15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Así que Georgie y Pete dejaron las grasientaspischas sobre la mesa, entre los papeles rotos, y se echaron sobre el veco escritor, cuyosochicos de armazón de carey estaban rajados pero seguían sosteniéndose, mientras el viejo Lerdo bailoteaba y hacía temblar los adornos de la chimenea (de un golpe los barrí todos, y ya no pudieron seguir temblando, hermanitos), y trabajando con el autor deLa naranja mecánica,de modo que ahora tenía ellitso todo púrpura, y soltaba sangre como una clase muy especial de fruta jugosa. Y como el segundo año el tercero y como el tercero el cuarto: en un inmenso fulgor in crescendo. ¿Se diría el último resplandor de la llama? sí, pero lo diría usted porque yo no hablo con lugares comunes tan pendejos. Y si a eso vamos Darío no fue una llama, fue un incendio. corazones de fuego, transportados, extáticos, Un galope o un desmoronamiento. Y el estallido de la palabraexpósitocomo un mazazo admonitorio aplicado contra una campana neumática sumergida a incalculable profundidad y soportando, conmigo de pasajero, la presión fantástica de millones de atmósferas. Me devolvió a la superficie de las cosas, a Córdoba, a vos, como si mearrancaradesde el fondo de un mar. Quedé sentado en la cama. Alguien o algo acababa de abandonar el cuarto y yo tenía la espalda empapada. No había dormido; sin embargo, cuando oí el tumulto y escuché mi nombre fue como despertar. Salté de la cama pensando: Tengo que verla. El saco, sobre la silla, volvía a ser un objeto inofensivo y familiar, o acaso lo del saco fue a la mañana. Y el origen del escándalo, afuera, se redujo a unos ruidos de fratachos, a unas picas, a una sonora máquina de mezclar cemento. Moraleja, pensé. ¿Cuál? Lo pensé un momento después, en la vereda, cuando el albañil me dijo que su cigarrillo era negro. No hay como ver un obrero, en ciertas circunstancias. Tan saludable que me pareció panfletario. Con gorra y todo. Debe descender de vascos: colorado, sonriente y enorme como un bebé de dos pisos; da la impresión de haber hecho una revolución social para él solo. En una mano traía uncigarrillo, en la otra, un balde de mezcla. Iba por la realidad con su balde de mezcla como un nene con la budinerita de la hermana. Yo le había pedido fuego. Tenía mi encendedor en el bolsillo, pero yo le pedí fuego, no pude evitarlo, supongo que se trataba de algo parecido a mi frase sobre la metafísica y la hepatitis, esa mañana con Santiago. Pero estaba visto que hoy me había metido en el mundo por una puerta equivocada, porque él, antes de poner en contacto su cigarrillo con el mío, creyó necesario advertirme simplemente: "Es negro". Crucé la calle con mi propio cigarrillo negro apagado, vi un bar, fui derecho al mostrador y pedí el teléfono. Yo tenía que hablar inmediatamente con vos. Cuando levanté el auricular me di cuenta de que no sabía a qué número llamarte. El barman me miraba. ¿Y ahora? Algo había que hacer con ese teléfono. No todo estaba perdido: yo conocía, por lo menos, el número de mi hotel. Marqué y oí del otro lado un susurro algodonoso. El señor Ripul. Como si un gusano de seda se comunicara conmigo a través de las paredes de su capullo. –Mire -dijo la señorita Etelvina-. Diga de una vez todo lo que tiene que decir y déjese de pensar cosas sucias. A usted le parece mal que Facundito sea eso. Reina sólo era feliz cuando viajaban juntos. En los hoteles, nada pertenecía a nadie y podía sentir que en la realidad porosa, inasible, su existencia no era inferior a las otras existencias. Una vez, en Washington, donde se quedaron tres semanas para narrar la desventurada pasión de Monica Lewinsky por Bill Clinton, ella insistió en que Camargo viajara a Chicago un día, un solo día, para ver a Ángela, que había sobrevivido al primer ciclo de la quimioterapia. Ya en esa época la relación entre los dos era pública y Brenda había entablado demanda de divorcio, no por el adulterio -como dijo por teléfono- sino porque era un padre indiferente, que pasaba meses sin ver a las hijas. Camargo se negó a viajar. Ángela está mejor, dijo, y mi presencia la puede alterar. La que se está muriendo, en cambio, es la abuela, y no tengo estómago para afrontar las escenas de dolor de Brenda, no soporto la idea de que se aferre a mí y llore sobre mi hombro. Reina no quería que las mellizas la culparan alguna vez por la ausencia del padre y le repitió a Camargo que pensara en Ángela, en sus desesperados reclamos de amor cuando hablaba por teléfono. Estaban solos en la habitación del hotel, cerca de Georgetown, vestidos ya para comer en la casa de un editor del Washington Post, y de pronto sobrevino uno de los bruscos cambios de humor de Camargo a los que Reina no conseguía acostumbrarse. Tomó asiento en un sofá junto a la cama mientras ella terminaba de maquillarse y empezóa balbucear frases sin sentido. A Reina le pareció que estaba discutiendo consigo mismo las alternativas de un vuelo a Chicago, porque en el monólogo había alusiones a horas, líneas aéreas, conexiones de trenes y nombres de hoteles desconocidos. No le estaba prestando atención. La tomó de sorpresa cuando lo vio ponerse de pie, rojo de cólera, y decirle casi a los gritos: No, querido. Todo contra nada. Si sale cara, gano yo, si sale ceca, perdés vos. Es sencillo. Una vez aceptado a ciegas el contrato yo no he aceptado ningún contrato. No se veía a un palmo. La niebla era tan densa que se podía apartar con la mano. ¿Y el frió? ¡Cuál frió! Para eso estaba el aguardiente, para calentarnos el motor de adentro. De día o de noche, se vea o no se vea, no hay mejor lugar en el planeta Tierra para tomarse uno un aguardiente que el Alto de Minas, subiendo de Medellín a Santa Bárbara para bajar después a La Pintada. Se lo digo yo que he andado. Ahí se da la compenetración más absoluta del sitio con el licor y del licor con el alma. Por algo ha reinado en Colombia ese bendito doscientos años, indiscutido, inagotable, sin que loacabe nadie ni lo desbanque nada. De él se nutren el partido conservador, el liberal, la iglesia católica, el narcotráfico, el hampa común y común y corriente, la guerrilla, las ilusiones, las ambiciones, los sueños. El embeleco de Cristo un día pasará en ese país novelero: el aguardiente nunca. Sin aguardiente Colombia no es Colombia. Su unión con él es la consubstanciación hipostática. Henos pues en la cálida noche silenciosa, ardiendo la chimenea de nuestro amor en el calor del verano. "Abre las ventanas niño -le pedía- para que entre la brisa". Y mi niño se levantaba desnudo como un espejismo de las Mil y Una Noches y su imaginación desaforada, con sus tres escapularios, y abría el balcón. Brisa no entraba porque brisa no había, pero sí la música, el estrépito, del hippie de al lado y sus compinches, los mamarrachos. "Ese metalero condenado ya nos dañó la noche", me quejaba. "No es metalero -me explicó Alexis cuando se lo señalé en la calle al otro día-. Es un punkero". "Lo que sea. Yo a este mamarracho lo quisiera matar". "Yo te lo mato -me dijo Alexis con esa complacencia suya atenta siempre a mis más mínimos caprichos-. Déjame que la próxima vez saco el fierro". El fierro es el revólver. Yo al principio creía que era un cuchillo pero no, es un revólver. Ah,y transcribí mal las amadas palabras de mi niño. No dijo "Yo te lo mato", dijo "Yo te lo quiebro". Ellos no conjugan el verbo matar: practican sus sinónimos. La infinidad de sinónimos que tienen para decirlo: más que los árabes para el camello. Pero antes de seguir con lo anunciado y de que mi niño saque el fierro, oigan lo que él me contó y que les quiero contar: que le habían dado un día "una mano de changón" en su barrio. Qué es un changón preguntarán los que no saben como pregunté yo que no sabía. Era una escopeta a la que le recortaban el tubo, me explicó mi niño. "¿Ypara qué se lo cortan?" Que para que la lluvia de balines saliera más abierta y le diera al que estuviera cerca. ¿Y los balines qué? ¿Eran como municiones? Sí, sí eran. Pues tres de esos balines le metieron en el cuerpo a mi niño y ahí quedaron, sin salir: uno en el cuello, otro en el antebrazo y otro en el pie. "¿Justo donde llevas los escapularios?" "Aja". "¿Y cuando te dispararon ya los llevabas?" "Aja". "Si ya los llevabas entonces los escapularios no sirven". Que sí, que sí servían. Si no los hubiera llevado le habrían dado un plomazo en el corazón o en el cerebro. "Ah…" Contra esa lógica divina ya sí no se podía razonar. Lo que fuera. Espósito se dio vuelta bruscamente y miró hacia la escalera que estaba a su espalda. Bastían conversaba con el elegante señor canoso. Slusé una especie de suspiro, y ella dijo: Todos los días, tres veces al día, me acuerdo de ti: cuando como, sin que mis dificultades para masticar disminuyan un ápice el amor que te tengo. ¡Para eso están las licuadoras! Además en un tratado de teología de la magnitud de éste no voy a armar un escándalo por tres dientes. ¡Ni que fueran dos ojos! –Necesito saber cómo es ella. –¿Ésos fuimos nosotros? ¡Cuánta agua ha arrastrado el río! EL DIABLO –Cómo más o menos. –No fue conmigo, fue con vos y ahí están -replicaba yo y le señalaba el llavero sobre un arrume de papeles y basura. –Basta de esa charla sobre losmilitsos -dijo P. R. Deltoid con voz cansada, pero siempre meciéndose. -El mero hecho de que la policía no te haya atrapado últimamente no significa, como tú lo sabes muy bien, que no hayas estado cometiendo algunas fechorías. Hubo una peleíta anoche, ¿no es cierto? Un encuentro connochos, y cadenas de bicicleta, y cosas por el estilo. Uno de los amigos de cierto joven gordo fue recogido por la ambulancia cerca de la central eléctrica y hospitalizado, y tenía heridas bastante desagradables, sí. Se mencionó tu nombre. La noticia me llegó por las vías usuales. También aparecen mencionados algunos de tus amigos. Según dicen, anoche se cometieron delitos bastante variados. Oh, nadie puede probar nada acerca de nadie,como de costumbre. Pero te lo advierto, pequeño Alex, porque como siempre soy tu buen amigo, el único miembro de esta maltrecha y enfermiza comunidad que desea salvarte de ti mismo..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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