15 de enero de 2025
Comentario destacado
Mckinsey approach to problem solving
En efecto, irónico colegial. Como tu comunismo y como Dios.Credo quia absurdum est,dijo Tertuliano. Por lo demás, que yo esté fuera de Esteban es muy espantoso, lo admito. Pero que venga Esteban, que ya está en vos, en tu propensa cabeza, que no deambule yo entre mis hermanos prepósitos del aire bajo las bóvedas del cielo, sino bajo tu bóveda craneana, no es el mejor modo de echarme. Es nuevamente dos cosas. O bien ya estoy instalado en el sitio de las operaciones brillantes, en el lugar del hecho, o bien -pues quedamos en que si yo no existo semejantes ideas son tuyas- o bien que vos tenés, nada menos, una idea semejante. La idea de estar poseído por el Diablo. –No es ninguna diligencia -dijo Lalo-. Es una berlina. Todo estaba oscuro, y por aquí y por allá camas y armarios, ybolches y pesadas banquetas y pilas de cajas y libros. Pero yo caminé virilmente hacia la puerta del cuarto, porque de allí venía un rayo de luz. La puerta hizo escuiiiiiiic, y me encontré en un corredor polvoriento, con otras puertas. Qué despilfarro, hermanos, me refiero a tantos cuartos y una solafilosastarria y sus regalones, pero tal vez loscotos y lascotas tenían dormitorios separados, y vivían tomando crema y comiendo cabezas de pescado como reinas y príncipes reales. Desde abajo venía lagolosa apagada de la viejaptitsa que decía: -Sí, sí, sí, eso es-, pero seguramentegoboraba a las bestias maullantes y meneantes que hacían miaaaaaa pidiendo másmoloco. Entonces vi la escalera que bajaba al vestíbulo y pensé que les mostraría a mis inútiles y veleidososdrugos que yo valía tanto como los tres y más. Lo haría todoodinoco . Si era necesario aplicaría la ultraviolencia a laptitsastarria y a sus regalones, luego tomaríarucadas de lo que me pareciera realmentepolesño , e iría bailando hasta la puerta de calle y abriría para mostrar el oro y la plata a misdrugos, que esperaban afuera. Así aprenderían quién era el jefe. Lo que ahora me proponía hacer, hermanos, era irme a casa y darles una bonita sorpresa a papapa y a ma, yo, el único hijo y heredero de regreso al seno de la familia. Allí podria recostarme en la cama de mi propia ymalenca madriguera, yslusar un poco de buena música, y al mismo tiempo podria pensar lo que haria yo con michisna. El Encargado de Egresos me había dado el día anterior una larga lista de los empleos que yo podía probar, y había telefoneado a diferentesvecos acerca de mí; pero yo no queria, hermanos míos, ponerme arabotar en seguida. Ante todo unmalenco descanso, sí, y un poco de trabajo mental en la cama, oyendo la buena música. –Ahora te estoy entregando mucho a cambio de nada -le decís-. Lo que tenés en las manos vale diez mil dólares. Es la prueba de que cono en vos. Lo menos que podes hacer es confiar en mí. –No fue exactamente así -dijo Santiago-. Tampoco le presenté a ningún padre Cherubini. Yo admití con naturalidad que era buen mozo. En efecto. Pero nada más que lo necesario, tanto como para que mi talento resultara chocante. Y que eso era todo Verónica se reía; después me miró con asombro. ¿Que si tiene el país cosas buenas? Pero claro, lo bueno es que aquí nadie se muere de aburrición. Va uno de bache en bache desquitándole al atracador y al gobierno. Compañero, amigo y paisano: no hay ave más hermosa que el gallinazo, ni de más tradición: es el buitre del español milenario, el "vultur" latino. Tienen estas avecitas la propiedad de transmutar la carroña humana en el espíritu del vuelo. Mejores pilotos nadie, ni los del narcotráfico. ¡Mírenlos sobre el cielo de Medellín planeando! Columpiándose en el aire, desflecando nubes, abanicando el infinito azul con su aleteo negro. Ese negro que es el luto de los entierros… Y aterrizan como los pilotos de don Pablo: en un campito insignificante, minúsculo, cual la punta de este dedo. Fue un día muy extraño, hermanos míos. Se llevaron alploto muerto, y luego todos los prisioneros tuvieron que quedarse encerrados hasta nueva orden, y no se repartió lapischa, ni siquiera un tazón caliente dechai. Cada uno sentado en su camastro, y loschasos que se paseaban por los corredores, y de tanto en tantocrichaban: -jCállense!- o -¡A cerrar esa trampa! -sislusaban siquiera un murmullo de cualquiera de las celdas. Luego, a eso de las once hubo un movimiento general y cierta excitación, y como unvono de miedo que venía de fuera de las celdas, y entonces aparecieron el director y el jefe de loschasos, y varioschelovecos muybolches, de aspecto importante, y todos caminaban muyscorro ygoboraban comobesuños . Pareció que iban derecho hacia el extremo del bloque, y después se losslusó regresar, pero ahora iban más despacio, y seslusaba al director, unveco gordo y sudoroso, de cabellos rubios, que decíaslovos como: -Pero, señor…- y -Bien, ¿qué puede hacerse, señor? -etc. Entonces el montón devecos se detuvo frente a nuestra celda, y el jefe de loschasos abrió la puerta. En seguida sevideaba quién era elveco realmente importante, un tipo muy alto, deglasos azules, conplatis de verasjoroschós, el traje más hermoso, hermanos míos, que yo haya visto nunca, absolutamente el último grito. Apenas echó una mirada a los pobresplenios, mientras decía con unagolosa muy agradable y educada: -El Gobierno no puede continuar aplicando teorías penales pasadas de moda. Amontonamos a los criminales en una cárcel, y vea lo que ocurre. Sólo se consigue criminalidad concentrada, delitos en el mismo lugar del castigo. Pronto necesitaremos todo el espacio disponible en las cárceles, para los criminales políticos. -Yo noponimaba nada de todo esto, hermanos, pero en fin de cuentas elveco nogoboraba conmigo. Luego agregó: -El problema de los delincuentes comunes como esta turba repugnante -hermanos, hablaba de mí, y también de los otros, que eran verdaderosprestúpnicos, y además traicioneros- puede resolverse mejor sobre una base puramente curativa. Hay que destruir el reflejo criminal. El plan puede aplicarse en un año. Ya ven que para esta gente el castigo no significa nada. Más aún, parece que les agrada, y se matan unos a otros. -Aquí fijó en mí los severos glasos azules. Así que me animé a hablar: –Tu nombre, Reina, ¿de dónde sale? Allá en Manrique tuvo mi abuelo una casa que yo conocí, pero de la que no recuerdo nada. O sí, una sola cosa que se me había borrado de la memoria: su piso de baldosas rojas por las que me ponían a caminar derecho, derechito, siguiendo la línea, la raya que separaba dos hileras de ellas para quedespués cuando creciera, continuara igual por el resto de mi vida, recto, derecho, siempre derecho como un hombre de bien y que nunca se torciera mi camino. ¡Ay abuelo, abuela!… VIII Reina sólo era feliz cuando viajaban juntos. En los hoteles, nada pertenecía a nadie y podía sentir que en la realidad porosa, inasible, su existencia no era inferior a las otras existencias. Una vez, en Washington, donde se quedaron tres semanas para narrar la desventurada pasión de Monica Lewinsky por Bill Clinton, ella insistió en que Camargo viajara a Chicago un día, un solo día, para ver a Ángela, que había sobrevivido al primer ciclo de la quimioterapia. Ya en esa época la relación entre los dos era pública y Brenda había entablado demanda de divorcio, no por el adulterio -como dijo por teléfono- sino porque era un padre indiferente, que pasaba meses sin ver a las hijas. Camargo se negó a viajar. Ángela está mejor, dijo, y mi presencia la puede alterar. La que se está muriendo, en cambio, es la abuela, y no tengo estómago para afrontar las escenas de dolor de Brenda, no soporto la idea de que se aferre a mí y llore sobre mi hombro. Reina no quería que las mellizas la culparan alguna vez por la ausencia del padre y le repitió a Camargo que pensara en Ángela, en sus desesperados reclamos de amor cuando hablaba por teléfono. Estaban solos en la habitación del hotel, cerca de Georgetown, vestidos ya para comer en la casa de un editor del Washington Post, y de pronto sobrevino uno de los bruscos cambios de humor de Camargo a los que Reina no conseguía acostumbrarse. Tomó asiento en un sofá junto a la cama mientras ella terminaba de maquillarse y empezóa balbucear frases sin sentido. A Reina le pareció que estaba discutiendo consigo mismo las alternativas de un vuelo a Chicago, porque en el monólogo había alusiones a horas, líneas aéreas, conexiones de trenes y nombres de hoteles desconocidos. No le estaba prestando atención. La tomó de sorpresa cuando lo vio ponerse de pie, rojo de cólera, y decirle casi a los gritos: Y dije bien. El matrimonio entre mi padre y la Loca era un infierno, aunque disfrazado de cielo. Y aquí digo y sostengo y repito lo que siempre he dicho y sostenido y repetido, que el peor infierno es el que uno no logra detectar porque tiene vendados como bestia de carga los ojos. Papi tenía sobre los ojos un tapaojos grueso, negro, denso, que nunca le pude quitar. Mayor error no pude cometer con la quiebra de ese televisor. Sin televisor Alexis se quedó más vacío que balón de fútbol sin patas que le den, lleno de aire. Y se dedicó a lo que le dictaba su instinto: a ver los últimos ojos, la última mirada del que ya nunca más. –Sí -dije con amargura-. Como un par degrudos artificiales. -Elveco que leía la revista dijo «Shhhh» otra vez, pero ahora levantó losglasos y algo nos hizo clic en lasgolovás.Videé quién era. Y el otro dijo con voz muygronca: El golpe ya no era sólo en las rodillas sino también en los codos cuando uno se trataba de enjabonar..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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