15 de enero de 2025
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¿Sería verdad esta vez que iba a morir? No se veía ningún presagio en el cielo sombrío: sólo falsos infartos y falsas alarmas. Habría querido decirle a Brenda que dejara a la madre en paz. Ella era feliz sola entre los pájaros. Le dijo en cambio: Vos. Me acerqué. Me habías tomado las dos manos con un movimiento sosegado que me gustaría saber describir. Hay gestos en los que apenas interviene el cuerpo. Nacen en otro lugar, en un centro que no está en nosotros. –Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo que quizá te parezca una afirmación muy contradictoria. Sé que esto me costará muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien. Son problemas profundos y difíciles, pequeño 6655321. Pero lo único que deseo decirte ahora es esto: si en algún momento del futuro evocas esta situación y me recuerdas, a mí, el más bajo y humilde servidor de Dios, te ruego que no me juzgues en tu corazón, ni creas de algún modo que soy parte en eso que te estará ocurriendo. Y ahora, hablando de ruegos, advierto con tristeza que ya no servirá de mucho rogar por ti. Estás entrando en una región nueva, fuera del alcance de la plegaria. Una cosa terrible, si bien se mira. Y sin embargo, en cierto sentido, al aceptar que te priven de la capacidad de tomar una decisión ética, en cierto sentido realmente has elegido el bien. O por lo menos eso quisiera creer. Eso quisiera creer, Dios nos asista a todos, 6655321. -Y aquí se echó a llorar. Pero yo no le presté mucha atención, hermanos, y me limité asmecar discretamente por dentro, porque uno podíavidear que había estadopiteando el viejo whisky; y en seguida el chaplino retiró una botella de un estante del escritorio y empezó a servirse una dosisbolche, realmente joroschó en un vaso muy grasiento ygrasño. Tragó el líquido, y luego dijo: -Tal vez todo marche bien, ¿quién sabe? La voluntad de Dios sigue caminos misteriosos. -Y empezó a cantar un himno congolosa rica y sonora. Se abrió la puerta y loschasos metolchocaron de vuelta a la celdavonosa; pero el viejochaplino continuó entonando el himno. Traté de olvidar qué cosa desagradable había estado a punto de ocurrirme, y en qué esferas, y, por un procedimiento que me recuerdo usando desde la niñez, hice descender lentamente en algún sitio dentro de mi cabeza una compuerta pesadísima. Santiago entonces me preguntó algo y yo contesté cualquier disparate. La puntada de la noche anterior, alojada todavía en el centro de la nuca, se dilató espesamente. Un dolor familiar, un modo de tener cerebro. –Hablo en serio. Nunca he hablado más en serio en toda la vida. Estoy mal, Germán. No voy a viajar. No puedo. Una vez a uno. –Y en qué se parecía a mí. –Como el deGunga-Din -dijiste-. La parte aquella del elefante. Quien tenga una idea del modo en que Estanislao López y Lamadrid batieron al caudillo Ramírez, puede, alterando una o dos circunstancias secundarias, figurarse la táctica que emplearon en Ojo de Agua para enfrentar a las tropas del abuelo Laureano. Estanislao López, como se sabe, antes de tener sus primeras líneas frente a Ramírez había emboscado sus mejores hombres, con los blandengues y dragones del coronel Lamadrid, detrás de sus líneas. Acá también las emboscó; pero delante. Para comprender esto hay que imaginar el sitio. Una vasta planicie triangular, interrumpida suavemente, a mitad de camino entre la base y el vértice, por una ligera lomada que, si bien permite ver allá lejos las líneas de López como las vio riéndose el abuelo, oculta cualquier cosa que estéinmediatamente detrásde esa loma. Todo lo cual equivale, en escala argentina, a la célebre rodada aquella con que Víctor Hugo, interrumpiendo por sorpresa la narración de Losmiserables,explica la derrota de Napoleón en Waterloo, rodada que vino a acontecer más o menos donde Waterloo formaba el travesaño de la gran A, sólo que allá era una hondonada y en Ojo de Agua una lomita. No se crea, sin embargo, que Lamadrid cometió el desatino de esperar a la caballería de Laureano ahí mismo. El declive no estan pronunciadocomopara que, al acercarse el abuelo, sus hombres no advirtieran a tiempo la emboscada, y los blandengues y dragones no eran tantos como para presentar batalla de primera intención. La idea fue otra. Y si uno se imagina la Historia Nacional como si la viera desde arriba, comentó el astrólogo esa noche en el Cerro de las Rosas, mientras Lalo contaba los hechos y desplegaba con precisión militar ilusorias baterías y tropas de soldaditos de madera sobre la piel de oso dela alfombra, si uno se imagina esta fábula o enxiemplo desde la horqueta de la Vía Láctea, resulta un espectáculo hermoso. Porque mientras Laureano avanzaba desde el sur hacia el travesaño de la gran A, hacia la loma, los jinetes de Lamadrid, ocultos del otro lado, abriéndose en dos alas, se apartaban lentamente hacia los costados del triángulo e iban como dándole paso mientras López venía desde el norte, y ellos, los blandengues y dragones, volvían a juntarse al sur de la loma, detrás de Laureano, y comenzaban a subir la cuesta a espaldas del abuelo. Si Laureano, como era previsible, arrollaba a las tropas de López, no tendría más remedio que reorganizar a su gente, como una fatalidad, en algún lugar del valle, es decir, prácticamente debajo de la caballería de Lamadrid, a la que ahora debería quebrar no sólo con López recomponiéndose a su espalda sino subiendo él la cuesta, con varios cientos de hombres menos y los caballos y los brazos cansados. Quebrar a Lamadrid o resignarse a quedar en el medio, esperando la muerte entre dos cargas. Estas cosas van a suceder, sin que nadie pueda evitarlo, una madrugada del año 1821. Ahora todavía es el atardecer del día anterior, y Laureano, desde un improvisado mirador del campamento observa, allá lejos, los movimientos de López. Ladrón de vacas, piensa. Y piensa que sin Ramírez y Artigas la causa de la Confederación ya no existe. Mansilla traicionó a Ramírez; Carreras se volvió a Chile, si es que no lo degollaron; López lo traicionó a él, y ahí está defendiendo las vacas de Buenos Aires con un ejército de santafecinos. Diez años antes, o incluso tres o cuatro años antes, todo era claro todavía. Teníamos un designio y un destino, piensa el abuelo. Se trataba de expulsar a los españoles del suelo americano y hacer de las provincias unidas del sur una nación confederada e independiente, aun cuando las palabras América y Nación fueran, en la cabeza de aquellos hombres, comarcas nebulosas y vagas que el pensamiento era incapaz de abarcar. Sobre todo, quizá, la palabra Nación. Una tierra interminable que se alargaba hacia el sur desconocido y tenía la forma invertida de este campo de batalla que Laureano recorría ahora con sus ojos desde lo alto del mangrullo: su forma geométrica y también la forma de su amenazante misterio. ¿Qué era el sur? El sur, para el abuelo, era la pampa, y a la izquierda de la pampa -tal como Laureano imagina el mapa de la Argentina desde allá arriba-, al este, contra el Atlántico, una ciudad arrogante y autoritaria que desde hacía años venía decidiendo el destino de toda esta tierra. Y desangrándola y robándola, pensó Laureano,y éstas sí fueron exactamente las palabras que se formaron en su cabeza. Una ciudad poblada de hombres incomprensibles que a veces le parecían más extranjeros que cualquier godo o realista que aún quedara en América o que cualquier gringo que viviera más arriba del Perú. Los porteños. Con sus Directorios y sus intelectuales leguleyos y sus Constituciones. Porque el problema, explicó Lalo esa noche en el Cerro mientras colocaba unos soldaditos de caballería en el morro del oso y murmuraba "López", el problema fue la Constitución de 1819, espero que tengan alguna idea sobre la historia del país en que viven. Y acá al norte de la loma, dijo después, la caballería oculta del abuelo Gregorio. "Querrá decir Laureano", lo interrumpió alguien, pero Lalo dijo que no. Gregorio. Gregorio Aráoz de Lamadrid, que es o fue algo así como mi tío tatarabuelo; Laureano es éste y es el abuelazo de Verónica y por ahora está meditando acá, en este florero, que viene a ser el mangrullo. ¿En qué piensa el abuelo? Piensa en los constitucionales del 19, habitantes de un país fantástico que estaba sólo en sus cabezas, quienes imaginaron una constitución monárquica y aristocrática en un país sin rey ni aristocracia, retóricamente democrática en un país sin opinión pública, y básicamente unitaria en un país hecho de tradiciones territoriales casi salvajes, un país instintivamente federal hasta cuando era colonia española. Ni el santafecino Estanislao López ni el entrerriano Ramírez ni el viejo Artigas aceptaron esa constitución. Ni siquiera la aceptó Manuel, recordaba con orgullo Laureano mientras veía ponerse el penúltimo sol de sus días. ¿O no había sido Laureano Zamudio uno de aquellos jefes del Ejército del Alto Perú ante quienes el cansadoy enfermo general Belgrano dijo: "Esta constitución y la forma de gobierno adoptada por ella no es en mi opinión la que conviene al país, pero habiéndola sancionado el Soberano Congreso Constituyente, seré el primero en obedecerla y hacerla observar"? Palabras que el montonero jujeño que había en el corazón del abuelo interpretó como una tácita apelación a su libertad de conciencia, y esa misma noche licenció por su cuenta a sus paisanos, cruzó el río abrazado al cogote de su caballo y volvió a formar un ejército propio, y se unió a López y a Ramírez y a Artigas, porque sabía que el absolutismo español ya estaba medio muerto, pero sentía que acababa de nacer el absolutismo porteño. Tal vez me equivoqué, piensa el abuelo viendo allá lejos, muy detrás de la loma, el movimiento de las líneas de López: tal vez tiene razón Estanislao que pactó con Buenos Aires y ahora está allá enfrente convidándome a peliar. Tal vez tiene razón Mansilla, que abandonó a Ramírez como una vez Ramírez abandonó a Artigas y como yo mismo abandoné a Manuel. Tal vez sea imposible volver a atar los caballos a la pirámide de Mayo y demostrarles a los porteños que la patria es más grande que esa plaza desde la que imaginan gobernar la tierra. Si hasta Rosas se volvió a su estancia y ahí anda, pialando terneros y jugando al domador en Los Cerrillos. Tal vez me equivoqué yo o nos traicionaron o la patria ya no tiene destino, o yo dejé de entender los tiempos que vivimos, pero mañana, en cuanto aclare, cargo contra ese santafecino ladrón de vacas y lo deshago, y uno de estos días me amanezco en Buenos Aires y lo peleo al gobierno si hace falta. Y se bajó del mangrullo. Si sólo llegara Ramírez, piensa. –¿Hepatoma? ¿Cáncer del hígado? ¿Habráse visto mayor necedad? Puesto que tiene várices esofágicas es cirrosis. –Ya no estoy triste. Después de todo lo que Ángela sufrió, el final fue casi un alivio. Cruzamos el parque y al pasar junto a la estatua se alzó un revuelo de palomas que me avivó el recuerdo. Y recordé la tarde en que volví a esta iglesia a rogar por mí y a llorar por él, por mi niño, Alexis, el único. El astrólogo dejó de examinarme la mano dijo que era interesante, sumamente interesante. "Y en especial", dijo, "el dedo lúdico." Agregó que naturalmente ya volveríamos a encontrarnos. Y a hablar. Había una línea rara, además, y hasta inquietante: demasiado orientada hacia el centro abisma. Abisma. Se interrumpió pestañeando; abrió los ojos como quien está a punto de estornudar. "¡Abismático!", dijo al fin. "Hacia el abismático centro de la mano… ¡A la Ciudad Universitaria, postillón!", le ordenó al hombre del taxi, y yo no me asombré de que, cada cual por su lado, fuéramos todos en el mismo rumbo. "Ah, otra cosa", alcanzó a decir, dándose leves y repetidos golpecitos con el dedo meñique en mitad de la frente. Él, de ser yo, de tener esa singularísima línea (que ahora, para mi ilustración, situaba en su guante de pécari), él se cuidaría del alcohol y de los golpes. De ciertos golpes. El coche ya arrancaba; Santiago, tomándome del brazo, me arrastró hacia la vereda; dijo que mejor huyéramos de esa zona. Zona de tráfico, la llamó. Yo miraba alejarse el coche. En la cabeza: de los golpes en la cabeza. Y esto no lo escuché porque el señor Urba no lo dijo; lo deduje de su gesto. Había sacado su propia cabeza por la ventanilla, de espaldas, es decir, con la nuca hacia nosotros, y como un comediante que está seguro del efecto que ha causado, sin requerir nuestra atención pero dando por hecho que la tiene, iba señalándose con un dedo la coronilla. Eso, hermanos míos, era lo que me preguntaba a la mañana siguiente, de pie fuera del edificio blanco que estaba como encajado en la viejastaja, vestido con misplatis nocturnos de dos años antes, a la luz gris del amanecer, con unamalenca bolsa donde tenía mis pocasvesches personales y algo de dinero amablemente donado por lasvonosas Autoridades para ayudarme a empezar la nueva vida. –La tuya..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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