15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Necesito hablar con Mariano -dijo Graciela. Mayor error no pude cometer con la quiebra de ese televisor. Sin televisor Alexis se quedó más vacío que balón de fútbol sin patas que le den, lleno de aire. Y se dedicó a lo que le dictaba su instinto: a ver los últimos ojos, la última mirada del que ya nunca más. –Me gustaría mostrarle una cosa -dice Cantilo. Espósito se sobresalta. No estoy en absoluto preparado para apreciar, en la soledad de la noche cordobesa, ninguna cosa que me quiera mostrar el doctor Cantilo. -¿Ve aquello? -dice el doctor Cantilo-. Es un pequeño planetario. Un capricho de Verónica. Antes se pasaba las noches allí. Lo hice construir cuando me casé. Ahora ella no va nunca. Le gustaba pintar allá. Así, de sopetón, con la rotundidad de un rayo que cae sin decir agua va es como damos las noticias los que fuimos educados en una casa de locos por una loca. Qué le vamos a hacer, así hemos sido y somos y seguiremos siendo; el árbol torcido no lo endereza nadie. Claro que con esa forma de dar uno las noticias a veces uno mata al que las recibe, pero eso está bien, ya no cabemos, hay que controlar como sea el desenfreno de la población. –Para mí, Darío -le decía (¡dos la caterva de sabios y vueltos él y yo a la soledad de la hamaca)- que ese sida tuyo te lo pegaron los curas. Hacé memoria a ver si no te metiste a alguna iglesia de ocioso a comulgar. Al día siguiente de las exequias, que congregaron a los presidentes de Argentina, Chile y Venezuela, asistí a la lectura del testamento, depositado en la sucursal del Banco de Santander. Se había previsto que la ceremonia fuera estrictamente privada y tuve que movilizar todas mis influencias para que nos permitieran entrar a Brenda y a mí. Fue una precaución vana, porque los enviados de televisión de quince países forzaron el frágil cordón de seguridad e invadieron el salón Embajador del hotel donde estábamos reunidos los abogados, un trío de escribanos, la primera esposa del difunto con su único hijo y sus nueve hermanos, además de un número escaso de testigos. Como el presidente suicida seguía aún casado con la actriz de telenovelas, se descontaba que esa mujer irla a reclamar al menos la mitad de los bienes. No estaba allí, sin embargo. La representaba su padre, un hombre pálido, delgado, que fumaba con avidez un cigarrillo tras otro. –Es cierto. En los últimos años han disminuido mucho las enfermedades microbianas. Lo que sigue aumentando es la locura. Me gustas -dijo después. Lo dijo de un modo extraño, como si en realidad estuviera pensando: Aunque no me gustes nada, creo que me gustas un poco. -¿Cuántos años tenés? Ninguno de estos zánganos tiene la menor idea de que, cuando escriben, se delatan. Así los conozco: por lo que dicen. Soy como escribo, soy lo que escribo. Mientras se paseaba a las diez de la mañana por la sala de redacción, Camargo entonaba en voz baja el estribillo que resumía, para él, toda la sabiduría del periodismo. A esa hora siempre le gustaba dar vueltas por su reino desierto, con las blancas luces vírgenes manando de las claraboyas y los escritorios vacíos, los monitores impolutos, las páginas en blanco esperando soplos de imaginación que nunca llegarían. Ya los peones de la limpieza se habían llevado las traiciones cometidas el día anterior contra la sintaxis de los hechos y contra el silencio de lo no sucedido, todos habían escrito sobre, por qué, cómo, para qué, cuando él les había pedido que escribieran con, que vivieran con, que siguieran la línea donde se encuentra el mundo de fuera con el adentro de cada uno, la realidad tiene que parecerse a ustedes, les dijo, no ustedes a la realidad. Cuánto mejor sería el diario si pudiera escribirlo él solo. Cuánto mejor sería el mundo si él lo escribiera. ¿Cuándo me lo habías dicho? Me estás mirando con un poco de desconfianza. Tengo la curiosa impresión de que no sólo hemos terminado con la noción de espacio en Córdoba, también el tiempo tiene algo raro. Va y viene, como el vuelo de una mosca. Veo junto a mi vaso tres botellas de agua tónica: eso significa también tres ginebras. Bueno, por lo menos hace más de un minuto que nos conocemos. Hemos debido hablar de ciertas cosas. –Juana. La cámara exhibió los cuerpos reconstruidos de unos reptiles marinos de ciento setenta millones de años, cuyos fósiles acaban de ser descubiertos en las fosas de Neuquén. Tres paleontólogos manipulaban los residuos con delicadeza y orgullo. Las noticias dieron un súbito salto a la frivolidad: laondulante actriz mexicana Salma Hayek escandalizaba los shoppings de Buenos Aires. Había llegado para presentar su última película, y la perseguía una turba de cronistas melosos, preguntándole sobre las glorias del amor a primera vista. Hubo un primer plano de sus piernas y luego se repitió la marcha de los soldados chinos. La mujer le ha respondido con insultos filosos, letales. Ordenas a Sicardi que los incluya en la carta de advertencia. Servirán para justificar aún más al diario cuando decidas echarla. Ahora ya podés confiar el mando a Maestro por un par de días y concentrarte en los laberintos del castigo. Desde esas planchas o terrazas de las comunas se divisa a Medellín. Y de veras que es hermoso. Desde arriba o desde abajo, desde un lado o desde el otro, como mi niño Alexis. Por donde lo mire usted. Rodaderos, basureros, barrancas, cañadas, quebradas, eso son las comunas. Y el laberinto de calles ciegas de construcciones caóticas, vivida prueba de cómo nacieron: como barrios "de invasión" o "piratas", sin planificación urbana, levantadas las casas de prisa sobre terrenos robados, y defendidas con sangre por los que se los robaron no se las fueran a robar. ¿Un ladrón robado? Dios libre y guarde de semejante aberración, primero la muerte. Aquí el ladrón no se deja, mata por no dejarse o se hace matar. Y es que en Colombia la posesión de lo robado y la prescripción del delito hacen la ley. Es cuestión de aguantar. Después, poco a poco, de ladrillito en ladrillito, va construyendo uno la segunda planta de la casa sobre la primera, como el odio de hoy se construye sobre el odio de ayer. –De nada te estás perdiendo, papi, si te morís ahora -le dije-. Esto es la ignominia renovada. Ahora se creían verdaderas sofisticadas, lo que era casi patético, y empezaron a hablar congolosas de dama acerca delRitz,elBristol,elHilton, Il Ristorante Granturco.Pero interrumpí la charla diciendo «Sigan a papá», y las llevé alSalón de la Pasta,a la vuelta de la esquina, y dejé que se llenaran los inocentes y jóveneslitsos con espaguetis y salchichas, y helados de cremas y bananasplits y salsa de chocolate caliente, hasta que casi tuve náuseas a la vista de todo eso, porque yo, hermanos, almorcé frugalmente una rebanada de jamón frío y unyocode chile bien picante. Las dos jóvenesptitsas se parecían mucho, aunque no eran hermanas. Tenían las mismas ideas, o la misma falta de ideas, y el mismo color de pelo: una especie de pajizo teñido. Bueno, hoy crecerían mucho. Hoy sería un día memorable. No irían a la escuela por la tarde, pero habría educación, y Alex sería el profesor. Se llamaban, dijeron, Marty y Sonietta, y eran bastantebesuñas y estaban en la cumbre del infantilismo de moda. –Hola -dijiste sonriendo, en voz muy baja-. Creí que te habían raptado. Mientras le rogaba al Señor Caído entre el chisporroteo de sus veladoras, me acordé de que le había dejado a Alexis el revólver en la cintura. No se lo había sacado. Era mi horrorizada aversión a las armas de fuego, que me impide pensar que existen. ¡Claro, se lo había dejado y ahora les quedaba a los delincuentes de la clínica! Que les aprovechara, que con ese mismo los mataran… –La hora -le digo. –Sí. Y es sorprendente que esté acá, con vos. Las mujeres tendrían que morirse alrededor de los catorce años. De todos modos, si además de puerco no fuera tímido, te pediría que te escaparas conmigo. Me voy mañana. ¿Te escaparías?.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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