15 de enero de 2025
Comentario destacado
Ocr critical thinking past papers
No podes darte cuenta de siél está lúcido o bajo el efecto de alguna droga cuando entran al cuarto de la mujer. En el ascensor se ha movido con torpeza, enredado todavía en los telares del sueño. Después, más allá del corto pasillo de acceso, la luz del velador le hiere los ojos y, cuando alza las manos para cubrírselos, ves que tiene las pupilas dilatadas. Le has encarecido una y otra vez que se mantenga ágil y alerta para la misión de esa noche. Le has ordenado que no beba y, si es posible, que tampoco se llene el estómago de la podredumbre que sirven en los refugios de caridad. Le has dicho: «Cuando todo termine, podrás hacer lo que quieras, Momir. Podrás hartarte de alcohol, de cocaína. Vas a ser dueño de tu cuerpo. Pero sólo una sola vez, sólo esta noche, voy a necesitar lo que aún te queda de inteligencia, de fuerza, de salud». Lo que le has pedido es apenas un destello de su estropeadanaturaleza: le has pedido un brote de su indecencia, de la vida que él mismo ha echado a perder. Y a cambio le has ofrecido la vuelta a casa. Es algo que no se mide en pasaportes ni en pasajes sino en algo mucho más sutil: en sentimientos perdidos que se dejan caer dentro del ser tal/como fueron alguna vez, tan nítidos como esos dibujos que aparecen en los cuadernos cuando los niños van humedeciendo los contornos con sus dedos. Cualquier otro pagaría por hacer el servicio que estás pidiendo y te enfurece, cada vez que lo piensas, la hostilidad con que la sin techo ha exigido su parte. Njegov pasa, passaporto, qué audacia. –Ni siquiera lo he visto. Y se lo rechazaba. La complicidad que existía entre nosotros cuando teníamos veinte años hacía mucho que se había acabado. Y ni sé cómo acabó. Será la vida, que acaba con todo. Bastián seguía sentado. Me miraba torciendo la cara. Santiago le puso entre las manos la cantimplorita y fue hacia la puerta. Bastián no hizo un gesto. Sin dejar de mirarme, dijo: Había que hacer un gran esfuerzo para que las cosas, no sólo los objetos sino la gente, y hasta el pasado, se quedaran quietos en un lugar. Un mundo como telones de papel transparente, un telón detrás del otro y yo de este lado, detrás del último. Se veían, bastante nítidos, el mundo real y sus criaturas. Pero a veces una forma anacrónica se traslucía allá atrás, yuxtapuesta a otras, un árbol de otra realidad o la sombra de un pájaro o una cara. El árbol adquiere entonces el color de esa cortina, ahí, se lo ve opaco y ondulado en los pliegues del paño, un árbol púrpura o un pájaro de río que vuela detrás del inmóvil torero pintado en la pared del café. Hasta que en cualquier momento, al cerrar por descuido los ojos, al abrir por descuido una puerta, de cabeza al otro lado. Se corre, incluso, el peligro de pasar de largo y caer junto a otro árbol, que está todavíamás atrás y sobre el que vuelan otros pájaros; se corre el peligro de ir hasta el final y reconocer por fin esa cara. Caramba con la realidad, pensé. Sin contar con que si uno se atreviera a dar vuelta la cabeza cuando está allá, ¿entonces qué? Ha de ver esto, estas figuritas. Sólo que al revés, como un negativo. Lo que aquí estaba a la derecha lo ha de ver a la izquierda. Bien. Algún antepasado mío fue arrojado a la alcantarilla y de allí lo recogieron; aunque, si se lo mira con calma, ésta también es una idea narcisista. Dejemos la alcantarilla. El hecho es que un hombre remoto cumplió la mayoría de edad y, al salir del orfelinato, el Señor del Escritorio dijo: Atención, guachito, vamos a darte un apellido. Te llamarás Expósito. Con equis. Y él, que seguramente tenía el humor siniestro de casi toda mi familia, pensó gracias, Spicciafuocco es peor. Sin contar con que si uno se llama Gambastorda o Roncaforte puede jurar por Dios que no pertenece a la casa de Alba. Yo, en cambio, soy mi propio origen, me celebro y me fundo a mí mismo. Que vengan a probarme que no desciendo de Alfonso el Sabio o de Bernal Díaz del Castillo, gran prosista. Y él salió a la calle, miró en torno y dijo: Todos los argentinos somos expósitos. Guacho: gaucho. Un orfanato planetario de 3694 kilómetros de largo por 1460 en su anchura máxima, limitado al norte y al poniente con otros asilos de desolación, al este con el exilio y al sur con la Nada. Lo cual explica muchas cosas; entre otras, nuestra falta de orgullo nacional, nuestro sensiblero amor a la madre y nuestra moral de carpe diem. Veamos, reflexionó. Ontología patria. Expósito Ixpiacoc, el abuelo primordial, intenta echar raíces. Oye una fanfarria, ve a distancias telescópicas un árbol copudo, observa a unos niños rotosos y gambeteadores disputándose con pasión una pelota. ¿Qué ha percibido? Himno nacional que celebra de los rudos campeones los rostros, Marte mismo parece animar. No es un himno, es una payasada. Para no hablar de la Marcha de San Lorenzo, con Febo, que asoma, y un sordo ruido que oír se deja. De corceles. Ñatos matungos petisos y unos paisanos chuecos que vienen aser las Huestes. Cero en historia. El árbol es un ombú, que ni es árbol ni pertenece al paisaje. Es una planta, un yuyo, un arbusto a escala de dinosaurios. Solo y anacrónico como los leones de don Quijote. Algo lo desarraigó de la selva y lo empujó hacia el sur, Dios, o el azar, o su propia voluntad de gigante loco que se puso a caminar contra el pampero por contrariar a la naturaleza. No sirve ni para leña ni para empalizada ni para muñirse de garrote. Fofo como una madre, sólo da sombra. Y asilo. Una planta desarraigada para el descanso de la huida de un huérfano trasplantado. Deporte típico: foot ball. Balompié es peor. Boca juniors. Algo así como un concubinato monstruoso entre Garibaldi y la Reina Victoria. Qué país, manes de Atahualpa. Si hasta él, zorzal criollo, el bronce que sonríe. Viejo Garlitos, cómo nos hiciste la porquería de nacer en Francia. Habría que fundar todo otra vez, dijo. Y creció y se multiplicó y perdió la equis. Hasta que, en la conmoción oscura y violenta de una siesta pueblerina: el Gran Misterio del Galpón. Jodienda y cachondeo sobre las tibias amarillas pajas. Ellos, los microzoos metafísicos. Conmigo a la cabeza. Eran miles, somos miles, cientos de miles arremetiendo juntos. Nunca imaginó nadie jornada más gloriosa. Un batifondo de epopeya conmoviendo los valles de la uretra, Falopio que soplaba su trompeta; los hocicos resollantes de las tencas. Y él, Güemes bicrobiano, Estebanzoide, dando feroces alaridos épicos. Y él era yo. Los otros rodearon suicidas los últimos reductos, de cabeza locamente se lanzaban hasta que las resistencias cayeron con fragor, y yo, que entonces era él, advertí de pronto la Puerta Estrecha, la grieta franca y enigmática. ¡Ábranse!, debí de gritar mientras pensaba para mis adentros: Y ahora, qué. Me derrumbó la noche. Oremus. Esbebanzoide ha muerto. Te llamarás Estebanfeto. Bien. Y él fue como los pólipos. Y él durmió, y al despertar fue como el pez de pupila alucinada. Y soñó. Y al despertar fue como los renacuajos. Entonces, meditó. Encogido sapo, filósofo uterino, reflexionó acerca de profundos misterios. Quién, qué soy, se interrogó clamando en la honda noche húmeda, de dónde vengo, para qué. Y cantó en las tinieblas su canción acuática: Oh lejana irrecuperable infancia, yo era el alegre delfín cola de pez, había sitio en el universopara mí y ahora todo tan remoto y sumergido. Porque se encontraba a punto de tomar una resolución, y Esteban, como la Naturaleza, cuando está triste o desorientado canta. Pero a veces sus cantos son espantosos. Y la resolución que él debía tomar era crecer. Y creció. Y él mismo fue en sí mismo y dentro del claustro materno todo el origen de todas las especies, y la naturaleza evocó y repitió en él sus primeros repugnantes tanteos, sus horrorizadas vueltas atrás y sus deformidades. Un día le borró la cuerda dorsal como ya otra vez había diezmado los peces de enormes caparazones. Y, delirante, al día siguiente, le inventó riñones gigantescos, esponjas bestiales que poblaron hasta casi reinar en ella, la bóveda del peritoneo. Y tuve un hígado titánico, un hígado prometeico. que combatió por su mundo visceral: un hígado como para mil buitres. Y tuve una cabeza de pesadilla, fantástica en su pavorosa degeneración, una cabeza del tamaño del vientre de mi madre, que reinó y mandó sobre mi triste cuerpo. Cosa que aún me pasa y que es algo molesta para vivir, hablando en general. Pero no quemar etapas. Natura non faecit saltum. Estamos aún en el planeta húmedo, en el fangoso y demencial período de agigantamientos, época incoherente y monstruosa que, en la panza usada por mis equinodermos y moluscos y medusas para dar una forma nueva y un alma inmortal, corresponde a las noches ciegas y horrorosas en que la vida planetaria borroneaba histéricamente bestias descabelladas, reptiles con plumas, quimeras fuera de toda lógica, bichos heteróclitos, abortando sin amor sueños infames que eran simultáneamente pájaros y caimanes y algas devoradoras y mamíferos y reyes del agua. Entonces, y no antes, comenzó la Creación: la equilibrada música, el ordenador principio masculino del arte frío y de la naturaleza diurna. Los peces de enormes caparazones, los gusanos altos como árboles de gelatina y miedo, los pobres seres gigantescos con cerebros de pollo que aprendieron a mamar de madres como montañas, fueron descartados como capítulos de borrachera y locura, y yo, que entonces era todos ellos, sentí disolverse el riñón primitivo, la vesícula umbilical, los apéndices teratológicos e irrumpió en mí o yo irrumpí en la forma, el más inexplicable secreto del universo: cayó como una magia en el centro de mi repulsión y operó fría, cautelosa, corrigiendo errores y brutalidades. Y él creció y envejeció en sus pantanos. Y una mañana, al crepúsculo del alba, fue el Diluvio microcósmico, el estallido de las bóvedas fetales, el líquido amniótico desbordado a torrentes de los ríos del cielo. Y todo era otra vez comosiempre había sido. Él pensó: Voy a morir, lo sé. Lo último que sintió fue una presión formidable en la cabeza y un relámpago que lo dejó ciego. Edades glaciales se precipitaron sobre el caliente mundo. Lo deslumbró la blancura de la muerte mientras pensaba: ¿Y ahora, qué? Nací el 27 de marzo de 1935. rip. Te llamarás Esteban Espósito. Y ahora qué. La Loca andaba desatada, acometida por lo que llaman hoy«afán protagónico», el demonio que le pica día y noche el culo al Papa. Y sale este pavorreal al balcón a desplegar urbi et orbi su cola vacua y a rociar a la turbamulta gregaria de bendiciones. Empapado de bendiciones se va entonces el rebaño a casa, a ver sentados en sus reverendos culos el mundial de fútbol por televisión. –Para qué? ¿Para que nos hagan perder tiempo? No, Sicardi. Lo mejor sería entrar en el correo electrónico de esa mujer, Remis, y saber con quién se escribe, qué dice de nosotros. Los que me amenazan están ahí. –Ah, hermano -le respondo yo-, eso sí ya es otra cosa. Nosotros estamos aquí abajo para cumplir el plan creador de Dios, o en su defecto el quinquenal del Partido Comunista. –¡Pendejo! -se dijo-. ¿Qué estás haciendo? –No. Si salís de joda no tengo más remedio que volarte la cabeza. Un hombre como yo tendría que pasarse la vida en cana por el capricho de una mina como vos. Inconcebible, ¿no? Iba el bus atestado de gentuza, que es lo que produce hoy día esta mala raza paridora. ¡Qué! ¿Cuántos hay que contar en la monstruoteca para encontrar una belleza? ¿Mil? ¿Diez mil? ¿Cien mil adefesios? Mírense en el espejo antes de copular, de engendrar, de concebir, de parir, cabrones, ¿o es que tienen miedo de que se les pierda el molde? De pronto, sentadito con sus piernotas abiertas en una banca, vi un morenito de ojos verdes que me endulzó la mañana. ¡Ay Espíritu Santo, puro sexo, qué horror! Definitivamente sí, Dios existe, me dije. Y encomendándome a Él, al Ser Supremo, le pedí, le rogué por su santa madre en mis oscuridades interiores que me ayudara a conseguir esa belleza. Me oyó como oye la tapia llover la lluvia: el morenito se bajó en la Calle Carabobo, en pleno centro, y por entre un hervidero de hampones y de ratas se me perdió. Moraleja: Dios si existe pero sirve para un carajo. No hay que perder el tiempo con Él. X –Nada, abuela, todo lo mismo, lo mismo de todos los días: muertos, muertos, muertos. Hace un ratico en el bus en que yo venia, el de Laureles, a un señor le pegaron cuatro puñaladas. –Me casaría con vos si tuviera veinte años menos. O si vos tuvieras diez años más. Entramos en la iglesia, pasamos ante el Señor Caído, y seguimos hasta el altar del fondo en la nave izquierda, el de María Auxiliadora, la virgencita alegre con el Niño, flotando sobre un mar de ofrendas de flores y constelada de estrellas. Adultos y viejos llenaban la iglesia y, cosa notable, muchachos con el corte de pelo de los punkeros, rezando, confesándose: los sicarios. ¿Qué pedirán? ¿De qué se confesarán? ¡Cuánto daría por saberlo y sus exactas palabras! Saliendo como una luz turbia de la oscuridad de unos socavones, esas palabras me revelarían su más profunda verdad, su más oculta intimidad. "Yo debo de ser muy malo, padre, porque he matado a quince". ¿Eso, por ejemplo? La presencia de tantos jóvenes en la iglesita de Sabaneta me causaba asombro. Pero ¿asombro por qué? También yo estaba allí y veníamos á buscar lo mismo: paz, silencio en la penumbra. Tenemos los ojos cansados de tanto ver, y los oídos de tanto oír, y el corazón de tanto odiar..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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