15 de enero de 2025
Comentario destacado
Personal statement limit
–Tiene que firmar. –¡Cómo! ¿Ustedes todavía ahí, no las han tumbado? Llegó el mozo. Le pediste un café doble y un poco de leche. "Y eso de ahí", agregaste, señalando algo que tenía el vago aspecto de un alfajor desproporcionado. Cómo puede ser posible, pensé; es capaz de comérselo. A los dieciocho años, ese alfajor me habría partido el corazón (…desde la casa se escuchaba el río, ella se llamaba Cecilia y él, sentado en la cama, le leyó un poema mientras ella andaba por algún lugar de la casa, vestida sólo con la camisa de él, camisa que le quedaba tan obscena y conmovedoramente bien con sus piernas al aire como a cualquier mujer y casi a cualquier edad le quedan las camisas de cualquier hombre, sólo que ellas parecen saberlo desde que nacen y uno lo descubre tardísimo, cuando ve a la primera y acaso únicamente si la camisa es propia. Era necesario leer en voz alta o levantarse envuelto en una sábana, como un poeta romano o griego. Buscarla, ahora en silencio, por los cuartos. Hasta verla por fin entre los árboles del patio, con su gran camisa pero sorda a todo verso, chupando pensativa una naranja de tamaño concurso para fenómenos cítricos. El rapsoda pensó: A los catorce años esto me habría partido el corazón…) Se abrochan con urbanidad. El doctor Cantilo lo toma del brazo. Entre losárboles se ve pasar al profesor Urba. Va en dirección al planetario, seguido de una pequeña multitud. –Muchacho, demuestre más respeto al hablar con el ministro. –Casarme lo que se dice casarme no, mas sin embargo ya tengo cuatro o cinco mujeres con de a cuatro o cinco hijos por cabeza que no dan respiro. GEORGES BATAILLE –Descansa, descansa, pobre muchacho -contestó él, y abrió el grifo, de modo que todo se llenó de vapor-. Hay pecado supongo, pero el castigo fue del todo desproporcionado. Te han convertido en algo que ya no es una criatura humana. Ya no estás en condiciones de elegir. Estás obligado a tener una conducta que la sociedad considera aceptable, y eres una maquinita que sólo puede hacer el bien. Comprendo claramente el asunto… todo ese juego de los condicionamientos marginales. La música y el acto sexual, la literatura y el arte, ahora ya no son fuente de placer sino de dolor. –Bien, bien -dijeron los dos, y volvieron la página. Era como el retrato de una de esas aves grandes ybolches llamadas pavos reales, con todas las plumas desplegadas, mostrando vanidosa todos los colorines-.¿Sí? -dijo uno de estosvecos. Por Alexis volví pues a Sabaneta, acompañándolo, la mañana que siguió a la noche en que nos conocimos. Puesto que las peregrinaciones son los martes, nos tuvimos que conocer un lunes: en el apartamento de mi lejano amigo José Antonio Vásquez, sobreviviente de ese Medellín antediluviano que se llevó el ensanche, y cuyo nombre debería omitir aquí pero no lo omito por la elemental razón de que no se pueden contar historias sin nombres. ¿Y sin apellido? Sin apellido no te vayan a confundir con otro y por otras cuentas después te maten. ¿Difuntos? ¡Difuntos los que aquí hacemos! En el barrio de Aranjuez, la cuna de los Priscos que fueron la primera banda de sicarios, los que iniciaron la profesión, los pioneros, y que como tales ya están todos cascados, muertos, en el parque de ese barrio digo, estaba yo con Alexis (o si prefieren él conmigo) esperando a que abrieran la iglesita de San Nicolás de Tolentino para conocerla, cuando me volví a encontrar con El Difunto. Meses hacía que no lo veía, y lo noté muy recuperado, muy "repuesto". "Ábranse -nos dijo-, que los van a cascar". "Carambas, si alguna sospecha tengo yo a estas alturas del partido, parcero, es que soy más incascable que vos -le contesté-. Pero gracias por la advertencia". ¡El Difunto! Así llamado porque en un salón de billares lo encendieron a plomo y le empacaron cuatro tiros y murió pero no: cuando estaban en el velorio borrachos los parceros, abrazados al ataúd y cantándole "Tumba humilde" con un trío, tumbaron el ataúd, que al caer se abrió, y al abrirse salió el muerto: fue saliendo El Difunto pálido, pálido, dicen, y que con una erección descomunal. Esto, en términos psicoanalíticos, yo lo llamaría el triunfo de Eros sobre Thánatos. ¡Pero qué carajos, si el psicoanálisis está más en bancarrota que Marx! De pronto, Reina empezó a sentir unas enloquecedoras punzadas en la cabeza cada vez que iba a pasar la noche en la casa de geranios. Pensaba que sería el polen, o el olor a podredumbre que llegaba del río, o el vapor sulfúrico que despedían las cagadas de pájaros en el jardín. Ni una sola vez se le ocurrió que podía ser el tedio de las horas hipnóticas que pasaba junto a Camargo ante el televisor de la casa, y el desgano que se le escurría por todo el cuerpo cuando iban a la cama. No podía decir que lo amaba menos, porque sus sentimientos seguían sin tener forma ni medida; sólo se atrevía a decir -sólo a veces, sólo así misma-que cuando estaba lejos no lo extrañaba y cuando lo tenía cerca no concebía el modo de separarse. –No. Hoy es un día difícil. No le llamé para discutir. –Tomate un caldillo -dijo Santiago. –Mi ex esposa -corregí con rápidos reflejos – dice que a usted le cuesta aceptar que el caso de su hija es complicado… ¿Se prohibe? ¿Y esos gallinazos qué? ¿Qué era entonces ese ir y venir de aves negras, brincando, aleteando, picoteando, patrasiándose para sacarle mejor las tripas al muerto? Como un niño travieso, haga de cuenta usted, jalándole la cuerda a un payasito de cuerda que ya no hará más payasadas en esta vida. ¿El cadáver de quién? ¡Y yo qué sé! Nosotros no lo matamos. De un hijo de su mamá. Reina trató de no pensar en nada durante la comida, pero una desazón oscura la devoraba por dentro. Junto a Camargo había recorrido medio mundo, desde la galería de los Uffizi en Florencia, donde se besaron ante el Nacimiento de Venus de Botticelli restaurado con amarillos y verdes que les parecieron demasiado estrepitosos para una obra que ya tenía más de quinientos años, hasta los templos musicales de Kioto, donde se situaban a cien metros uno del otro para oír cómo la más sigilosa de las pisadas resonaba en cada extremo. Durante esos largos meses había sido casi feliz. Tal vez habría llegado a amarlo -lo que ella entendía por amor y había sentido sólo una vez, en la adolescencia, cuando dejó al músico de rock que la desvirgó en brazos de una rival invencible, la cocaína-, si Camargo no la hubiera sometido a cambios de humor que la descolocaban, asaltos de pasión demencial yluego semanas de indomable indiferencia, sin que aun en los momentos de mayor intimidad y entrega él le prometiera nada ni ella tampoco pidiera: casi no hablaban del porvenir. Mañana era, para ellos, literalmente el día de mañana. Sin embargo, Reina había ido acostumbrándose a su compañía, a las errancias de su sexualidad; disfrutaba de su conversación sentenciosa y de sus modales anticuados. Ahora, en Washington, lo desconocía. No imaginaba cuál ignorada llaga de sus sentimientos podía haber tocado por imprudencia. La comida le resultó tan insoportable que, al despedirse, equivocó el único saludo que sabía decir en inglés: «nice to meet you, Bob». Camargo, siempre feroz con esos deslices, se mostró por una vez indulgente. Cuando regresaban al hotel, le pasó las manos sobre los hombros y le dijo: –Brenda ha vuelto a llamarte? –Estás pensando en qué edad tengo..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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