15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Si depende de mí, no. Mi diario no cree una sola palabra de lo que dice tu jefe. A mi diario no lo puede asustar ni comprar. –Váyanse. Váyanse o disparo. No quería que nada lo interrumpiera. Los celulares estaban apagados y sólo volvería a encenderlos a mediodía, cuando la ausencia de la mujer empezara a llamar la atención. La atmósfera de la calle, abajo, estaba saturada de personas desagradables, casi todas del sexo masculino, que se movían afanosas de un lado a otro y no pertenecían a ninguna parte: Camargo sintió que, si cualquiera de ellos se desvanecía en el aire, la vida de los demás no cambiaría en absoluto. Podían desaparecer todos, y la realidad, aun así, continuaría intacta, porque en aquel momento los dos únicos seres imprescindibles eran él y la mujer de enfrente, unidos por las ondas magnéticas de su mirada. Cada vez va más gente a Viña del Mar en verano. Desde agosto ya no hay casas por alquilar cerca de la playa y de diciembre a marzo se agota la capacidad de los hoteles. Mi esposa Brenda tuvo la fortuna de conseguir por unos pocos dólares la mansión amarilla que se alza en el extremo norte del balneario, desdeñada por ser refugio de aparecidos que espantan a los inquilinos. En 1976, un general del ejército chileno que descubrió allí a su joven esposa en pleno pecado de lujuria, vengó la ofensa matando con su pistola reglamentaria a los adúlteras y envenenando a sus tres hijos con jarabe de arsénico antes de pegarse él mismo un tiro en el corazón. –Me voy con vos -dijo la Austin. –No puedo dejar de pensar en vos, Reina -le dijo. –¿Sólo eso? Quiero exámenes completos. Quiero saber si la gente que usted contrata tiene o tuvo venéreas, ladillas, tuberculosis, reglas irregulares, muelas podridas, amígdalas en mal estado, si las mujeres están preñadas o estuvieron alguna vez. Con las mujeres hay que desconfiar, Sicardi. –Pues en la Calle 80 con Colombia. Una víspera de Navidad, cuando Camargo tenía once o diez años y aún vivía en Tucumán, encontró al padre quemando todas las fotos, las ropas y las cartas que la madre había dejado. Desde hacía ya algunos meses, el padre le había prohibido que la nombrara, la dibujara o escribiera composiciones sobre ella en la escuela. Así, la madre se alejaba a coda velocidad de su memoria y era sólo una vaga sombra con la que Camargo hablaba en silencio, sin esperar respuesta. La había visto tan pocas veces que, al entrar en la adolescencia, no podía discernir si el recuerdo que le quedaba era inventado o real. A veces, cuando se miraba en el espejo, se esforzaba por ver, en la imagen que él mismo reflejaba, la cofia de enfermera, el delantal blanco tableado y los guantes de goma que siempre llevaba puestos. Soy mi madre, decía. Sólo cuando te vea voy a saber ser yo. Cuando salimos al frío de la calle, decidieron que no irían en ómnibus, oh no, querían un taxi, de modo que les di el gusto, aunque con una sonrisa interior verdaderamentejoroschó, y llamé un taxi estacionado en la fila. El chofer, unvecostarrio y bigotudo con losplatis muy manchados, dijo cuando nos vio: –Treinta. Sé más de lo que usted cree. Tales muertos aunque pobres, por supuesto, para el cielo no se irán así les quede más a la mano: se irán barranca abajo en caída libre para el infierno, para el otro, el que sigue al de esta vida. Ni en Sodoma ni en Gomorra ni en Medellín ni en Colombia hay inocentes; aquí todo el que existe es culpable, y si se reproduce más. Los pobres producen más pobres y la miseria más miseria, y mientras más miseria más asesinos, y mientras más asesinos más muertos. Ésta es la ley de Medellín, que regirá en adelante para el planeta tierra. Tomen nota. Él murmuró: –No sé de qué estoy hablando. Lo dijo con tanta naturalidad que me sentí impalpable. Era el tipo de adolescente que solemos amar con locura en el colegio secundario. El muchacho, con alguna peca y algo rojizo, tenía tal aspecto de ser su hermano que no podía ser más que su novio. Llevaba un libro de Gramsci bajo el brazo. La presentó a ella y se presentó. –¡Momentito! –Subí a verlo -le propuse. –Entre comillas. Hacía las cinco de la mañana sonó el teléfono y contesté, desde este lejano país ajeno: era él, para explicarme que ya le habían entregado los resultados del análisis..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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