15 de enero de 2025
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En fin, me soltaron elploto atado al sillón y la piel encima de losglasos, así que pude abrirlos y cerrarlos de nuevo, y bien que los cerré, oh hermanos míos, por el dolor y los latidos de lagolová, y luego me pusieron en la vieja silla de ruedas, y sentí que me llevaban a mimalenco dormitorio, y elsubveco que empujaba el carrito canturreaba una podrida canción pop, de modo que casi rugí: -Cállate de una vez -pero se limitó asmecar y dijo: -No te preocupes, amigo -y siguió cantando más fuerte. Me pusieron en la cama, pero yo seguíabolnoyo y no podía dormir, aunque pronto empecé a sentirme unmalenco mejor, y ahí nomás me trajeron unchai caliente con muchomoloco ysacarro, y alpitearlo comprendí que la horrible pesadilla era cosa pasada y concluida. En eso entró el doctor Branom, todo simpatía y sonrisas, y me dijo: Cortina musical de Sibelius; cuento hasta diez y empiezo, lo juro. No, querido, ya, sobre la marcha dirás vine a Córdoba huyéndole a dos cosas que son la misma, a la espantosa angustia de no ser ya adolescente, nunca más serlo, jamás volver a serlo ni cantar Osolé míopor las galerías del Colegio Nacional de San Pedro, pase Espósito, no estudié, y Julieta Capuleto mirándote entre orgullosa y seguramente alarmada pensando él no estudió porque sufre. Voy a matarme ahora mismo, ahí está. Lo único que me falta es el gato de Pavese. Pero nunca voy a matarme, capaz que allá no hay nada. La cara torcida, además, toda llena de sangre; los sesos amarillos contra las paredes. La fealdad es innoble. ¿Cómo?, ¿qué? Lo otro, querido alfeñique de cuarenta y cinco kilos convertido para siempre en Charles Atlas, lo otro, la otra parte de las dos cosas que son una, la parte donde se narra por fin la decisión impostergable de quien huyendo a Córdoba se encontró con la sorpresa de no ser ya adolescente y va a tener que aceptarlo. ¿Conforme, ahora? Me llamo Esteban Espósito. Ni nombre de escritor tengo. al cerro. Mi voz mientras subo alómnibus. Al Cerro de las Rosas. Mi voz como si fuera de otro. O la voz de Esteban Espósito como si fuera la mía. Ya da lo mismo. Lo que no debería ser contado de ninguna manera puede contarse por fin de cualquier manera. Espósito le da sus últimos cincuenta pesos al guarda y sin recoger el boleto o esperar el vuelto se sienta en la oscuridad. El astrólogo también está en el ómnibus. Viaja conmigo al Cerro. Conmigo o con nosotros. O Esteban con ellos. El guarda está mirando con gesto ambiguo. Mezcla de conmiseración y asco que inspira en la gente normal la gente enferma. Hay una cofradía de la salud. La especie se defiende de los tipos como Espósito, y hace lo justo, no son confiables. Debo de tener fiebre. Los ojos me arden y estoy tan cansado que si el guarda no me trae el vuelto no se lo pido. Desnudo vine al mundo y, por lo menos hasta hoy, me las arreglé bastante bienpara seguir vivo. ¡ La Luna! Rodando vertiginosamente sobre las casas, luna loca, luna muchacha purísima desnuda desvelada novia de los campanarios. El burrito de Belén está en la Luna, lleva al Niño y a María huyendo del rey Herodes. Todo eso, Esteban, se ve en la Luna si uno mira con atención y sobre todo si es un buen nene y toma toda la nutritiva sopa de cereales. El Universo es horrible, madre mía que me obligas a tomar toda la asquerosa cucharada de Quaker Oats, no ves mujer sin alma mis transparentes lágrimas como platos cayendo sobre el plato. Soy un niño apenas. Para dejar de serlo glup. Toma y daca. Para ser grande y fornido, glup. Coma caca. Para dejar de ser niño y venir grande y ver cosas entre los astros. Siempre lo mismo. Dejar y. O esto o lo otro. Estoy podrido de este pueblo, harto hasta la agonía del hermoso río de San Pedro y de sus atardeceres volcados a paladas sobre la arena y del campanario de la iglesia del Socorro. Único en el mundo, creo. Único campanario del mundo levantado en la parte de atrás de un templo. Como mirando el río. Todo en este pueblo mira hacia el río. La estatua de Fray Cayetano Rodríguez mira al río. Tus ojos, esta tarde, miran mirando el río. Hay que irse. Expulsarse a sí mismo de los paraísos de la infancia o el tiempo nos transforma en árbol, en agua, en atardecer, en piedra de la memoria. ¿Cuándo lo decidiste? Ayer a la siesta, en casa. Cuando te vi entre los árboles comiendo una naranja. Glup. Cara o ceca. Siempre. Las mismas palabras de Santiago. Y se tomaba un aguardiente. Mete el oficiante la sonda y la va girando, girando, hasta que con un poco de suerte (y siempre y cuando no hayan echado fetos) desobstruye el taco. Acto seguido jala la cadena y lo inefable fluye, baja rumbo a las entrañas de la urbe a llevar con canto de agua, hasta las más profundas oquedades del subsuelo, la luz del Evangelio. Creo sinceramente que todo Papa debe enterarse de estas cosas antes de ponerse a hablar. ¡O qué! ¿Magister dixit urbi et orbi? –Entonces decíme a quién querés más: a él o a mí. Carlos graduó la nueva botella, y las goticas que en un principio cayeron rápido se dieron a desgranarse pausadamente, calmadamente, al ritmo incesante y seguro de un rosario. –Usted sabe perfectamente de lo que estamos hablando. Aunque en la ventana de enfrente sólo hay oscuridad y vacío, vas con frecuencia al telescopio Bushnell y ajustás la mira. Volvés a oír el cuarteto en re mayor de Franck pero de pronto, cuando irrumpe de nuevo el scherzo, tu humor cambia de la melancolía a la tragedia: dejás que re envuelva ahora la Gran Fuga de Beethoven, cuyas variaciones y ritmos matemáticos vas salmodiando tantas veces que ya no sabrías discernir si la música ha nacido de vos o si la has aprendido esa noche en la que todo te pertenece, Camargo. Ni siquiera Dios podría mover de su quicio tantos destinos como los que están ahora en tus manos. El próximo muerto de Alexis fue un vivo en el cementerio. En el Cementerio de San Pedro donde yacen descansando todas las notabilidades de Antioquia menos yo. El vivo muerto era el joven guardián de una tumba, y la tumba un mausoleodiscoteca con casetera sonando a todas horas para entretener en su vacío eterno, esencial, a una temible familia de sicarios allí enterrada, cuyos miembros fueron cayendo, uno por uno, uno tras otro"sacrificados", según rezaban sus lápidas pero sin decir por qué causa, por la blanca causa de la coca. La señora de la otra mesa pagó y se fue. Vos, sin mirarme, sostenías en la punta de los dedos uno de los terrones de azúcar. –Así que ahora -dije- ustedes quieren que yo vuelva a casa, y que todo quede como antes. –De qué estás hablando, Bastían. –A quién -dijo Santiago. Mi tesis era que había que arrancárselo a las manos voraces del hambre y de la Loca y hacerlo comer. Tiene que haber algo más en algún lugar del departamento, ahora que lo piensa, porque ella se ha comportado de un modo extraño en los últimos días. Sus gestos ante el espejo han sido más morosos, más insinuantes, y a veces camina de un cuarto a otro distraída, como si se hubiera perdido a s(misma. Si hay algo, tiene que estar en el escritorio: fotos, copias de cartas, recortes de revistas, allí guarda todo lo que podría delatarla. Además, no se le cruza por la cabeza la sospecha de que estén espiándola. Se siente a salvo. Fuera de la empleada de la limpieza, nadie más entra en la casa. La mujer ha preservado ese espacio para ella sola y no recibe visitas. Habría que averiguar si el aislamiento es voluntario, si de veras está contenta así o sólo finge. ¡Y vuelta al beethoveniano redoble de timbales en apoteosis! Le salían en la frente unos tremendos chichones como de marido engañado. El Vesubio,leí. Un cartel de latón con el dibujo en colores de un volcán.El corazón de Nápoles en el centro de Córdoba.Eso, en la vereda enfrente, ante lo que parecía ser una cantina o una trattoria; en esta vereda, el Colegio Monserrat, su portalón cribado de remaches, sus paredes amarillas y sus rejas. Y, aferrado a las rejas, el fantasma de Monteagudo buscando eludir la vigilancia del todavía más remoto fantasma del obispo Duarte para cruzar hasta El Vesubio y comerse una porción de muzzarella. Alrededor del volcán, y sobre su cráter, el Mediterráneo y el cielo eran azules como los ojos de Julia Felice; del cráter brotaba una suerte de humito alegórico. Fue tan inesperado que me ofendí. Camargo observaba el aire, apartado de sí mismo. Se le había borrado el entusiasmo o quizá su ánimo estaba mudando, como una larva, hacia un entusiasmo distinto..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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