15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–No te ofendas, Alex -dijo Pete-, pero la verdad, queremos que las cosas sean más democráticas, y no que te lo pases diciendo lo que hay que hacer y lo que no. Pero sin ofenderte. –Es horrible-dijo Reina-. Acá se puede tomar toda el agua del mundo y la garganta sigue seca. No me extrañaría que la gente tuviera el paladar lleno de grietas. Entamborada siempre, llueva que truene, truene que diluvie, a perpetuidad, la desvergüenza de esa barriga loca sólo tenía un punto posible de comparación: su lengua soez que hijueputiaba a marido, hijos, vecinos, policías, curas, lo que se le atravesara: (…¿solo?, ¿único en el mundo?, ¿separado del resto de los hijos de puta que habitan este cementerio y te miran como a un peligroso ejemplar contra natura?, ¿jodido pero contento?, ¿como fraguado en un metal purísimo?…) –Un río -dijiste-. El Río Suquía. Echó la cabeza hacia adelante y le escupió la cara. –Pero, cómo ponen tinteros -dije en voz alta, y el Poeta Místico enmudeció de golpe. Que le hacían daño la luz, los reflejos. De cáscara gruesa que se pelaba fácil y cascos repletos de botellitas jugosas, las naranjas ombligonas de Santa Anita me endulzarán cada que las necesite y hasta el día del juicio, en que mi señor Satanás se servirá llamarme a su reino, el recuerdo. Espósito vuelve a mirar la lámina. Parados en una esquina de las comunas, los sobrevivientes de las bandas esperan a ver quién viene a contratarlos o a ver qué pasa. Ni nadie viene ni nada pasa: eso era antes, en los buenos tiempos, cuando el narcotráfico les encendía las ilusiones. No sueñen más, muchachos, que esos tiempos, como todo, ya pasaron. ¡O qué! ¿También se creyeron ustedes eternos porque se estabanmuriendo rápido? Parchados en una esquina de las comunas, viendo correr las horas desde una encrucijada del tiempo, los muchachos de las antiguas bandas hoy son fantasmas de lo que fueron. Sin pasado, sin presente, sin futuro, la realidad no es la realidad en las barriadas de las montañas que circundan a Medellín: es un sueño de basuco. En tanto, la Muerte sigue subiendo, bajando, incansable, por esas calles empinadas. Sólo nuestra fe católica más nuestra vocación reproductora la pueden contrarrestar un poco. Cuando le llevaron la información de la primera página, la corrigió con displicencia. No dudó al elegir el titulo principal. Era fácil:El hijo del presidente depositó una fortuna en un banco de Brasil. Un título sensacionalista, como Maestro temía. Subido de tono y verdadero para quien creyera que siete millones eran una fortuna. Aquellas pocas palabras develarían, sin duda, la punta del ovillo de la corrupción: el contrabando de armas, la razón del suicidio de Valenti, las valijas henchidas de dinero que el presidente hacía entrar por Ezeiza, las conexiones con los narcos de Cali, las pústulas de la pobre patria. Siempre tenías razón, Camargo, ése era tu orgullo máximo: no equivocarte cuando todos se equivocaban. Le vino a la memoria una canción de los años sesenta:Has evitado los erroresyte sientes salvado.Pero has caído en el supremo error de no cometerlos. El lenguaje me encantó. La precisión de los términos, la convicción del estilo… Los mejores escritores de Colombia son los jueces y los secretarios de juzgado, y no hay mejor novela que un sumario. "En esa galería, ya terminada, todavía hoy están las máquinas que cantan", dice mi cuaderno Leviatán. Escribí esas palabras hace años, en el hotel donde se mató Santiago. Hoy las corrijo en un bar de Buenos Aires, lejos de todo aquello y de las primeras páginas de este libro. He vuelto más de una vez a Córdoba, tratando de encontrar no sólo a quienes vivieron esta historia sino al que hace años regresó para escribirla. Ni yo ni ellos ni la ciudad estábamos allí. Escribo ahora en cualquier parte. He descubierto, acaso demasiado tarde, que la ciudad y vos, Esteban Espósito y la muerte de Santiago irán conmigo adonde yo vaya sin necesidad de que los busque. Es extraño ver pasar el tiempo no sólo sobre la vida sino sobre lo que se escribe. A medida que los años me acercan al final de este libro, los años me alejan de la historia que cuenta, y mientras más me alejo de ella, más cerca me siento de comprender quiénes éramos. Tal vez un día lo termine; tal vez ese día sepa realmente cómo eras o por qué, antes de matarse, Santiago entró en la galería en construcción. En esa galería, ya terminada, estaban todavía, hasta hace unos años, las Máquinas que Cantan. Él mehabló de ellas, al mediodía. Las Máquinas que Cantan, ese nombre les dio. Son aparatos tragamonedas. En la parte superior, detrás de un vidrio, contra un decorado de palmeras, plátanos y cocoteros, se ve una orquesta de animales de paño, preferentemente patos y monos. "Uno echa una moneda", me explicó Santiago, "y los tipitos empiezan a tocar y a zarandearse como locos". Y sacudía la cabeza al decírmelo, riendo, como quien piensa: lo que no inventan. Son feas, naturalmente, pintadas de colores chillones. El inagotable mal gusto de nuestro tiempo ha querido que tengan una vaga semejanza con los aparatos de televisión. Sin embargo, la última cosa que hizo Santiago, antes de matarse, fue recorrer la galería de punta a punta y poner una moneda en cada máquina. Lo vi cuando volvíamos del Observatorio, ese anochecer. Vos habías dicho: "El poeta, tu amigo", y señalaste hacia ellejano extremo de la galería. Pensé decir que no, que aquel hombre que entraba no era Santiago; pero después te fuiste y me quedé solo, envuelto en ese crepúsculo y en mitad de la calle, y pensé que sí. Únicamente a él, al jujeño, podía ocurrírsele una idea semejante: la de meterse en una galería en construcción sin advertir que del otro lado no había salida. Lo vi regresar sobre sus pasos y alejarse de mí, seguido de una creciente musiquita, múltiple, estrafalaria. Y aunque más tarde, en el hotel, cruzamos unas palabras a través de la puerta entornada de su pieza y volví a verlo un instante, digo que aquél es mi último recuerdo deSantiago porque me resulta imposible no vincular ese acto, al anochecer, con el otro, a la madrugada. A tal punto que sin aquella música su muerte se me hace pobre, casi inútil, inconclusa. –No salimos de aquí, ¿verdad? Todo el tiempo estuvimos aquí, ¿no es cierto? Y fue la Novena, oh hermanos míos. Todos empezaron a salir despacio y en silencio mientras yo descansaba, con losglasos cerrados,slusando la hermosa música. El min dijo: -Buen buen chico -palmeándome elplecho, y luego se fue. Sólo quedó unveco que dijo-: Firme aquí, por favor. -Abrí losglasos para firmar, sin saber qué firmaba, y sin que me importase tampoco, oh hermanos míos. Y así me quedé solo con la gloriosa Novena de Ludwig van. –Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo que quizá te parezca una afirmación muy contradictoria. Sé que esto me costará muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien. Son problemas profundos y difíciles, pequeño 6655321. Pero lo único que deseo decirte ahora es esto: si en algún momento del futuro evocas esta situación y me recuerdas, a mí, el más bajo y humilde servidor de Dios, te ruego que no me juzgues en tu corazón, ni creas de algún modo que soy parte en eso que te estará ocurriendo. Y ahora, hablando de ruegos, advierto con tristeza que ya no servirá de mucho rogar por ti. Estás entrando en una región nueva, fuera del alcance de la plegaria. Una cosa terrible, si bien se mira. Y sin embargo, en cierto sentido, al aceptar que te priven de la capacidad de tomar una decisión ética, en cierto sentido realmente has elegido el bien. O por lo menos eso quisiera creer. Eso quisiera creer, Dios nos asista a todos, 6655321. -Y aquí se echó a llorar. Pero yo no le presté mucha atención, hermanos, y me limité asmecar discretamente por dentro, porque uno podíavidear que había estadopiteando el viejo whisky; y en seguida el chaplino retiró una botella de un estante del escritorio y empezó a servirse una dosisbolche, realmente joroschó en un vaso muy grasiento ygrasño. Tragó el líquido, y luego dijo: -Tal vez todo marche bien, ¿quién sabe? La voluntad de Dios sigue caminos misteriosos. -Y empezó a cantar un himno congolosa rica y sonora. Se abrió la puerta y loschasos metolchocaron de vuelta a la celdavonosa; pero el viejochaplino continuó entonando el himno. No volvió a sentarse. –Bueno, Georgie querido, ¿qué estás pensando? -Oh -dijo Georgie-, esta noche no. Por favor, no estanaito . –No le pregunté cuánto cuesta. Hágalo. Y dígale a esa chica Remis que venga a verme. Deje acá las fichas..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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