15 de enero de 2025
Comentario destacado
Project managing
–¿Esa mujer ha enviado alguna señal de vida desde Río? -pregunta Camargo-. Si acaso está en Río. Cuando salí de la iglesia ya lo sabía. En el atrio, entre los puestos de lotería y los mendigos él seguía esperándome. Vino hacia mí. Le dije que nos iríamos a dormir esa noche a cualquier motel de las afueras. Me preguntó la razón y le contesté que por supersticiones, que porque sentía que si mequedaba esa noche en mi casa me iban a matar. Como esta impresión la puede tener cualquiera en cualquier momento en cualquier parte de Medellín lo entendió. Le había dado una razón incontrovertible, una que no acepta razones. El Poder duró dos años y se cerró solo, calladamente, sin un lamento ni una mísera esquela de defunción en los otros dos periódicos de Medellín: El Correo y El Colombiano, la competencia, unos pasquincitos alzados de pueblo. Arriba de uno de los baños de mi casa, en un desván que llamábamos «el zarzo», papi guardaba un ejemplar de cada número, empastados en varios tomos, por si alguien algún día le ponía una demanda por lo que allí había escrito tener con qué poderse defender. En la cama las mujeres embellecen. Este fenómeno siempre me ha asombrado. O mejor: me da miedo. El vago y antiguo horror al vampirismo. Verónica, desnuda en esa cama, daba qué pensar. Frágil, pensé. Se vuelven frágiles. Como una botella de nitroglicerina hecha de cristal delgadísimo. En cuanto a su desnudez, sucedió; hay cosas que ocurren como cuando uno dice que amanece o que llueve. Que yo sepa, nunca desnudé a una mujer ni tengo la menor idea de cómo se hace una cosa semejante. Sé que es un acto más bien prodigioso. Ningún varón está preparado para eso. Cualquier brutalidad (el mecanismo de un cierre relámpago que se traba, un broche que no se encuentra o se pasa por alto) puede precipitar a los ángeles del cielo en el chiquero del fondo. Forcejeos inútiles o botones que saltan: herejías. El sexto mandamiento las execra. Y por eso el verbo fornicar suena como suena. Salomón, que tenía setecientas esposas legítimas y trescientas concubinas, conversaba con Dios de estas materias. En tal sentido, Verónica era bíblica, sus gestos, el modo casual de anular un ganchito o un bretel dando sin embargo la impresión nada repulsiva de que era yo quien lo hacía, estaban en el límite exacto entre un callejón nocturno del Dock Sur y laEstética de Hegel. Si esta página hubiera sido escrita hace cien años, ahora se leería: ¡Ah, dulce, gentil e irrepetible Verónica…! Pero nos tocó el innoble y cambalachero siglo XX, y lo que va a leerse es que, gracias a Dios, Verónica no simuló en ningún momento nada parecido a ese payasal y putanesco Amor Súbitocon que ciertas argentinas estragadas de literatura nacional, ilusionadísimas por las revolcativas escenas de pasión bajo incineradores de basura, las convulsiones epilépticas y los aullidos que sueñan nuestros novelistas, acometen al educado hombre que acaba de saludarlas y lo voltean sobre laalfombra, como si creyeran que el amor físico y la lucha grecorromana suponen la misma sensibilidad. Como si creyeran que rodar por las dependencias, gritar amor mío o querido ó ¡más!, caerse del colchón y, jadeando como focas, morder, son afrodisíacos infalibles. Sistema, en mi opinión, capaz de petrificarle los riñones a un turco, y del que no sólo tiene la culpa la novela valiente, ejercida en general por novelistas tímidos, sino también y sobre todo el psicoanálisis. Sí señor. El psicoanálisis tiene la culpa. Ha inventado una calamidad irreparable: el circo romano de dos plazas. Hace charlar a las mujeres de sus órganos de reproducción y de los nuestros, con natural elegancia, a la hora del té, pero a la hora de irse a la cama tratarlos babilónicamente. Liberación, se llama. Les ataca de golpe. Al segundo de haber transpuesto el umbral del dormitorio. Como si enel tiempo que va de entrar en una habitación con un ser humano, quizá desconocido, a echarle llave a la puerta, se desatara en sus almas una bestia apocalíptica y fornicadora. Una cruza entre la Bella Otero, chancho y Anita Freud. No se debe descartar tampoco la responsabilidad del cinematógrafo. Él y ella, en contrapicado, dando vueltas carnero por el piso, resollantes, derribando salvajemente los muebles como dos lacedemonios dopados con hachís, son, para nuestras estudiantes de humanidades, clTristán e Isoldadel siglo atómico. Estrago incalculable, si se considera que el pudor comunal obliga a los cineastas exhibir sólo una especie de terremoto interruptus, y que la fantasía salvaje de nuestras madres, hermanas, esposas e hijas, biológicamente inclinadas a soñar que el orgasmo es la caída de la casa Usher, agrega a estas vistas no sólo lo que falta sino, en proporción geométrica, conjeturas de fornicación y desenfreno capaces de matar a los cuatro padrillos del Juicio Final. –No temas. Si en tu corazón, oh hermano, anida el temor, te ruego lo deseches ahora mismo. -Aquí Georgie y Pete fueron a buscar la cocina, mientras el viejo Lerdo esperaba órdenes, a mi lado, con larota muy abierta.- Y esto qué es, ¿eh? -pregunté, levantando la pila de la mesa, y el cheloveco de la armazón de carey dijo temblándole la voz: –Obsoletas un cazzo! -dice el padre Cherubini-. La creazione está enteramente enllenada de temporalitat. Proprio come si la burbuja o Sphairos Redondo de Parménides la habería inflado Heráclito.Cum tempore finxit Deus mundus:lo ha chamuyado San Agustín e il mesmo Platón ya lo había medio descubrido en elTímaios.Et te alvierto que se pronuncia Tímalos, non timeo. Ego ti meo si te salpico cum lo pistolone. Conversábame de qué? Ya le habían dado tres infartos, tenía diabetes, y con la diabetes la circulación hecha un desastre, «una alcantarilla taquiada». –¡Ahí está, ahí está! -me decía mientras yo instalaba de nuevo la hamaca y a él en ella. Lo dijo a quemarropa. Como si preguntara si yo era comunista o ex presidiario, pero sin preguntarlo. Me detestaba, muy cierto. No respondí de inmediato. Saqué los Particulares y le ofrecí. Él aceptó. Si la memoria no me falla (que tal vez sí), ya conté que en el fondo de la casa, sobre terreno del jardín, ese chambón de Alfonso García, familiar nuestro, nos había construido dos cuartos para estirar el espacio: unos cuarticos exiguos, mínimos, como de casita de muñecas fabricada por Argemiro, con sus bañitos. En uno de ellos me instalé para estar cerca de Darío, quien a juzgar por la infinidad de remedios que se amontonaban sobre un escritorio ocupaba el otro: antiácidos, antibióticos, antipiréticos, antiparasitarios, antiputasmadres, antilinflamatorios, antimicóticos… Je, je, ríe Kurt en la costa bávara. Je, je, sarcástico, haciendo cuchufletas y aun chilindrinas, zumbón, cállate quieres, a costa de la persona del Capitán, ¡ja, ja! Y me tenté. No porque el Capitán se haya figurado un igual de Dios sino porque ahora era cuestión de vida o muerte: yo tenía que hablar de cualquier cosa con aquel inodoro. Estás oyendo el cuarteto en re mayor de César Franck. Cuando el allegro final cesa de atravesar tormentas y arrancar árboles, la melodía se despereza en una larga llanura. Esas ráfagas de melancolía te sosiegan, pero la mujer, con sus ademanes triunfales, parece decidida a sacarte de quicio. Se ha parado ante el espejo y vuelve a mecerse. Agita las tetas insignificantes y procaces como si buscara algún recuerdo. Deja encendidas las luces y se exhibe ante la ventana, ¿no es increíble todo ese descaro? No le importa que alguien la esté observando, como vos en este instante, asfixiado porel deseo. Tiene la cara bañada en lágrimas pero qué importa: el temple, la fuente del fuego, nada de eso ha sido tocado por la desdicha. Toma el teléfono y, ahora sí, siente que empieza el día. Llamará al jefe de redacción de El Heraldo y al director del semanario Época. Alguna vez le han dicho que, cuando ella lo desee, le tenderán una alfombra dorada y le abrirán el paso para que escriba lo que quiera. La noche queél ha elegido para la filmación también está la pareja estorbándole el paso. El hombre tiene menos de cuarenta años y desentona con el desamparo en que vive. Sus brazos son fuertes, la mirada es rebelde y cobradora, y los ojos, siempre hinchados, observan el mundo con un desencanto tan hondo que tal vez sea anterior al mundo. Tanto a él como a su compañera se les han caído los dientes. A ella sólo le quedan tres incisivos de abajo; a él, un canino absurdo, que le desfigura los labios. La vagabunda lleva ya semanas enferma y el hombre pasa despierto la mayor parte de la noche, cuidándola y acariciándola. Ella es mucho mayor que él pero no tanto como para ser su madre. Tampoco se le parece en nada. Su cuerpo está cubierto de escaras: hay una sobre el omóplato, en especial, que se le abre como una segunda boca. Una noche, el sin techo ha salido corriendo en busca de una ambulancia y, como no le han permitido ir con la mujer al hospital, se queda esperando el amanecer de pie, como si al amanecer los hechos pudieran rehacer la realidad tal como era un día antes. Quién sabe dónde esos dos pobres seres han encontrado fuerzas para volver semanas más tarde y yacer otra vez en su cama de ruinas, la noche en que él lleva un gramo de fenobarbital dividido en cuatro sobrecitos y entra en el departamento de la mujer sin que nadie lo vea, como siempre. Guerri trata de tranquilizar a la Austin. No habrá guerra. Guerri sostiene que no puede haber guerra porque una guerra atómica sería el fin de la humanidad. Apergollado por el río, bailando un «pas de deux» con la Muerte, volvía a salir el doctor Espinosa a la superficie a gritar lo mismo con voz desfalleciente:.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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