15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Un pequeño problema con el tiempo -dijo Esteban. Verónica se puso de pie. –Yo tengo que pensar en ustedes dos, que han sido para mí como un padre y una madre. ¿Sería justo o equitativo que me fuese y los dejase a merced de las dulces atenciones de este joven monstruo, que nunca fue un verdadero hijo? Ahora está llorando, pero eso no es más que maña y trampa. Que se vaya y busque un cuarto por ahí. Que comprenda sus errores, y que un mal muchacho como él no merece una mamá y un papá como los que tuvo. corazones de fuego, transportados, extáticos, De cualquier modo, a Santiago ya no le importaba qué había dicho anoche. Lo único que le importaba era lo que estaba diciendo ahora. Y ahora estaba diciendo que sí, que el verdadero sentido de la belleza está en su forma. Y que, por favor, no lo interrumpiéramos.Hamlet,por ejemplo,¿ustedes creen que escrito de otro modo o mal escrito, seríaHamlet?Sería otra cosa o sería un bodrio. ¿O imaginábamos que pensar "ser o no ser" es una idea tan formidable ahora o hace cuatro siglos? Él mismo, que era un payaso ¿creíamos que él no sabía que "ser o no ser" es el único dilema de la condición humana, el dilema que mata? Por supuesto que lo sabía. Y Bastían también lo sabe, y lo sabe el doctor Cantilo. Y vos, chango, ¿lo sabes?, dijo de golpe mirándome con una frialdad que no me gusta recordar; pero dé inmediato sonrió como si no lo hubiera dicho y agregó que ése era el pequeño inconveniente formal: que cada uno lo sabía deotraforma. La gente busca verdades, y hace bien. Hace bien pero las busca mal. Los versos, la pintura, la música no pueden darle más que destellos, ecos, resplandores de algo superior, y hasta superior a la verdad, si gustan, pero que no tiene nada que ver con la verdad. Nos pedía perdón por lo que iba a decir, pero el arte verdadero nunca se preocupó por la verdad. Las falsas verdades del arte sonsu verdad.La Divina Comedia, yyo que me la paso nombrándola, hace setecientos años que está de pie, lo más oronda, mientras que a su alrededor se derrumbó toda la concepción del mundo que le dio origen y hasta materialmente se derrumbó el mundo, con sus catedrales y sus coliseos y sus acueductos, con su idea de Dios y sus esferas ptolemaicas, con su moral cotidiana y sus grandes principios éticos, con sus virtudes teologales y caseras. Todo al carajo. Pero ahí está ella, encuadernada en rústica, más intacta que las montañas y más sonora que el agua. Y por qué, vamos a ver. ¿O imaginábamos que lo que Dante dijo del cielo y del infierno es la cartografía de los rutas de ultratumba, suponiendo que Dante creyera, de verdad creyera, la milésima parte de los disparates que contaba? Y aun las verdades en las que sí creía ¿no son todas falsas? ¿Qué tiene que ver el armatoste a cuerda de Tolomeo con el universo de Copérnico, al que tampoco le queda nada de real, para qué vamos a engañárnoslo con el del sonriente doctor Einstein, que dicho sea al pasar ya ha comenzado a agujerearse por los cuatro costados? ¿Y el amor? Mi padre, ni Dante creía en la idea del amor de Dante. Dante era un degenerado, un corruptor o un violador en potencia que estaba obsesionado con las niñas florentinas de nueve años, y que, para evitarse problemas con el cura, armó ese guiso entre la menor de las Portinari, la virgen María y el color verde. Pero por qué esa Comedia sigue ahí, y hasta ascendió a Divina, íbamos a tener que disculparlo otra vez, pero era sólo por los versos. Que son como si dijéramos la formita de la Forma, dijo Santiago dibujando una gran F en el aire y agregó que yo también me callara. Vos también calláte, chango, que desde hoy te veo cara de interrumpir y yo ni he empezado a hablar, eso es lo malo que tiene ser silencioso. Uno abre la boca y ya no puede parar nunca. Lo que iba a decir, nos dijo, era elemental, pero había que tener en cuenta que ésta era una conversación, que estábamos en la calle y que el atardecer se había detenido para escucharlo pero que eso no podía durar toda la vida. Iba a decirnos queLa Divina Comedia,como todo el mundo sabe, tiene tres cánticos de treinta y tres cantos de a tres versos. El Infierno tiene un vestíbulo y nueve círculos; el Purgatorio, dos antesalas y siete cornisas a más de un jardín terrestre; el Paraíso, nueve cielos concéntricos y un Empíreo, donde nuestro viajero puede, por fin, alcanzar la contemplación de la Rosa Mística. Tres es la Trinidad, la cantidad de miembros del silogismo aristotélico y la tercera parte de nueve que, fuera de otros símbolos ya descubiertos por los sabios que se han ocupado antes que yo del tema, es la edad de Beatriz en el momento en el que Dante la ve por primera vez. Y como un día me lo explicó don Jacobo, dijo Santiago, como se lo había explicado don Jacobo Fiksler antes de que lo recluyeran en el manicomio de Ingeniero Cabred donde aún sigue encerrado por cosas como ésta, diez, o sea la suma de nueve más uno, o sea los lugares visitados en cada cántico, diez, es el número perfecto. La suma de los cantos, más la parte aquella de la selva oscuraChe non lasció giammai persona vivada diez veces diez. Todo esto se aprende en primero inferior, pero lo que yo les pregunto, dijo Santiago, lo que yo me pregunto a mí mismo desde que dejé de escribir, es lo siguiente: si la verdad del arte no es su belleza, y si la belleza no es una cuestión de proporciones y de forma, de armados y combinatorias, por favor, ¿qué es? No, no me lo contesten porque yo sé perfectamente qué es. Y no porque lo haya dicho anoche y ahora me acuerde. Otra que acordarme, lo que hago es tratar de olvidármelo. Pero lo repito, y lo repito, y lo repito. Lo repito, murmuró por cuarta vez y yo tuve miedo de que ya no pudiera parar. Vivimos repitiéndonos, dijo. Como locos trepando una escalera redonda. Como esas ratas que corren dentro de una rueda. Y el verdadero problema, dijo Santiago y se interrumpió. Para qué necesitábamos conocer nosotros cuál era el verdadero problema. –Ojalá, abuela. ¡Qué más quisiera yo que todo fuera leche y miel! Pero no, esto es un valle de lágrimas cargado de sufrimiento. Las cerrajerías están cerradas a esta hora. No le queda sino la alternativa de hablar, entonces, con su ginecólogo. Son las seis y media de la mañana, ya lo sabe. Las únicas voces que oye son las de contestadores que remiten a otro número, y a otro. Es imprudente llamado a su casa: el médico la atenderá de mal humor, pero nada le importa. Le pagará lo que sea necesario. Una de las pocas lecciones útiles de Camargo es que, cuando te azota el rayo de la enfermedad, tenés que usar todos tus ahorros para detenerla. Camargo, ah, ¿y silo llamara? ¿De qué le serviría? ¿Acaso no la ha golpeado, no ha convertido en un tormento sus últimos días en el diario? Tampoco Maestro es de fiar: Camargo y él son ruedas movidas por la misma polea de transmisión. Sicardi te ha entregado las llaves de su departamento y, la primera vez que lo visitás, te sorprende que la mujer disponga de tanto tiempo libre para escribir textos que nada tienen que ver con El Diario. Le pagás una fortuna para que trabaje con dedicación exclusiva y, aun así, cada vez que puede distrae su energía escribiendo relatos de pocas líneas, poemas -en algunos de los cuales entrevés la envidia que te tiene, el afán con que siempre quiso ocupar tu lugar: esa mierdica, esa nulidad que tanto te ha costado educar y refinar-, y unas cincuenta páginas de apuntes para el ensayo sobre los Mesías gemelos que la obsesionan. –Olerlo si -me explicó cuando conversamos la última vez en su casa, fluyendo su última tarde por su balcón. Y si fueraútil señalar en qué momento exacto empiezan realmente a existir las cosas, mi entrada en aquel pabellón sería la metáfora. No estabas, y era como un hueco. Un modo mucho más rotundo de probarme tu existencia que si, apareciendo de pronto, te hubieras arrojado desnuda a mis brazos. Supe al mismo tiempo que durante toda la mañana yo había estado luchando contra una infantil sensación de angustia, de soledad, muy anterior a mi llegada a Córdoba, huyendo de algo o no queriendo enfrentarme con algo que ya me había alcanzado, y me di cuenta de que sin saberlo te había atribuido estúpidamente una importancia decisiva en mi vida. ¿Era ridículo? Y hasta algo peor que ridículo. Lo único que había entre nosotros eran unas cuántas palabras la noche anterior, la mitad de las cuales no significaban nada, algún roce casual, tu cara en un sueño. Yo lo había magnificado todo con mi insensata manía de atribuir el sentido más grandioso a los hechos más vulgares. Por lo tanto, ahí estabas: esa nada, esa natural prescindencia de mí, eso eras vos. No había ninguna razón para que estuvieras y, sencillamente, no estabas. Me sentí humillado y absurdo. Mi contrición, los miriñaques que le inventé al tranvía, el centauro, la necesidad de ser o de creerme generoso con Santiago, todo se volvía grotesco y estudiantil. Por fortuna no tuve mucho tiempo para pensar en esto último. –El gusto ha sido mío -dijo un señor angelical con cara de mandioca. –Se acabó -dijo sonriendo Santiago. Hasta hace un momento, nada. Desde las terrazas de mi apartamento oí los tiros: tatatatatá. Dos minutos de ráfagas de metralleta y ya, listo, don Pablo se desplomó con su mito. Lo tumbaron en un tejado huyendo, como a un gato en desgracia. Dos tiros tan sólo le pegaron, por el su lado izquierdo: uno por el su cuello, otro por la su oreja. Se despanzurró comoel susodicho gato sobre el "entejado", su tejado caliente, quebrando, entre él y sus veinticinco mil perseguidores, más de un millón de tejas en la persecución. La recompensa no me la gané yo, pero estuve a tres cuadras. –A la orilla de un río, no sé -dije yo-. Vengo de la orilla de un río y no me parece justo. En realidad no vengo de allá, pero es como si viniera. Pensándolo un poco, en mi vida me moví del río y de la luna de mi pueblo. La luna es una de mis imágenes neuróticas, de mis ideas recurrentes. -Santiago, al oírme, hizo un gesto de desolación; aprovechó que el mozo pasaba junto a nuestra mesa y le pidió algo en voz baja. Después volvió a mirarme como quien le dice al otro que siga, que por él no se desanime. -Me doy cuenta -dije yo-. Suelo no reparar en mis auditorios de tierra adentro. Me refiero a Santiago, no a vos -agregué por las dudas-. ¿De qué venía hablando? –Si viene la policía a buscarnos aquí, se van a encontrar una selva -le decía a Darío mientras seguía limpiando, concentrado. –Nada. Te nombro. –Pero -quiso replicar-, pero, pero… –Gracias por haber venido -dijo Verónica..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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