15 de enero de 2025
Comentario destacado
Middle school homework
–Pero a mí me querés. –Cierto -dije-. Nunca había pensado en eso. –¿Del contrabando de armas? -adivinó Reina. –Y ése es por fin todo el misterio -dijo Verónica-. Él es capaz de hacer cualquier cosa, por ella, y ella lo sabe. Doblado sobre el lavatorio, Bastían se mojaba la cara con las manos y parecía tan borracho como Espósito. Alzó los ojos y se quedó mirándolo por el espejo. Con la cara empapada, respirando con dificultad, el pelo chorreando y los ojos tan abiertos, tenía el aspecto terrible de un santo flagelado. Es fantástico cómo puederevelarse la gente si se la toma por sorpresa. Una mañana, vencido por la curiosidad, decidió mirar la sutileza de aquellas manos. Con desolación, con horror, advirtió que ella tenía puestos los guantes del hospital. Y supo que los guantes habían estado siempre allí, interponiéndose entre su cabeza y las manos de la madre. ¿También su placenta le habría servido para separarse de él antes de que naciera? ¿Para diferenciarlo de su cuerpo y no para contenerlo y abrigarlo? Y luego, ¿tendría los guantes puestos cuando acercó por primera vez los pezones a su boca? Aquel día deseó con toda su alma que la madre se muriera, llevándoseal otro mundo todas sus no caricias. Pero luego empezó a pensar que el ademán de acariciarlo era lo que valla, y concentró su odio en los guantes. La madre jamás se apartaba de ellos. Antes de dormir, se lavaba las manos con alcohol y dejaba los guantes dentro de una máquina de calor, como la que usaban los viejos peluqueros para esterilizar las tijeras y los peines. Espósito se acercó y lo tomó por los brazos mientras el cuerpo de Bastían, tirando hacia abajo, iba haciéndose un ovillo y las venas de su cuello y de su frente se marcaban como cuerdas bajo la piel. Los músculos de sus brazos parecían de mármol. Tiene una fuerza inmensa, pensó asombrado Espósito. Lo soltó. –¿Por qué te casaste con Cantilo? Claro, murmuró. Revolcándose en sus aros de odio la culebra, lanzando por los ojos fuego que sin embargo no me podía alcanzar, se debatía en su rabia impotente la Loca entre hijueputazos y maldiciones que me hacían recordar a su furibundo sobrino Gonzalito, la Mayiya. ¿Y si le dijéramos la palabra mágica para probar? Eso es una frase. La concepción iluminista del mundo, el sueño laico de la Razón, la ilusión del progreso, el mundo europeo moderno, en fin, se derrumbaba, y entre nosotros aparecía una generación de divertidos pensadores, escritores mundanos y duelistas de opereta, alcancé a escuchar. La voz apagada, sarcástica e hipnótica de Bastián. La oí desde la galería. Verónica y yo habíamos llegado a la universidad del obispo Trejo una hora tarde, o cincuenta años antes, ya que Bastián parecía hablar de la Argentina de principios de siglo. Lo primero que vi al trasponer la puerta del Aula Magna fue la nuca del profesor Urba. No vi a su lado al padre Cherubini, si es que el padre Cherubini existía realmente. Nadie reparó en nuestra llegada. El astrólogo, sin embargo, como si hubiese estado esperándome, giró la cabeza directamente hacia mí, como un búho, y volvió a achicar los ojitos con el mismo gestode aquella mañana. Todo fue tan rápido que cuando creí que estaba a punto de descubrir algo extraordinario él ya se había vuelto hacia la voz de Bastián, quien, de anteojos y leyendo un texto de Lugones, ilustraba algo que acababa de decir sobre la fastuosa vanidad de los argentinos. Autosuficiencia pueril, dijo ahora, mirándome, de la cual es un buen ejemplo el tono jactancioso, pedante, autocomplaciente, de libros como Mismemorias.Y leyó un párrafo de Mansilla. Yo pensé que era la pura verdad. Sólo que iba a servirle, como todas las verdades que usaba aquella gente, la gente como Bastían, para engañar a los demás y engañarse a sí mismo. Lo malo, pensé, es que la gente como Bastián es la gente como yo, y miré a mi alrededor, buscándote. La sala apestaba a inteligencia. Adjuntos de literatura, poetas inéditos, barbudos, futuros suicidas, críticos del porvenir, chicas. Sobre todo chicas. Innumerable cantidad de jovencitas estudiantes de Humanidades, idénticas a Juliette Greco, a Ivich Serguin en versión sudamericana, con pulóveres notables y pelo lacio, con aspecto inequívoco de psicoanalizarse en grupo. Conmovedoras con sus libros sobre la falda: su anhelo de contraer un alma por osmosis uterina. Salvo el cantito, aquello parecía Buenos Aires. Cipayos, escuché. Era fatal. Después, todos iremos al Coto o al Florida y hablaremos de los calzones de las muchachas y, si Dios quiere, saltaremos de la mesa redonda a la cama redonda y gritaremos viva la revolución nacional. Y veo que estoy enojándome sin razón alguna. Comenzaba a sentir los efectos del cansancio, o algún otro efecto todavía sin causa precisa y, peligrosamente, estaba entrando en ésa zona de resentimiento e irritación desde donde, para qué negarlo, suelo proyectar sobre el mundo entero mi propia estupidez y mi propia maldad. Malo y estúpido, me sentí mejor: me sentí lúcido y bueno. Entonces te vi. Y vi junto a vos almismo muchacho sombrío que unas horas antes se había cruzado con nosotros en el Calicanto. ¡Snoopy! Inclinado sobre tu hombro te hablaba al oído, vos mirabas hacia adelante y asentías. Verónica también los vio. "Vení", me dijo, tomándome de la mano: señalaba dos asientos libres que seguramente vos misma nos habías reservado junto al tuyo. Y aquello me pareció de pronto tan cínico que, cuando nos viste y sonreíste, me olvidé por completo del lugar en donde estaba. Olvidé hasta el sitio del que venía. No me importó ni mucho ni poco llegar de la mano de una mujer con la que literalmente acabábamos de levantarnos de la cama, ni me importó lo que mi conducta podía hacer pensar. Parado en mitad del pasillo, te llamé. Verónica abandonó mi mano como si ese contacto nunca hubiera existido, y sonrió de la misma manera en que aparece el arco iris. Dos o tres señoras se dieron vuelta. Pretenciosos tilingos, decía Bastían, aficionados a la filosofía y a la Legión de Honor, entre los que desentona como un grito, por su autenticidad, la palabra bárbara de Arlt. Y ahora va a hablar de él mismo, pensé. Vos me estabas mirando con leve asombro, lo cual acentuó del todo mi malestar, pero, al mismo tiempo, me produjo una maligna alegría. Hacerte una escena en ese lugar y delante de Verónica me resultaba inmensamente agradable. No sólo me ponía a cubierto de tus sospechas, sino que además me vengaba de ellas, de Verónica, aunque no supiera de qué me estabavengando ni qué quería decir ponerme, a cubierto de tus sospechas. De cualquier modo mis celos eran reales y violentos. Volví a llamarte y te levantaste..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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