15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Y de pronto vos y yo estamos solos en esa calle y vos estás diciendo que hay algo en él, en Santiago, algo que aparece a ráfagas y como a su pesar. Los dos muchachos han desaparecido. Oigo la voz del profesor Urba que habla del trazado original de Córdoba, del plano imposible de setenta manzanas dibujado por Suárez de Figueroa en 1577 Pongan atención, dice, mirándome de reojo. Casi todas las manzanas de ese dibujo están parceladas. Sólo once no han sido divididas en absoluto: la de la Plaza Mayor, que representa el Sol, y otras diez, diseminadas en distintos lugares del plano de manera que forman, alrededor de la plaza, una elipse donde cada manzana completa corresponde a un orbe del sistema solar de tal modo que la Tierra con su luna, Marte, Venus y el resto de los planetas ocupan el exacto lugar que les corresponde en el cielo.Verbi gratia,Mercurio viene a caer en actual manzana del Convento de la Compañía, y Plutón, el último, en la última manzana del oeste, sobre la calle Juijuí. Lalo nos hace señas con la mano desde su auto. El astrólogo agrega que, sin embargo, ese damero misterioso no sólo habla del espacio celeste, sino también, y quizá sobre todo, del tiempo. No se me distraigan. Casi todas las manzanas de la ciudad original están parceladas en cuatro partes. Sólo tres lotes fueron divididos en tres parcelas; están dibujados en lo alto del plano y parecen rotar al borde de un cuadrilátero de doce manzanas de perímetro que simboliza los doce meses del año. El primer mes, enero, es naturalmente la Plaza Mayor y, contando en el sentido de las agujas del reloj -alegóricamente, en el sentido del tiempo- marzo, agosto y diciembre coinciden justamente con esas tres manzanas. Marzo, agosto, diciembre: el Tiempo Absoluto de los antiguos. Por no abundar, el total de parcelas de la ciudad suma doscientos veinte.¿Osea? El número de millones de años que tarda el Sol en girar alrededor de la galaxia, dice suspirando el profesor Urba, lo que no sería nada si el mapita, además, no estuviera misteriosamente orientado al revés, con el norte hacia abajo y con el imperioso dibujo de un monolito como una flecha que en laPlaza Mayor, apuntando a lo alto, señala el sur. Orientación rara en un mapa, pero mucho más rara e inquietante en el plano de una ciudad que trazó un europeo, por más vasco que fuera, junto al astrólogo caminan Verónica y la señorita Cavarozzi. Santiago, solo, va un poco más adelante. ¡El sur!, repite el doctor Urba, el exacto lugar del cielo donde a medianoche, en tiempos de la fundación, debió estar la constelación del Can Mayor, el símbolo más estremecedor de toda la antigüedad porque allí reina la más brillante estrella de la esfera celeste, Sirio, el punto cardinal de la ruta de iniciación que cruzaba Europa, puerto místico de los peregrinos de Compostela, en fin, la dirección secreta de la ciudad secreta que soñaron el enamorado Jerónimo y su arquitecto vasco. El astrólogo deja de hablar. Lalo sigue haciéndonos señas con la mano. Veo la cúpula del Observatorio y un laberinto de calles que suben y que bajan. Como si la tarde hubiera pegado una vuelta sobre sí misma y algo estuviese por ocurrir de otra manera. Corto una hojita de un cantero y la dejo caer. Santiago, más adelante, está mirando una ramita dorada y, después de titubear un segundo, se acerca a Verónica y se la da. Ella lo mira fijamente. Bastián se agacha a recoger algo, un trébol, tal vez. Hasta la gente como Bastián hace estas cosas… Basuqueros, buseros, mendigos, policías, ladrones, médicos y abogados, evangélicos y católicos, niños y niñas, hombres y mujeres, públicas y privadas, de todo probó el Ángel, todos fueron cayendo fulminados por la su mano bendita, por la su espada de fuego. Con decirles que hasta curas, que son especie en extinción. ¿Y cómo decirle ahora a papi, que se moría, que lo quería, si en una vida entera nunca me dio la oportunidad? Al final le hablaba y no me oía; una bruma de tristeza lo envolvía y no le llegaban mis palabras. La clepsidra inexorable chorreaba sus últimas arenillas. Después lo conectamos a una botella de suero y el tiempo empezó a contarse en goticas de solución glucosada. Una, otra, otra iban cayendo indecisas, dudando, como su corazón cansado. Entonces entendí que lo que no había sido ya no iba a ser. Se sintió aliviado. De pronto, recordó que no se había despedido de las mellizas y pidió a las secretarias que las llamaran, para no tropezar de nuevo con la voz quejumbrosa de Brenda. ¿Qué clase de vida era su vida, atada a los teléfonos? ¿Sabría su vida alguna vez abrir los brazos a la felicidady a la desdicha? El escritorio era una fronda enloquecida de papeles y maquetas, pero siempre se las arreglaba para que el portarretratos de las hijas creara un oasis limpio frente a él. Apenas las había visto aprender a caminar, a hablar, a leer. Apenas las había visto y, sin embargo, eran el único amor que tenía. Le preocupaba la más débil de las dos, Ángela, que un par de semanas antes había caído en cama con una fiebre rebelde y un dolor de huesos que no la dejaba en paz. Se había vuelto de pronto melancólica y huidiza. Así sonó en el teléfono, como una niña desamparada. Tenía trece años y parecía de diez. Después llevé a Wílmar a conocer la iglesia salesiana del Sufragio donde me bautizaron, y salvo el bautisterio todo estaba igual, sin cambios. El bautisterio, no sé por qué, lo habían eliminado, sellado con un muro de cemento ciego. Mejor. Cuando uno se arrimaba ahí soplaba un chiflón de eternidad, un como vientecito frío, siniestro. Luego le fui explicando a Wílmar, que era un ignorante en religión, los pasajes del Viejo y del Nuevo Testamento que estaban escenificados en el techo. Y bajando la mirada: "¿Ves ese santo que se sonríe ahí, con sonrisita de falsía atroz? Ése es Juan Bosco, corruptor de menores. Yo me le conozco su trayectoria". Y le conté cómo instalaron la estatua actual en reemplazo de la vieja, que se descabezó cuando volvíamos de una procesión en carroza. –Cuánto hace que la empresa lucha contra la corrupción, señorita Remis? –Bueno, vamos, ustedes dos -intervino Pete-. Somosdrugos,¿no es así? No es justo que losdrugos se comporten de ese modo. Vean, esosmálchicos de lengua larga estánsmecando a costa nuestra, parece que se burlan. Nada de peleas entre nosotros. Arroyos enloquecidos bajaban de la montaña volcándose sobre la carretera, y un viento rugiente nos mentaba la madre y nos aventaba la lluvia en ráfagas de abalorios. Tampoco le compré la moto. ¿Me pueden ver a mí, con esta dignidad, con estos años, abrazado a él de "parrillero" en una moto envenenada, todos vendados? No, que ni lo soñara. "Así que me va apagando ese radio, señor taxista, que hoy no ando pa discusiones". Y santo remedio, lo apagaban. Algo oían en mi tono de perentorio, la voz de Thánatos, que les quitaba toda gana de disentir: o lo apagaban o lo apagaban. ¡Qué delicia viajar entre el ruido en el silencio! El suave ruido de afuera entraba por una ventanilla del taxi y salía por la otra purificado de agresiones personales, como filtrado por el silencio de adentro. Momir y la mujer han tendido hace largo rato los jergones debajo del balcón curvo de la tintorería. Fingen dormir, pero no creés que lo hagan: ellos también han puesto su destino en tus manos. Si el hombre actúa tal como vas a pedirle, mañana a esta hora ya estará volando con la mujer sin dientes rumbo a Belgrado. –Pobre Camargo -te dice. –Tenés miedo -dijo Bastián. Cuando le abrieron la puerta entró sin saludar, subió la escalera, cruzó la segunda planta, llegó al cuarto del fondo, se desplomó en la cama y cayó en coma. Así, libre de si mismo, al borde del desbarrancadero de la muerte por el que no mucho después se habría de despeñar, pasó los que creo que fueron sus únicos díasen paz desde su lejana infancia. Era la semana de navidad, la más feliz de los niños de Antioquia. ¡Y qué hace que éramos niños! Se nos habían ido pasando los días, los años, la vida, tan atropelladamente como ese río de Medellín que convirtieron en alcantarilla para que arrastrara, entre remolinos de rabia, en sus aguas sucias, en vez de las sabaletas resplandecientes de antaño, mierda, mierda y más mierda hacía el mar. –No. Dentro de ocho años tendrías mi edad de ahora. –Estás muy linda, Reina -dijo. Las palabras tropezaron unas con otras, como si no fuera eso lo que quería decir. –Cerca de una semana -dijo ella..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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