15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–¡Qué! -le increpaba-. ¿No puedes vivir sola y tienes que andar siempre acompañada, con esa corte de sabandijas? Estás como mi amigo Manolo Dueñas que adonde va, va con séquito, o como el cura Papa. Aprende de mí, güevona, que me basto solo. –Muy bien, hijo -dijo mi papapa-. Las cosas se harán como tú digas. Pero ahora cúrate. Después de la travesía a Colombia, la mujer ha viajado sola dos veces, a Santiago de Chile y a Caracas, con el pretexto de otra investigación confidencial sobre el tráfico de armas. Vos y ella acordaron encontrarse en Santiago: saldrías una mañana de sábado, ignorando los llamados cada vez más angustiosos de Diana desde el hospital: Ya no saben cómo bajar la fiebre, papá. No podas imaginar qué débil está, qué triste. ¿Por qué no venís, papito? Apenas se despierta, la pobre Ángela pregunta si ya has llegado». Ibas a regresar de Chile el domingo al caer la tarde, dejándolo todo sólo para estar con la mujer, pero la noche del viernes, cuando la llamaste para que supiera a qué hora debía esperarte en el aeropuerto, ya se había ido del hotel y su teléfono celular estaba desconectado. De todas maneras viajaste a Santiago, perdiste como un imbécil horas y horas rastreándola en los ministerios y en las guarniciones militares, avergonzándote ante tus amigos de El Mercurio y de La Tercera en busca de alguna pista: todo en vano. IA qué extremos de humillación te había llevado? ¿Quién habría podido imaginar que alguien como vos, al que jamás nadie osaría dejar esperando en el teléfono, iba a perder la calma por el silencio de un insecto como ella? Recluido en un hospital de reposo, Pimenta se ha desentendido ahora de todo arrepentimiento y asume, confiado, el papel de víctima. Sabe desde hace tiempo que ha entrado en una telenovela. Lo que no sabe es que los condenados a ese infierno ya jamás pueden salir de él. –Tu padre. ¿Vas a manipularme ahora con tus sentimientos filiales? -el tono de Reina era implacable-. ¿Y tu hija? ¿Fuiste a visitarla alguna vez? Esa mañana habíamos desfilado por el centro de Medellín en la procesión del Corpus Christi. Lentamente, pausadamente, a vuelta solemne de rueda, había avanzado nuestra carroza por entre la multitud admirada, incrédula, que se negaba a creer lo que veían sus ojos, que se pudiera dar tanta majestad concentrada en este mundo. En nuestro cuadro pío, inmóvil aunque semoviente, que se deslizaba etéreo por entre las nubes, como navegando sobre un mar de cabezas humanas, yo hacía de misionero salesiano. ¿Me imaginan ustedes a mí, de ocho años, mintiendo así? Que es, como se sabe, la mejor artimaña que puede inventar el diablo. Pero vayamos por partes. En el primer caso, existo. Y se trata de asumir conmigo la historia y el país. Y se trata, como dije, de un descendimiento orgulloso. Esto, esta vorágine hacia las Grandes Madres. El Pacto con el Diablo. Pero trasladar mecánicamente a este siglo y a estas pampas ideas medievales o isabelinas, germánicas o sajonas, sería dogmático. Sería stalinismo. No, huerfanito. Nuestras particulares condiciones históricas y sobre todo mi endiablada nacionalidad, que es la tuya, son ahora toda la condición humana. Nacionalidad, repito. Argentino yo. O rioplatense. Juan Sin Ropa yo: diablo de aluvión, historizado. O naturalizado. Hijo del hibridaje, nieto putativo de hijodalgos españoles hijoputas, de inmigrantes organilleros y de negros mandingas. Crisol de razas, que le dicen. Último de la flamígera tribu altísima. Cocido y modelado en viejas retortas universales, en el Caos, antes del Génesis,colui che fu nobil creato piú ch 'altra creatura.Vuelto a cocer y remodelar en Wittemberg, y más tarde en la vieja Deptford, entre Greenwich y Camberwel, frente a la Isla de los Perros, ahí donde el Támesis dibuja una gran serpiente que se arroja al mar y donde, hace cuatro siglos, había unos formidables prostíbulos. Y una taberna. Y dentro, bajo la luz roñosa de una lámpara de aceite de ballena, mujeres y balleneros en círculo, mirando unas puñaladas. Hasta que Christopher Marlowe quedó muerto en el piso y yo me limpié la daga en el pantalón y salí a la noche, en Deptford, donde la eran serpiente se enrosca y se confunde con Leviatán. Vuelto a remodelar y recocer en el gabinete áulico de su Serenidad,il signareWolfgang, también llamado el Mayor, de quien heredé esta diabólica tendencia al humanismo y mi amor por la dulce Italia, bajo cuyos cielos, gracias a una mariposa con nombre de ramera, se atestiguó mi más reciente metamorfosis. La dulce Italia, de cuyas colinas vengo, no sin haber pasado algunos buenos momentos bajo la noche de plata de San Petersburgo conversando con un parricida. Yo, el último de la flamígera tribu altísima y el Primer Adelantado. Omega y Alpha. Mi endiablada nacionalidad y las antedichas condiciones históricas, así lo exigen. Exigen una demonologíaad usumexpósitos. Expósita: argentina. Y volviendo al acertijo: si la palabra "vos" fue la respuesta, muy bien, no sólo te concedo no preguntar la respuesta de quién, sino que lo admito con toda tranquilidad: no existo. En este segundo caso, no existo. Yo estoy en vos, soy vos, vengo de vos. Me inventas.Lo cual, dicho por el Diablo, también es una originalidad. Un aporte. Y aparentemente resuelve con un suspiro de alivio las cosas, deja impoluta tu alma, abre infinitas puertas de Salvación a la fragante rosa mística de tu espíritu, y caen, como livianos copos, las plumas de tu alada espalda durante la ascensión a los cielos dulce San Estebanora pro nobis.¿No es cierto? No es cierto. Me río por lo bajo y prosigo. Supongamos que no existo. ¿Qué se modifica con ello? ¿Quién, mi querido aspirante salesiano, modifica nada si yo no existo? A esta altura de nuestros razonamientos la confusión es tal que si, realmente he dicho la palabra "vos" para probar que nosotros y Esteban somos el mismo -respuesta que me anonada, me reduce a polvo metafísico, me excomulga, me derrumba y me arrumba en el polvoriento desván de las infantiles fábulas medievales-, alguien, fuera de nosotros podría inferir que Esteban está defendiéndose de algo, valerosamente, eso sí, pero defendiéndose. Y nadie se defiende de lo que no existe. Razón por la cual existo, o de lo contrario, Sansón de la dialéctica, todo, cada una de las palabras ya pronunciadas y estas mismas, cada una de las que diremos, o dirás, antes del amanecer, todas las múltiples objeciones que se te ocurran en este preciso instante, vienen de vos. Razón por la cual vuelvo a no existir; razón por la cual etcétera. Y así hasta el infinito. Qué estupidez. Eso no significa, suponiendo que signifique algo, más que el vulgar reemplazo de una moral por otra. Ella salió de la penumbra del dormitorio y se acercó, recelosa. Esperaba la invasión de los editores y las secretarias. Temía ver otra vez a Durán. Las comunas son, como he dicho, tremendas. Pero no me crean mucho que sólo las conozco por referencias, por las malas lenguas: casas y casas y casas, feas, feas, feas, encaramadas obscenamente las unas sobre las otras, ensordeciéndose con sus radios, día y noche, noche y día a ver cuál puede más, tronando en cada casa, en cada cuarto, desgañitándose en vallenatos y partidos de fútbol, música salsa y rock, sin parar la carraca. ¿Cómo le hacía la humanidad para respirar antes de inventar el radio? Yo no sé, pero el maldito loro convirtió el paraíso terrenal en un infierno: el infierno. No la plancha ardiente, no el caldero hirviendo: el tormento del infierno es el ruido. El ruido es la quemazón de las almas. –Vos también, muy coherente. –¡Ayúdenme, por favor! ¡Que alguien me ayude! Yo no, exactamente. Una vez aceptado yo -es decir, la otra parte- no contraigo el menor compromiso. Esteban se remonta o lo voltea la muerte gracias a sus propias leyes de inercia. El genio, o es un imperativo categórico de adentro hacia afuera, un reventón voluntario, o a limpiar escupideras al Hospicio de las Mercedes. Más claro, échale agua. El genio, o mejor, el principio genial, es algo así como esos bacilos voraces que dormitan agazapados en algún rincón de todos los organismos vivos. Se nace conellos. Sobre la mesa tendida con doce cubiertos cata un incesante polvo diminuto. La casera se lamentó de que la llanura fuera tan lisa, con un cielo de estrellas opacas que no permitían orientarse, y que en el pueblo nadie respondiera a las preguntas de la gente perdida. «He visto pasar por acá cinco o seis veces a un mismo camión, sin rumbo», dijo. «Sí, es difícil llegar a alguna parte», dijo Reina. «Míreme a mí», siguió la casera. «También es difícil irse.».

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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