15 de enero de 2025
Comentario destacado
Relevance of literature review in research
Lo vio desde la esquina, esperándola junto a la entrada. Estaba con un traje claro y una corbata violeta, que tal vez fuera brillante pero que el lugar desteñía. También de lejos exhalaba fuerza e imperio, aunque el índice de la mano derecha rascara siempre una ceja, pensativo, y él mismo pareciera estar en otra parte, lejos de allí, tal vez en el punto donde ella estaba ahora, con un vestido demasiado ligero y sandalias: casi desnuda. –Te pasa algo. La señorita Etelvina miró hacia todos los costados. Después, muy sofocada, pero con una decisión que la rodeó de una aureola, murmuró al oído de Espósito: –Qué lío había esta noche en Política -dijo ella al volver-. No paraban de llamar por teléfono. Los redactores se levantaban, discutían en los pasillos. Nadie quería decir una palabra. Parecían orgullosos de su secreto. –Para qué estar despierta, digo yo. Este mundo es sólo maldad y sufrimiento, sufrimiento y maldad. –¿Escribiendo otro libro, señor? -pregunté. A todo se le llegaba pues su día, su muerte. Los engranajes del destino girando inexorables me habían traído, con el engaño de la lluvia, a la iglesia de San Antonio de Padua, la de los locos. Y no lo digo por mí que sé dónde estoy parado, lo digo por ellos, sus dueños, los mendigos locos que duermen afuera bajo ese puente cercano que es un cruce de vías elevadas y que vienen al amanecer, cuando arrecia el frío, a la primera misa y a pedirle a Dios, por el amor que le tenga a San Antonio, un poquito de calor, de compasión, de basuco. –¿Y ahora qué pasa, eh? Entonces losmilitsos se dedicaron a preparar una larga declaración que yo tendría que firmar; y yo pensé, infierno y basura, si ustedes bastardos están del lado del Bien, me alegro de pertenecer al otro club. -Muy bien -les dije-,brachnosgrasños,sodosvonosos . Escriban, escriban, no pienso arrastrarme más sobre elbruco ,merscas basuras.¿Por dónde quieren empezar, animales calosos? ¿Desde mi último correccional?Joroschó,joroschó, pues ahí lo tienen. -Y empecé a hablar, y elmilitso taquígrafo, uncheloveco tranquilo y tímido, que no era un verdaderomilitso, comenzó a llenar página tras página tras página. Les confesé la ultraviolencia, elcrasteo, losdratsas , el unodós unodós, todo lo que había hecho hasta lavesche de esa noche con el robo a laptitsastarria ybugata de loscotos y lascotas maullantes. Y procuré que mis llamadosdrugos estuviesen bien metidos en el asunto, hasta elschiya . Cuando terminé, elmilitso taquígrafo parecía un poco enfermo, pobre infeliz. El jefemilitso le dijo con unagolosa casi amable: –No estoy hablando de qué, sino de quién. Estoy hablando de mí. Como pantallazos de una movióla manejada por un loco. Ignoro el orden, Graciela, en qué orden sucedieron las cosas, pero sé que lo que llevo escrito y hasta lo que quisiera o he de callarme sucedió de todos modos. Todavía está sucediendo. Los dos muchachos, ese mediodía. Una pareja muy joven. Los oí caminar a nuestra espalda antes de que cruzáramos hacia el Calicanto y nombraras por primera vez a Mariano. Habíamos dejado atrás las ménsulas y el dosel de tejas de la casa del marqués, el portal del obispo, la herrería forjada de su balcón en ruinas desde donde, hace dos siglos, en las noches de Corpus, podían verse los fuegos artificiales de la Catedral y, todas las demás noches, las lámparas de barro llenas de sebo y mecha que iluminaban las cuatro esquinas de la Plaza Mayor. Habíamos dejado atrás la vidriera del cambalache donde vi el martirio de San Lucas al que aquella mañana, o mucho después, al escribirlo, confundí con San Esteban. Sé que lo confundí porque hoy, riendo, volví a leer esa página escrita a lápiz y casi borrada por el tiempo, y me sorprendió ver allí mi nombre. No lo corregí ni hace falta que lo haga. Ya no hay ninguna razón para cambiar nada; mis palabras saben mejor que yo lo que pasó con nosotros. Sólo que a veces me pregunto si todavía tengo derecho a decirmis palabras.Lo que hago se parece menos a escribir que a revolver los trastos de un desván ajeno buscando la memoria de otro. Córdoba está a setecientos kilómetros de esta noche; la ciudad que yo conocí, mucho más lejos. Ya no existen el balcón ni la portada que vimos hace un momento, y el último vestigio del paredón del Calicanto, hacia el que ahora estamos cruzando, fue demolido hace una semana, acabo de leerlo en un diario. El consuelo que brindan las palabras es que me basta escribir Calicanto para ponerlo otra vez en el lugar que estaba, podría, si se me antojara, ir mucho más lejos y rehacer la Cañada entera como la conoció mamama Albertina. Las ventanas de las casas, los tiestos de malvones, los patios con sus limoneros daban sobre las dos márgenes del cauce, me dijiste que ella te contaba. La cruzaban más de diez puentes y en algunos lugares, entrecerrando los ojos, una podía imaginar que estaba en Venecia. Oír eso me gustó, porque la Cañada vieja lindaba con el barrio de los pobres. No pude dejar de ver a una peripuesta niñita del Centenario vestida como si la hubiera dibujado Doré para un libro de Dickens, entrecerrando los ojos junto a un niño zaparrastroso, mintiendo un poco sobre el Puente de los Suspiros. Momento en que apareció la pareja. Nos detuvimos y ellos estuvieron a punto de llevarnos por delante. Saludables, pensé al verlos, también pensé que debían ser hermanos. Él traía un libro de Gramsci bajo el brazo, Gramsci o Lukács o alguna otra cosa formidable en ese estilo. La chica dijo que querían preguntarnos algo, al jujeño o a mí: lo que significa que, por alguna razón, Santiago venía en ese momento con nosotros. Querían cambiar ideas, la corrigió el muchacho. Yo pensé que por mi parte no sentía la menor necesidad de cambiar ninguna idea, estaba muy contento con las mías y en ese momento vos entraste en un café para hablar por teléfono. Sé que esto debió suceder necesariamente mediodía porque un campanario dio la hora y conté, un por una, doce campanadas. Las doce. El comienzo del día cabalístico. El Sol, aunque invisible, exactamente sobre mí cabeza. Sólo que al terminar de pensarlo estoy solo en esa calle. Los muchachos, Santiago, tu llamada, han ido desplazándose hacia el final de la tarde, en los altos del Observatorio, mezclándose con otras voces y otras caras y otra llamada telefónica, hasta ocurrir por fin cuando atardeció, porque ahora es necesario que vos y yo entremos en este bar de la Cañada y que vos digas la palabraiuio y que hables de los sapos azules. Creer que los sapos son azules y que no lo sean. Yo no podía imaginarme lo horrible que fue eso. Un azul como el de las lentejuelas. O mejor traslúcido. Como un jade azul. Igual que los sapos sapos, pero azules. Y él llegando hasta tu cama con un infame bicho verde colgado de dos dedos por una de sus patitas. Como una mano abierta y verde, el sapo. Mira, boba, más verde que tu abuela. "Vaya lleve aéste a conocer el cuarto de las mariposas", le dijo a Alexis, y Alexis me llevó riéndose. ¿Y cómo decirle ahora a papi, que se moría, que lo quería, si en una vida entera nunca me dio la oportunidad? Al final le hablaba y no me oía; una bruma de tristeza lo envolvía y no le llegaban mis palabras. La clepsidra inexorable chorreaba sus últimas arenillas. Después lo conectamos a una botella de suero y el tiempo empezó a contarse en goticas de solución glucosada. Una, otra, otra iban cayendo indecisas, dudando, como su corazón cansado. Entonces entendí que lo que no había sido ya no iba a ser. CUARTA PARTE. LA NOCHE DE WALPURGIS.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

¿Por qué no te comprometes a tener devociones diarias con nosotros todos los días de este año? Regístrate al final de la página para recibirlas en tu correo electrónico todos los días. ¡Deja que Dios haga algo especial en tu vida! 

¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

  • Te llegará por correo electrónico diariamente o una vez a la semana, según elijas.
  • Le llevará a través de la Biblia en 6 años, frase por frase o tema por tema.
  • Llega a ti en pequeños fragmentos de unos pocos versículos cada día.
  • Podrás elegir cualquier versión de la Biblia que quieras leer con un solo clic.
  • Después de leerlo puedes escribir tus pensamientos y aplicaciones si así lo deseas.
  • Luego puedes hacer clic en mi comentario que incluye una explicación sencilla del contenido, una ilustración práctica y una aplicación personal.
  • Hay una página de oración y alabanza de los misioneros que cambia semanalmente.
  • Hay un versículo para memorizar semanalmente que corresponde con lo que estás leyendo.
  • Hay un lugar donde puedes escribir tus pensamientos o hacer preguntas diariamente.

Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

Continuar