15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Alcánzame ese carrito -dijo Lalo esa noche. Lo puso con extrema delicadeza cerca del mangrullo. Ahora, en la calle, la desdentada examina los pasaportes y se declara satisfecha. Momir se ha echado bajo los jergones, macilento, corno un pájaro sin plumas. Tiene algunas manchas de sangre en el cuello de la camisa y la mujer le formula preguntas en un tono imperioso -casi dirías injurioso-, de las que sólo entendés unas pocas palabras. Ella parece decir: ¿Por qué no te cuidaste? ¿No le advertiste que estás enfermo? A lo que Momir responde: Gospodin Cro lo quiso así. Qué importa la enfermedad». La desdentada alza el puño y, por un momento, temés que empiece a golpear a su pareja. Está poseída, tal vez celosa. Como ha arrojado los pasajes y el dinero sobre los jergones, le hacés notar, por señas, que, si se descuida, el viento se los puede arrebatar. Sopla un aire helado y el cielo ha virado al gris, al rojo: tiene tal espesura que en cualquier momento podría desplomarse. Ubvatiti infekcíju, aúlla la desdentada. Antibiotike. Y de pronto caes en la cuenta de que no es su compañero quien la inquieta sino la mujer a la que acaban de abandonar varios pisos más arriba en su cama de suplicio, sobre las sábanas ensangrentadas por las llagas del chancro. Me asomé al parapeto. Un abismo bastante considerable, mucho más teniendo en cuenta que allá en el fondo no se percibía sino un tenue hilito de agua. No me gustó lo de estúpido, hermanos, y dije: -¿Qué pasa,bratitos ?¿Qué le están preparando a estedruguito? -Y entonces F. Alexander murmuró: –No era lástima, Camargo. Sólo quería abrazarte. –Dónde te habías metido -dijo Verónica. –Soy yo -dice Camargo. Tres I –Para despertarme -dijo Esteban. Los hechos ocurrieron así: llegué una tarde cansado, derrumbado, derrotado, sin un carajo de ganas de vivir. Yo no resisto una ciudad con treinta y cinco mil taxis con el radio prendido. Aunque vaya a pie y no los tome, sé que ahí van con su carraca, pasando noticias de muertos que no son míos, de partidos de fútbolen los que nada me va, y declaraciones de funcionarios mamones de la teta pública que están saqueándome a mí, Colombia, el país eterno. "Yo te los quiebro -me repite Alexis-, decíme cuál". Nunca digo. ¡Para qué! Eso es tirarle a langostas con escopeta. "Niño -le dije a Alexis-, préstame tu revólver que ya no aguanto. Me voy a matar". Alexis sabe que no bromeo, su perspicacia lo siente. Corrió al revólver y para que no me quedara una sola bala se las vació al televisor, lo único que encontró: estaba hablando el presidente, para variar. Que no sé qué, que el peso de la ley. Fue lo último que dijo esta cotorra mojada, y nunca más volvió a abrir su puerco pico en mi casa. Después silencio, silencio en mis noches calladas que están cantando las cigarras, arrullándome el oído con su eterna canción, que oyó Hornero. –¿Adónde irás cuando salgas de aquí? -En realidad, no había pensado en esa clase de vesche, y sólo ahora comenzaba a entender que muy pronto sería unmálchico suelto y libre; y entonces vi que eso ocurriría sólo si yo aceptaba todo, y no empezaba adratsar,crichar, y rehusarme, y esas cosas. El desafinado eraél, su alma. Fue autor de diez sinfonías, cinco poemas sinfónicos, misas solemnes, caprichos, conciertos para violín y piano, sonatas, tocatas, tronatas. Pero su obra máxima era la cantata «Edipus Rex» (Edipo Rey), obra suprema, summa cum laude, de lo que no hay, para orquesta berlioziana y coro de ciento cincuenta voces cada cual por su lado, con su tema polifónicamente hablando, y en la que Edipo compite en ceguera con don Roberto en sordera. Cuando don Roberto se murió le hicieron en su pueblo de Santuario un homenaje, ¿y saben qué le tocaron? ¡El Réquiem de Mozart le tocaron!¡Como si al Ingres mexicano José Luis Cuevas se le metieran los ladrones a su casa y en vez de llevársele sus cuadros le robaran un Botero! Y qué más da que nos muramos de viejos en la cama o antes de los veinte años acuchillados o tiroteados en la calle. ¿No es igual? ¿No sigue al último instante de la vida el mismo derrumbadero de la muerte? Me lo iba diciendo para tratar de no pensar, pensando por entre el gentío que tenía que encontrar una iglesia. Las de San Ignacio y San José, las más cercanas, por las leyes de Murphy iban a estar cerradas. Quedaba la Candelaria, que siempre estaba abierta, y hacia la Candelaria me dirigí, a pedirle a Dios que se acordara de mí y me mandara la muerte. Pero no me contestó. Lo sentí perdido. Para no tener que subir siguió con timidez a la sala. A la sala de esa casa ajena que sin embargo era la de su amigo del alma. ¿Y por qué ajena? En sus muchos años de amistad con papi, que abarcaban la vida mía, no recuerdo haberlo visto más que unas cuantas veces en micasa, y sólo en la sala. La presencia de la Loca lo excluía. Para los que no fuéramos su marido y sus hijos la Loca había levantado en torno de mi casa una muralla de intimidad polvosa insalvable. ¿Pero de mi casa, digo? ¡Su manicomio, idiota! El manicomio donde reinaba esta mujer desquiciadacon el engendro que tras de nosotros parió. En cuanto a éste, silbaba por donde iba como si fuera un pájaro: era su forma de respirar. ¿O estaría cortejando a alguien? ¿A una gallina? –Te llevo. «doctor Camargo», suspiró. «¿Cuánto le agradezco que haya venido! Haga lo posible para que no se ventilen en su diario las canalladas que destruyeron a Valenti. El pobre ya no puede defenderse.» A Camargo le molestaba que le hicieran insinuaciones sobre lo que debía o no debía decir, y de inmediato se sintió tenso. Contuvo la lengua, pero no pudo evitar que el tono de la respuesta le saliera helado, distante, desdeñoso: «¿Ventilar? Yo no hago eso. Si publico algo es porque lo puedo probar, señor. Y actúo igual con los muertos que con los vivos. Un juez dijo ayer que Valenti eraculpable por el contrabando de armas. ¿Cómo quiere que no lo publique?». «Un juez, un juez, ¿qué significa ya eso?», insistió el presidente. «A Valenti lo está juzgando Dios ahora.».

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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