15 de enero de 2025
Comentario destacado
Nios assignments
Así transcurrió el segundo año, según mis consejos, según sus designios: desaforadamente. ¡Pero qué desafuero! Con decirles que yo mismo me asusté y le dije: –No sé ni me importa, Esteban. Necesito que te quedes. –Oh, sólo avidear que sucede en el gran exterior -dije. Pero por alguna razón, hermanos míos, me sentí enormemente aburrido y algo desesperado, y esos días me había sentido así a menudo. De modo que me volví alcheloveco sentado junto a mí en el largo asiento de felpa que corría alrededor delmesto, uncheloveco somnoliento que barboteaba, y le aticé unos puñetazos en el estómago, ac ac ac, realmentescorro. Peroél ni los sintió, hermanos, y barbotó: «Carretea la virtud, ¿dónde en el extremo de las colas yacen las palopalomitas?» Así que nos largamos a la gran noche invernal. –Todavía no estás curado. Falta mucho por hacer. Sólo cuando tu cuerpo reaccione pronta y violentamente a la violencia, como si estuviera frente a una víbora, sin ayuda nuestra, sin medicinas, entonces podremos… "Hay algo enél, en Santiago", habías dicho, "algo, no sé, que le aparece a ráfagas, como a pesar de él mismo; hace un momento, por ejemplo, cuando habló y habló, fue tan hermoso." Yo no recuerdo cuáles pudieron ser las palabras del jujeño, pero recuerdo las tuyas al filo del atardecer. Volvíamos de los altos del Observatorio en dirección al coche de Lalo. Me parece ver un laberinto de calles que subían y bajaban, me parece ver árboles que tenían hojas color cobre. Sí, es cierto, había dicho yo, y no pude callarme el agregar con inconcebible mezquindad: Pero más que nada tiene la virtud de pasar inadvertido, de diluirse entre las cosas. El diminuto profesor Urba, caminando un poco adelante entre la señorita Etelvina y Verónica, interrumpió una frase en la que intervenían los astros y la numerología en el trazado original de la ciudad y, dándose vuelta, me miró con sarcasmo. Vos estabas demasiado ausente como para reparar en la intención de mis palabras y contestaste que sí, que eso también era verdad. "Lo raro es que él y vos se parecen", dijiste, "no físicamente ni tampoco en el carácter, es algo más…" ¿Profundo?, dije yo mientras arrancaba molesto una ramitade un cantero y me la llevaba a la boca. "Misterioso", dijiste con una sonrisa, y señalaste al jujeño, quien, alzando con distracción el brazo, cortó al pasar una hoja doraday,después de mirarla un segundo la dejó caer. Bastían venía en otro grupo, un poco más atrás. Ahora me doy vuelta y está masticando un malvón, pensé. Después, cuando llegamos al automóvil, comprendí, por la cara inquieta de Lalo, que en ese coche iba a faltar espacio para alguien. El ómnibus de la universidad no se veía por ninguna parte. Y por esa oscura ley de las compensaciones que gobierna ciertos actos, casuales en apariencia pero que en el fondo no son sino modos de saldar en secreto una deuda secreta, dije que vos y yo volveríamos a pie, que me dolía la cabeza y que tenía necesidad de caminar. El doctor Urba volvió a sonreír. Dijo: Entonces aprovechemos, compadre Santiago, ahora que cabemos todos. Nadie pareció notar nada. El jujeño contestó algo sobre un almacén y despacho de bebidas que había por ahí cerca y que debía visitar con alguna urgencia. Verónica estaba recordándole a alguien llamado Guerri que esa noche era la fiesta en el Cerro y ahora te pedía que llamaras a no sé quién. Vos dijiste que estabas sin teléfono desde hacía diez días, y, antes de que yo pudiera pensar en nada, Verónica, mirándome con alegre malignidad, preguntó cómo íbamos a hacer esa noche para avisar que te quedabas a dormir en la quinta. Frase ambigua que podía ser interpretada de mil maneras: una de las cuales era que vos ibas a hacer en tu casa la parodia de la niña que vuelve a alguna hora pero vuelve, y que esto de llamar desde la quinta tenía quizá algo de vieja ceremonia. O tal vez todo era inocente, un juego del que yo desconocía las reglas. No tuve tiempo de averiguarlo. Una pareja estuvo a punto de llevarnos por delante y fue como si la tarde se detuviera y se abriese un paréntesis en el tiempo. El profesor Urba, Verónica y la señoritaCavarozzi subieron al coche de Lalo. La señorita Cavarozzi, golpeando el vidrio con sus uñas, como si fuera un pianito, se despidió del aire. Entonces te vi. Sentada en la penumbra del café ante un vaso que no era daikiri ni calvados ni pernod, vestida totalmente de negro, a mediodía, con el largo pelo sobre la cara, pero sentada ante un gran vaso de leche, rodeada de ningún misterio, en una mesa desde la que se podía vigilar la puerta de entrada a mi hotel, terminando de comer algo que en el mejor de los casos podía ser torta de manzanas y, en el peor, una porción de pizza. En silencio me senté a tu lado. Cuáles ideas nunca supe, ¡pero qué maravilla! Y la nostalgia de lo pasado, de lo vivido, de lo soñado me iba suavizando el ceño. Y por sobre las ruinas del Bombay presente, el casco de lo que fue, en una nube desflecada, rompiendo un cielo brumoso, me iba retrocediendo a mi infancia hasta que volvía a ser niño y a salir el sol, y me veía abajo por esa carretera una tarde, corriendo con mis hermanos. Y felices, inconscientes, despilfarrando el chorro de nuestras vidas pasábamos frente a Bombay persiguiendo un globo. Con su aguja gruesa una vitrola en la cantina tocaba un disco rayado:"Un amor que se me fue, otro amor que me olvidó, por el mundo yo voy penando. Amorcito quién te arrullará, pobrecito que perdió su nido, sin hallar abrigo muy sólito va. Caminar y caminar, ya comienza a oscurecer y la tarde se va ocultando…" Y los ojos se me encharcaban de lágrimas mientras dejando atrás a Bombay, para siempre, volvía a sonar a tumbos, en mi corazón rayado, ese "Senderito de Amor" que oí de niño en esa cantina por primera vez esa tarde. Y qué hace sin embargo que volvía con Alexis por esta misma carretera, agotándose instante por instante en la desesperanza nuestro imposible amor… Yecamos de regreso a la ciudad, hermanos míos, pero justo a la entrada, no lejos de lo que llamaban el canal industrial,videamos la aguja indicadora del combustible que casi se caía, precisamente como nuestras propias agujas, ja, ja, ja, y el auto tosía cashl cashl cashl. Pero no había mucho de qué preocuparse, porque allí cerca las luces azules de una estación ferroviaria se apagaban y encendían, se apagaban y encendían. La cuestión era si dejaríamos el auto paraque losobiraran losmilitsos o si (ya que andábamos con ganas de destruir y matar) le daríamos una buenatolchocada hacia las aguasstarrias para presenciar un hermoso y ruidosoplesco antes que acabara la noche. Decidimos estoúltimo, y después de bajar y soltar los frenos, los cuatro lotolchocamos hasta el borde del agua sucia, que era como melaza mezclada con productos del agujero humano, y allí le dimos untolchocojoroschó y adentro se fue. Tuvimos que retroceder de un salto para que la roña no nos salpicase losplatis, pero allá fue, esplussssshhhh y glolp glolp glolp, discreta y suavemente. -Adiós, viejodrugo -exclamó Georgie, y el Lerdo lo acompañó con una gran risotada de payaso-: Ju ju ju ju. -Nos acercamos a la estación para abordar el tren al centro, como se llamaba entonces al sector medio de la ciudad. Pagamos sin chistar nuestros pasajes, y esperamos correctamente y sin escándalo en la plataforma,y el viejo Lerdo se puso a jugar con las máquinas tragamonedas, pues tenía loscarmanos llenos de pequeños níqueles; y si hubiese sido necesario se habría dedicado a distribuir barras de chocolate a los pobres y los necesitados, aunque no había ninguno por ahí, y luego llegó resoplando el viejo expreso, y subimos a un coche del tren, que parecía casi vacío. Para entretenernos durante el viaje de tres minutos jugamos con lo que ellos llamaban el tapizado, y arrancamos unos lindos yjoroschós pedazos de las tripas de los asientos, y el viejo Lerdo descargó la cadena sobre elocno , hasta que el vidrio crujió y saltó dejando entrar el aire invernal. Pero todos estábamos fuera de caja, cansados y aplastados, pues la noche nos había obligado a gastar un poco de energía, hermanos míos; sólo el Lerdo, como el payaso y animal que era, parecía mejor que nunca, todo sucio y despidiendo unvono de sudor que era una de las cosas que yo tenía contra el viejo Lerdo. –A cualquiera de los dos-dijo la chica-. Pero sobre todo a usted. Estaba acostumbrado a que su nombre amedrentara a todos los redactores y paralizara a los novatos. La joven lo observó con incredulidad. Pasé. Descargué la maleta en el piso y entonces vi a la Muerte en la escalera, instalada allí la puta perra con su sonrisita inefable, en el primer escalón. había vuelto. Si por lo menos fuera por mí… ¡Qué va! A este su servidor (suyo de usted, no de ella) le tiene respeto. Me ve y se aparta, como cuando se tropezaban los haitianos en la calle con Duvalier. –Es lo mismo. Dan un método. Por eso, cuando me preguntan si se debe seguir o no una carrera, yo digo que sí. No hay cosa más importante que un método. Vos qué opinas, Santiago. –¿Y ahora qué le vamos a dar a Víctor? -le pregunté a Marta enfurecido. "El pelao debió de entregarle las llaves a la pinta esa", comentó Alexis, mi niño, cuando le conté el suceso. O mejor dicho no comentó: diagnosticó, como un conocedor, al que hay que creerle. Y yo me quedé enredado en su frase soñando, divagando, pensando en don Rufino José Cuervo y lo mucho de agua quedesde entonces había arrastrado el río. Con "el pelao" mi niño significaba el muchacho; con "la pinta esa" el atracador; y con "debió de" significaba "debió" a secas: tenía que entregarle las llaves. Más de cien años hace que mi viejo amigo don Rufino José Cuervo, el gramático, a quien frecuenté en mi juventud, hizo ver que una cosa es "debe" solo y otra "debe de". Lo uno es obligación, lo otro duda. Aquí les van un par de ejemplos: "Puesto que sus hermanos se enriquecen con contratos públicos y él lo permite, también el presidente debe de ser un ladrón". O sea, no afirmo quelo sea, aunque parece que lo creo. Y por parecer creer no hay difamación, ¿o sí, doctor? ¿Por tan poca cosa se puede uno ir a la cárcel cuando nos están matando a todos vivos? Y "debe" a secas significa que se tiene que, como cuando digo: "La ley debe castigar el delito". ¡Pero cuál ley, cuál delito! Delito el mío por haber nacido y no andar instalado en el gobierno robando en vez de hablando. El que no está en el gobierno no existe y el que no existe no habla. ¡A callar!.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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