa que podrías sentir si te quedás. ¿No será mejor que viajés a Chicago? Maestro es ingenioso pero no organizado. Desconoce a la tropa, ignora cuál de los redactores se entera por el celular de lo que pasa en Olivos mientras almuerza en su casa con la familia. No se fía tampoco de los consejos de Sicardi. Vas a tener que darle una mano con las escaramuzas de mañana. Le sugerís que ponga a Remis tras las huellas del vice dimitente. Le dejás por escrito un detallado plan de operaciones: que a las ocho de la mañana lo encuentre en el café de la esquina de su casa, donde acostumbra tomar el desayuno; que siga paso a paso la escritura de la renuncia, el llanto de la esposa, las llamadas infructuosas desde Olivos tratando de disuadirlo, la conferencia de prensa en la que se despide, la soledad del hogar y la congoja de la gente. ¿Remis?, se extraña Maestro. ¿No estamos por echarla? Sí, y eso qué importa?, respondes. Lleva meses trabajando con negligencia y además robándonos. Mañana démosle la oportunidad de devolver lo que nos debe. Ocupate de que cumpla. Que Sicardi confirme de tanto en tanto si está en su puesto. Y no la dejés irse hasta que no hayas enviado al taller el último punto y aparte de la historia. Vos la quedas, Camargo, se atreve a decir Maestro. Hasta hace poco la seguías queriendo. Por eso mismo, contestás. Nunca permito que los sentimientos se mezclen con el trabajo. Todavía es útil. Sabe narrar con la destreza de Victoria Ocampo y es tan insidiosa como Patricia Highsmith. También es dañina. –Te has de haber tragado el hielo -dijo Santiago. Título original De súbito presencié la escena: un perro moribundo había ido a caer al arroyo. Hubiera querido seguir y no ver, no saber, pero el perro con una llamada muda, angustiada, ineludible me llamaba arrastrándome hacia su muerte. Resbalando, bajo el aguacero, bajé con Alexis al caño: era uno de esos perros criollos callejeros, corrientes, que en Bogotá llaman "gozques" y en Medellín no sé como, o sí, perros "chandosos". La voz funeral de Edmundo Rivero cantaba a Discépolo como si estuviera salmodiandoEgo sum aba cucaniensisen el sótano del convento de Burana. Grandes salchichones colgaban del techo. Una fotografía de la puerta donde Lutero clavó en 1517 sus proposiciones contra el Papado, junto a la célebre instantánea de Leguizamo con Gardel. Todo esto a un paso de los aldabones españoles del Colegio Monserrat, de las cúpulas barrocas coloniales de la Catedral, de la estatua enana y patizamba de don Jerónimo. "Cambalache", dijiste en voz baja; pero tal vez te referías al tango. Igual te miré con desconfianza. Tenías el tipo justo de adolescente telepática que hace imaginar cosas a los varones de mí tipo.Sobre todo a las dos de la mañana y después de unos whiskies. Los ojos, tal vez: de egipcia. Algo separados. Más verdes que pardos, magnificados hasta el escándalo por la sombra de la pintura. O tal vez el pelo. Traté de imaginarte con la cara lavada y el pelo corto. No cambió nada, salvo la época. Una joven de los años veinte, vestido plateado muy suelto por encima de las rodillas, vincha, una estrellita en el pómulo y collar hasta el ombligo, bailando elshimmycon largas piernas indecorosas mientras adivina mis pensamientos y oculta sus propias ideas taciturnas de gata o de serpiente.Cambalache,habías dicho, arrastrando la segunda a. Tal vez era sólo eso, cierta cadencia en las palabras que le daba a tu voz un matiz burlón y un poco triste. Tal vez era yo. Mejor pido otro whisky, pensé, y le hice una seña al mozo. Dale nomás, decía Discépolo profetice y festivo, dale que va, que allá en el Horno nos vamo'a encontrar. Muy probable, sí. Lutero y Discépolo en el Horno, Gardel y Leguizamo en el Cielo, y yo a una cuadra de la Catedral de Córdoba con los pies empapados mirándote sobre un fondo de alegres bebedores de cerveza, perdiendo el tiempo en querer acostarme con vos como si fuéramos Cleopatra y Marco Antonio. Qué cambalache, realmente. –Yo si me acuerdo. Aquí tengo en la computadora del coconut archivado todo tu expediente, el sumario. Con la sífilis entró el sida, fue una infección mixta la tuya, promiscua, por una desaforada promiscuidad. Pero bueno, no te lo estoy reprochando, simplemente estoy comentando. Por interéscientífico. –Vamos -dije-. No entiendo. Los viejos tiempos están muertos y enterrados. Ya me castigaron por lo que hice. Y me han curado..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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