15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Pasé. Descargué la maleta en el piso y entonces vi a la Muerte en la escalera, instalada allí la puta perra con su sonrisita inefable, en el primer escalón. había vuelto. Si por lo menos fuera por mí… ¡Qué va! A este su servidor (suyo de usted, no de ella) le tiene respeto. Me ve y se aparta, como cuando se tropezaban los haitianos en la calle con Duvalier. El dragón lo miraba a los ojos. Entonces volvió a oír el «gruac gruac» del pájaro. Que si yo lo oía. Todo sucede tal como lo has previsto. La realidad nunca se te subleva, pero hay en ella intensidades que no debés descuidar. Si asoma alguna rebeldía en Momir, ya sabés cómo remediarla: bajo la manga de tu saco, sujeta por un tirante, llevás a tu alcance una navaja infalible. Más vale que no intente algún ardid porque vas a matarlo sin asco. Nadie lo echará de menos y la canalla que lo acompaña se cuidará de quejarse. Tampoco a la mujer de enfrente le has dejado margen para que se defienda: su destino está sellado y nada lo va a cambiar. –Podríamos decir que es un caso critico, señor. 28 de febrero de 2003 –Rompan lo que gusten -dijo-. Yo me retiro a mis ruinas. La niña del camafeo te conducirá a tu cuarto. Pero permítaseme volver atrás unas páginas para seguir adelante: al brumoso Alto de Minas que me envuelve con su manto. Así procedo yo, construyendo sobre lo ya escrito, sobre lo ya vivido. El hombre no es más que una mísera trama de recuerdos, que son los que guían sus pasos. Y perdón por el abuso de hablar en nombre de ustedes pues donde dije con suficiencia «el hombre» he debido decir humildemente «yo». Mi futuro está en manos de mi pasado, que lo dicta, y del azar, que es ciego. Y tocar el clavecín, como dijo Bach, es muy fácil: hay que pulsar la nota justa en el momento justo con la intensidad justa. –Para qué. Ahora todo se volvió estúpido. La otra vez, cuando volvía de Suiza, vi a un cristiano bajando a pie por una de esas carreteras como si anduviera en Grecia en una playa nudista, o sea como Dios lo echó al mundo a funcionar. Mi taxista no lo quiso recoger no fuera a ser un gancho para robarle el taxi. ¡Y yo convencido de que los taxistas eran los atracadores! No señor, o sí señor, aquí la vida humana no vale nada. Has dejado que pase una semana para que ella relaje sus costumbres. Sabés que, en ese lapso, ha llamado dos veces al editor colombiano desde el teléfono de su oficina, gastando dinero ajeno en su amorfo. Presenta el viaje a Río de Janeiro como un trabajo de investigación urgente, para que la empresa a la que sirve le pague los gastos. Además de puta es ladrona. No merece la menor piedad. Espósito consiguió ladear un poco la cara. –¿Usted también se va ya, señor? -dijo-. Hay café caliente y bollos. Debería probar los bollos con esta miel. No hay flores, pero las abejas siguen trabajando. La semana que viene nos van a traer reinas nuevas. Tendría que venir a verlas, señor. Las reinas cantan, ¿sabía eso? Cuando cantan, todo lo que usted ve acá se pone amarillo, vaya a saber por qué. –Joroschó es la palabra, amigo. Unajoroschó de horrores. -Y ahí nomás me pusieron un casquete sobre lagolová, y pudevidear toda clase de cables que salían del casquete, y luego me aplicaron como una ventosa en la barriga, y otra en el viejo tic-tac, y también de las ventosas salían cables. Entonces se oyó elchumchum de una puerta al abrirse, y era que llegaba uncheloveco muy importante, pues sevideó que los otrosvecos de chaqueta blanca se ponían muy tiesos. Eso fue cuando conocí a este doctor Brodsky. Era unvecomalenco , muy gordo, de pelo todo rizado, y unosochicos muy gruesos sobre la nariz carnuda. Alcancé avidear que llevaba un traje realmentejoroschó , del todo a laúltima moda, y despedía unvono delicado y sutil como de sala de operación. Con él estaba el doctor Branom, sonriéndome, como para darme confianza.- ¿Todo listo? -preguntó el doctor Brodsky congolosa muy profunda. Entonces pudeslusar unas voces que decían listo listo listo desde cierta distancia, después más cerca, y se oyó un discretochumchum de zumbido, como si hubiesen encendido algo. Y entonces se apagaron las luces, y ahí estaba Vuestro Humilde Narrador y Amigo sentado solo en la oscuridad, incapaz de mover ni cerrar losglasos, ni ninguna otra cosa. Y entonces, hermanos míos, comenzó la función con una música muygronca para dar atmósfera; venía de los altavoces áspera y muy discordante. Y sobre la pantalla comenzó la película, pero sin título ni indicaciones. Todo sucedía en una calle, y podía haber sido cualquier calle de cualquier ciudad, y era unanaito de veras oscura, y los faroles estaban encendidos. Era cine muy bueno, profesional, y nada de esos pestañeos y cortes que unovidea en esas películas sucias que pasan en la casa de alguien, en una calle apartada. La música no paraba, bump bump bump, y la atmósfera era siniestra. En eso apareció un viejo bajando por la calle, muystarrio, y sobre este vecostarrio saltaron dosmálchicos vestidos a laúltima moda, lo que se usaba entonces (todavía los pantalones estrechos, pero ya no corbatín, sino más bien una verdadera corbata), y empezaron a divertirse. Seslusaban bien los gritos y los gemidos delveco, con mucho realismo, y también la respiración pesada y el jadeo de los dosmálchicos que lotolchocaban. Hicieron una verdadera pasta con estevecostarrio, crac crac crac con lasrucas cerradas, y le arrancaron losplatis y acabaron pateándole elplotonago (que yacía colorado decrobo en elgrasño barro del albañal) y después escaparon muyscorro. Entonces apareció en primer plano lagolová delvecostarrio castigado, y elcrobo le brotaba con un hermoso color colorado. Es raro que los colores del mundo real parezcan reales de verdad sólo cuando se los ve en la pantalla. ¿Dónde estaba? Invisible como el Todopoderoso en todas partes estaba: girando como un electrón loco en el corazón del átomo. Alcancé a agregar dos o tres proverbios y oí por fin el timbre de llamada para la última parte deLa Danza Macabra,de Strindberg. Ignoro qué ocurrió con exactitud mientras hablaba o cuál era la expresión del doctor Roque Cantilo. Y en cuanto a esto, mejor que lo ignore. Tampoco sé qué hizo Santiago ni por qué vos tardaste tanto en hablar por teléfono. Me acuerdo mejor de tus ojos, afantasmándose entre el humo, y de cómo, más tarde, Verónica no apartó su brazo cuando, en un movimiento casual, su brazo quedó junto al mío en la oscuridad. Verónica, que ahora, con los codos apoyados sobre la mesa y el rostro entre las palmas de las manos, como dentro de un tulipán abierto en dos, y mirándome desde un fiordo noruego, está preguntando de qué conversábamos, con tanta animación. –No sé de qué estábamos hablando, pero ahora me acordé de una casa. -Te miré. -Sé perfectamente que hablábamos de irnos a cualquier parte, los cuatro. Lástima que Santiago de a ratos envejece y que el único nombre que se me ocurrió para su viuda es una reminiscencia de Dante, da un poco de frío, ¿no? Hace un momento también hiciste ese gesto. Es el viento, que viene del Paraná. Hay una casa muy vieja, en San Pedro, en la barranca. O había hace muchos años. Una casa con un mirador. El mirador tiene una grieta que baja hasta la cornisa de la portada. Como una cuña. En verano, alrededor de las dos de la mañana, te sentás en el tercer banco de la plaza de la iglesia, a la izquierda, como viniendo del río, y esperas. Ya de por sí la rajadura impresiona bastante, fuera de que tiene la forma de un triángulo y eso debe de ser simbólico. Cuando el reloj del cabildo da el primer campanazo hay que tener los ojos muy abiertos, fijos en el mirador, y arrepentirse de todos los pecados. Entonces empieza a aparecer la Loca, en mitad de la rajadura. Primero ves un resplandor; después, nadie sabe. Yo veía una especie de cabeza de tigre, amarilla y veteada de fuego. Que es amarilla, es amarilla, aunque a veces tira a colorado. Linda y jodida, decía un amigo mío, como la idea del suicidio. Cuando pensaba entrar en el Seminario yo veía un triángulo y un ojo, la órbita fosforescente del ojo de Dios, espiándome a mí solo. Más adelante y según el estado de ánimo, he visto el sangriento sexo femenino del universo, la luna, mi corazón desgarrado entre las estrellas y la esfera famosa, no la de Pascal sino la del reloj, donde todas las que pasan hieren pero la última mata. En fin, no se puede describir. Hay que verlo. Al lado de eso, el resplandor final de la casa Usher es un tubito fluorescente, Dios me perdone. .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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