15 de enero de 2025
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Esta sociedad permisiva y alcahueta les ha hecho creer a los niños que son los reyes de este mundo y que nacieron con todos los derechos. Inmenso error. No hay más rey que el rey ya dicho y nadie nace con derechos. El pleno derecho a existir sólo lo pueden tener los viejos. Los niños tienen que probar primero que lo merecen: sobreviviendo. –Abuelita, ¿vos querés al abuelo? Sentado, alrededor de mediodía, en un café de calle San Jerónimo, esperando verte pasar. No hay ninguna razón para que pases por allí, pero tampoco hay ninguna razón para quenopases. Enfrente, una alta puerta devastada, hundida en la pared entre contrafuertes dobles y medias columnas rematadas en lo que alguna vez fue un gran penacho elevado sobre elático, intenta, desde hace un buen rato, parecerse a otra, vista por mí desde una ventana de café como ésta. La imagen se hizo casi sonora; revoloteó un segundo a mi alrededor y estuvo a punto de atraparme con su red de música trivial, de altoparlante fragoroso sobre una calle arbolada de plátanos. Una calle que desembocaba en una plaza. –Me voy. Vuelvo más tarde -le dije a Darío. Pero lo peor de todo fue que esa noche, cuando me quedé dormido, oh hermanos, tuve una pesadilla, y como todos se imaginarán soñé con una de esas escenas de película que yo había visto a la tarde. Un sueño o una pesadilla es en realidad una película dentro de lagolová, excepto que entonces parece que uno puede caminar y participar en todo. Y eso es lo que me ocurrió. Era la pesadilla de una de las películas que me habían mostrado al final de la tarde, acerca de losmálchicossmecantes que le hacían la ultraviolencia a una jovenptitsa, y laptitsacrichaba mientras le salía el crobo rojo rojo, con todos losplatisrasreceados realmentejoroschó. Yo participaba de lavesche ,smecando y siendo el líder de todo, vestido a la última modanadsat. Pero en lo mejor de ladratsada y lostolchocos me sentí como paralizado y quise vomitar, y todos los demásmálchicossmecaron realmentegronco . De modo quedratsé para volver a despertar, chapoteando en mi propiocrobo, y había litros y galones, y al final me encontré en este dormitorio, en la cama. Quería vomitar, así que me levanté temblando para salir al corredor donde estaba el viejo WC. Pero ¿saben?, hermanos, habían cerrado la puerta del dormitorio con llave. Y al volvermevideé por primera vez que había barrotes en la ventana. Y entonces, cuando extendí laruca para retirar la bacinilla guardada en lamalenca mesa de noche, al Iado de la cama,videé que no tenía modo de escapar de todo esto. Pero todavía no me atrevía a meterme de nuevo en lagolová dormida. Pronto descubrí que, después de todo, no deseaba vomitar, pero me sentíapuglio ante la idea de acostarme de nuevo en la cama. En fin, poco después me dormí, y ya no volví a soñar. Tomé la jeringa de la repisa, le quité el protector de plástico a la aguja, y sosteniendo el frasco con la mano izquierda y la jeringa con la derecha, metí la aguja en el frasco por el tapón de caucho, jalé el émbolo y la llené de Eutanal. Volví a tapar la aguja con el protector para no irme a Pinchar, me guardé la jeringa llena en el bolsillo de la camisa, sal¡ del baño al cuarto y del cuarto al pasillo y crucé la biblioteca. En la puerta de su cuarto me detuve antes de entrar y traté de ver en la penumbra. Carlos, que había pasado la noche a su lado en un sillón, se levantó alverme llegar. Esa noche fue laúltima: al amanecer me marché para siempre de esa casa. Y de Medellín y de Antioquia y de Colombia y de esta vida. Pero de esta vida no, eso fue unos días después, cuando me llamó Carlos por teléfono a México a informarme que le acababan de apurar la muerte a Darío porque se estaba asfixiando, porque ya no aguantaba más y rogaba que lo mataran. Y en ese instante, con el teléfono en la mano, me mori. Colombia es un país afortunado. Tiene un escritor único. Uno que escribe muerto. Que le parecía bien. Y mientras me lo decía se atragantaba con el humo de la maldita yerba, que es bendita. –¿Y dónde está el pescado que dejé aquí -gritaba yo desde abajo como un loco, desesperado. –Eminentísimos doctores: como ustedes saben (qué van a saber estas bestias que llaman al feto «el producto», como si las madres fueran unas fábricas de juguetes) la diarrea del sida la causa el virus mismo de la enfermedad, para el cual no hay remedio, O bien la criptosporidiosis, una de sus secuelas, para la que tampoco lo hay. Cuanto antibiótico y antiparasitario se han probado para combatir el criptosporidium en el hombre han fracasado. La sulfaguanidina aún no se ha probado en él porque es un remedio para los bovinos, y el hombre es un animal superior. He aquí la prueba de que también sirve en la humana especie: tres meses de diarrea imparable y vean ahora. –Germán. Pensé que lo sabías. ¿No dijiste que sabés todo? Dejaste de caminar, tan bruscamente que fue como si hubieras desaparecido. Concilio Vaticano II –No los cerrés. –Ah, hermano -le respondo yo-, eso sí ya es otra cosa. Nosotros estamos aquí abajo para cumplir el plan creador de Dios, o en su defecto el quinquenal del Partido Comunista. El editor, Germán, ha enviado a la mujer, desde Río, un email de inconcebible torpeza: «Si me quieres como dices, todavía estaré aquí dos días más, esperándote. ¿Cómo puedes olvidar tan rápido el amor eterno que me juraste en Temuco?,,. Quizás ella se ha explicado mal y no le ha contado el horror de la vejación. Si lo ha hecho, el editor es una bestia narcisista. Debería haber recurrido a él, a Camargo. Ala primera llamada habría corrido a su lado, sin vacilar. Pero la mujer no se ha dignado siquiera a contestar el telegrama de Sicardi: no se defiende, no discute la justicia de la expulsión. El orgullo la pierde, como de costumbre. El peor orgullo es el que se clava contra uno mismo, y Reina había usado una perversa destilación de ese veneno en su breve email de respuesta al editor: «El amor, por desgracia, no es eterno. Ya no me escribas. Nota final.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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