15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–A las ocho y media. La mujer volvió a vomitar y trató de levantarse pero no pudo. Ni siquiera parecía saber dónde estaba, y los tiempos debían de habérsele enredado, coma a él. El pasado se volvió presente o futuro, la realidad se estancó y ella, la mujer, sanará de la fiebre que ya no tiene, se cubrió de la sangre que todavía no ha visto, va en busca de agua: eso la desespera, la sed, la sed, pero el cuerpo no la obedece. Está privada de cuerpo, tal como vos querías, Camargo, no puede estar en sí misma ni tampoco en nadie. Sólo puede incorporarse ahora, prender la luz, y eso basta para que la energía perdidafluya otra vez en ella. Lo que ha visto la aterra, estás seguro, ¿pero cómo podría defenderse de un terror que ha sucedido ya, qué puede hacer? La ves caminar aferrada a las paredes, a los muebles, tambalearse. En cualquier momento se le aflojarán las rodillas y caerá de bruces. Y sin embargo sigue, sigue hacia la ventana. Ya no necesitás observarla a través del lente: la silueta se distingue con nitidez. Es una figura infernal. Vaya a saber cómo, parte del vómito le ha pringado el pelo. Una expresión de locura le destempla la mirada. Que la ventana se le resista la desquicia aúnmás. De todos modos, lucha con desesperación. Querrías llamarla por teléfono, Camargo. Es posible que, al descubrirse violada, con manchas de sangre y tal vez de mugre, se desconcierte y haga lo que no debe hacer. Pero va su destino se mueve solo. Detenerlo no está en tus manos. La ves golpearlos puños contra los vidrios, forcejear con la falleba, llevarse las manos a la cabeza. Te parece que llora, pero esa mujer no llora: no le han quedado lágrimas ni entrañas y de nada le valdría llorar, porque tampoco le ha quedado porvenir. Se esfuerza, acaso apoya la rodilla contra la pared, hasta que por fin la ventana cede. Las dos hojas se abren de golpe y el aire frío de la noche la toma por sorpresa. Luego se asoma a la calle desierta, en la que se amontonan, acá y allá, bolsas de basura. Son ya las ocho y en toda la extensión de esa calle de bancos y casas de cambio hay un desamparo cruel, que la mujer no advierte. Se asoma a la ventana como puede, inclina el cuerpo y grita, con una ferocidad más poderosa que sus pulmones: Si en un principio, de entrada, el hombre invisible pensó, por su color translúcido, que los cadáveres de la sala de necropsias estaban refrigerados, después descubrió que no. No. Era la transparencia de la muerte que nos deja a todos como santos coloniales de madera policromada, pero con colorcitos discretos, lívidos, de opalino a alabastrino. Los que sí están refrigerados son los N.N., o no identificados, que van a una cava o frigorífico desnudos, colgados de unos ganchos como reses por tres meses, al cabo de los cuales, si nadie los reclama, el Estado los entierra por su cuenta. El Estado, esto es, Colombia, la caritativa. Ella se apartó del paso y él, al avanzar, le tomó la mano. Ella no se la quitó. –El problema es que sí estaba -dije. –Pasó algo trágico, doctor -le dijo-. Habíamos impreso ya la mitad de la edición cuando nos avisaron que se mató el senador Valenti. –Oh, me estoy muriendo -casi gemí-. Tengo un terrible dolor en el costado, aquí. Es apendicitis. Ooooohhh. Santiago estaba saliendo. Bastián se rió. Pero no me contestó. Lo sentí perdido. Para no tener que subir siguió con timidez a la sala. A la sala de esa casa ajena que sin embargo era la de su amigo del alma. ¿Y por qué ajena? En sus muchos años de amistad con papi, que abarcaban la vida mía, no recuerdo haberlo visto más que unas cuantas veces en micasa, y sólo en la sala. La presencia de la Loca lo excluía. Para los que no fuéramos su marido y sus hijos la Loca había levantado en torno de mi casa una muralla de intimidad polvosa insalvable. ¿Pero de mi casa, digo? ¡Su manicomio, idiota! El manicomio donde reinaba esta mujer desquiciadacon el engendro que tras de nosotros parió. En cuanto a éste, silbaba por donde iba como si fuera un pájaro: era su forma de respirar. ¿O estaría cortejando a alguien? ¿A una gallina? No se necesitó mucho para calmar a los dos soldados heridos en la comodidad delDuque de Nueva York,con grandes brandies (pagados con el dinero de misdrugos , pues yo había entregado el mío a mi pe) y una lavada con lostastucos mojados en la jarra de agua. Las viejasptitsas con las que habíamos sido tanjoroschós la noche anterior estaban otra vez allí, y seguían con los -Gracias, muchachos- y -Dios los bendiga, chicos-como si no pudieran parar, a pesar de que no habíamos repetido la escenasamantina . Pero Pete dijo-:¿Qué quieren tomar, chicas? -y les pagó café y menjunjes, pues aparentemente tenía bastantedengo en loscarmanos, así que insistieron más alto que antes con -Dios los bendiga y les dé salud, muchachos- y -Nunca les jugaremos sucio- y -Son los mejores muchachos que pisan la tierra, eso son. -Finalmente dije a Georgie: SaintGenet, comédien et martyr –Abuelito, ¿por qué sos así, tan rabicundo, a quién saliste? No te enojés tanto por tan poca cosa que te hace daño. ¿Para qué querés esas naranjas? ¿Te las vas a comer todas? ¡O es que te las pensás llevar a la tumba! Si se te paraliza el otro lado por otra rabia no vas a poder ni ir al baño. Meditá, pensá, razoná, no seás loco. –No es tan fácil de explicar. Es lo mismo. Fidelidad. Fidelidad fanática, hasta la muerte. Lealtad al signo primordial regidor de la cabeza y del fuego. Todo lo que no tenga que ver con esto, vaderretro, evade el recto destino combustible de tu estirpe. Coexisten, en tu tipo astral, dos Esteban: el superior y el otro, el deleznable. Y como es obvio, amén de redicho, en ese microcosmos paradojal nosotros gobernamos al Esteban superior; él, el elegido para las tareas luminosas, es quien va a casa de Verónica, sonríe cuando no debe, irradia frescura cuando le arden las zonas del sentimiento y, para darte un ejemplo lastimoso de esto último, decide leer alcamarada Lenin en vez de armar una bomba casera, cuando descubre que Josefa Bartolotti lo que tiene es hambre. Él huye por las escaleras en calzoncillos, no honra al padre ni a la madre, codicia mujer e ideas ajenas, no ama a su prójimo ni mucho menos a sí mismo, se olvida de santificar sus propias fiestas, sus efemérides, motivo por el cual deja plantada a la niña de Plaza Irlanda junto a un alegórico relieve, añorando sus anillitos. No interrumpas. Me refiero al impuro, humano, vivo, contradictorio Esteban con antorcha. Porque el artista, fíjate bien, el artista, para sobrevivir en este mundo y en el que se avecina, ha de poseer una fuerte dosis de inmoralidad. De ahí lo de la falta de principios. Inmoralidad -y empleo nomenclaturas a nivel burgués para facilitarte la comprensión jesuíta de conceptos cuyo sentido, en los hechos, te resulta desde antiguo familiar- inmoralidad, o quizá amoralidad, que si bien permitirá a un gran artista obtener espléndidos resultados en la construcción de una catedral en homenaje a la Sagrada Familia, pongo por caso, y no al azar, le impedirá en cambio no ya salvar el alma, que para eso nunca hizo falta la divertida gente del subsuelo, sino también fundar una. HOGAR, decía, y tal vez aquí encontrase unveco que me prestara ayuda. Abrí la puerta del jardín y a los tumbos recorrí el sendero, y parecía que la lluvia se convertía en hielo, y luego llamé a la puerta con un golpe leve y patético. No vino ningúnveco, así que golpeé unmalenco más largo y más fuerte, y entonces oí elchumchum de unasnogas que se acercaban. Empezó a pasar dos o tres noches a la semana en San Isidro. Le gustaba levantarse al amanecer y caminar sobre el césped de la casa hasta una glorieta desde la que se veían los veleros tempranos del río y la mansa niebla destrenzándose de la corriente. Reina sentía entonces que el ser de antes se le evaporaba y no sabía si este nuevo ser que ahora entraba en ella podía ser feliz alguna vez, con Camargo pesándole como una sombra. Su vida de antes había sido gris y ésta también lo era, aunque de otro modo: en la vida de antes corría y corría sin poder avanzar, y en la de ahora avanzaba sin poder correr. Le parecía que un invencible aro de hierro la asía de los tobillos, mientras el viento se la llevaba de un lado a otro. En noviembre Camargo y ella volvieron a viajar juntos, a Venecia y a Paris, donde se tomaron fotos y jugaron en los hoteles a ser padre e hija. Celebraron la llegada del 2000 en un crucero a los glaciares del sur de Chile, y desde la cubierta, abrazados, contemplaron la gloria de los fuegos artificiales en la bahía de Puerto Montt después de haberse extasiado, en el televisor del barco, con las réplicas iluminadas de los globos Montgolfier que volaron sobre la torre Eiffel de Paris y los muros de fuego que se deshicieron en Berlín a un lado y otro de la puerta de Brandeburgo. Esa noche se hablaron por primera vez en una lengua que sólo tenía significado para los dos. Reina había empezado a estudiar la gramática canaanita e inventaba frases a partir de los sonidos que le dictaban sus deseos. Estaban ya borrachos o más bien colocados -como decía Reina- y se desnudaron en la cabina para que el nuevo siglo los bañara con la luz de felicidad y desconcierto que tiene todo lo que empieza. Ella le acarició las piernas y le dijo, de pronto: «Maná pussa astiy». «¿Maná pussa?», preguntó Camargo. ¿Qué es pussa?» Ella le mintió: «Quiero tocar tu animalito. Pussa significa animalito». La expresión en arameo es más dulce, significa «es mi hijo», pero a ella le dio vergüenza confesar que el animalito le parecía pequeño y en estado de perpetua necesidad. «Bringueame la plusidra, entonces», siguió Camargo, besándola. Ella lo apartó: «Eso no vale. Es glíglico, el horrendo invento de Cortázar. Si nos hablamos, que sea en mi lengua, maru legrabas, con sintaxis, con núcleos: voz de seres humanos,.»Si es así, te fuqueo, Queenie, musaraño ta coquina.» «Así es mejor, urduno», suspiró ella. Por las cejas lo reconocí. Vos, ajena alángel caído, al ojo, al corte de un hilo que era quizá la prueba de que los mundos se estaban precipitando por fin unos sobre otros, volviste a decir que te esperaban en tu casa. –Déjate de hablar disparates y contá bien el final -dijo Verónica. –Deberíamos hacer la denuncia, doctor..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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