15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Nunca supo realmente qué fue lo que sucedió, tampoco tuvo tiempo material de averiguarlo, de todos modos, ninguno de los invitados de aquella noche pareció entender su exacto sentido. –Pero, señor -lo interrumpí-, ¿qué puede decirme de eso que se comenta ahora? ¿Qué hay de ese nuevo tratamiento que permite salir en seguida y garantiza que uno nunca vuelve? Santiago cruzó. Yo no sé lo que hizo, pero lo imagino despierto. Si llegara Ramírez, piensa, mirando la cara de la mujer dormida. No sabe que hace diez días la cabeza de Ramírez era paseada en la punta de una picota por las calles de Santa Fe. Hablaba de pie, con la cabeza inclinada. Jamás se habría atrevido a sentarse en presencia de Camargo. Podríamos decir, para simplificar las cosas, que bajo un solo nombre Medellín son dos ciudades: la de abajo, intemporal, en el valle; y la de arriba en las montañas, rodeándola. Es el abrazo de Judas. Esas barriadas circundantes levantadas sobre las laderas de las montañas son las comunas, la chispa y leña que mantienen encendido el fogón del matadero. La ciudad de abajo nunca sube a la ciudad de arriba pero lo contrario sí: los de arriba bajan, a vagar, a robar, a atracar, a matar. Quiero decir, bajan los que quedan vivos, porque a la mayoría allá arriba, allá mismo, tan cerquita de las nubes y del cielo, antes de que alcancen a bajar en su propio matadero los matan. Roma, en el siglo X, es el circo donde prosigue esta singular contienda. Borrado el Imperio es necesario abolir el Papado. Los violinistas del subsuelo lo sumieron en la opresión, la vergüenza y el escándalo. Mala suerte, no se logró gran cosa. Es lo mismo. Fidelidad. Fidelidad fanática, hasta la muerte. Lealtad al signo primordial regidor de la cabeza y del fuego. Todo lo que no tenga que ver con esto, vaderretro, evade el recto destino combustible de tu estirpe. Coexisten, en tu tipo astral, dos Esteban: el superior y el otro, el deleznable. Y como es obvio, amén de redicho, en ese microcosmos paradojal nosotros gobernamos al Esteban superior; él, el elegido para las tareas luminosas, es quien va a casa de Verónica, sonríe cuando no debe, irradia frescura cuando le arden las zonas del sentimiento y, para darte un ejemplo lastimoso de esto último, decide leer alcamarada Lenin en vez de armar una bomba casera, cuando descubre que Josefa Bartolotti lo que tiene es hambre. Él huye por las escaleras en calzoncillos, no honra al padre ni a la madre, codicia mujer e ideas ajenas, no ama a su prójimo ni mucho menos a sí mismo, se olvida de santificar sus propias fiestas, sus efemérides, motivo por el cual deja plantada a la niña de Plaza Irlanda junto a un alegórico relieve, añorando sus anillitos. No interrumpas. Me refiero al impuro, humano, vivo, contradictorio Esteban con antorcha. Porque el artista, fíjate bien, el artista, para sobrevivir en este mundo y en el que se avecina, ha de poseer una fuerte dosis de inmoralidad. De ahí lo de la falta de principios. Inmoralidad -y empleo nomenclaturas a nivel burgués para facilitarte la comprensión jesuíta de conceptos cuyo sentido, en los hechos, te resulta desde antiguo familiar- inmoralidad, o quizá amoralidad, que si bien permitirá a un gran artista obtener espléndidos resultados en la construcción de una catedral en homenaje a la Sagrada Familia, pongo por caso, y no al azar, le impedirá en cambio no ya salvar el alma, que para eso nunca hizo falta la divertida gente del subsuelo, sino también fundar una. Lejos, con voz casi inaudible entre los rumores y la música, el astrólogo discute con el padre Cherubini. Se oye la última campanada de alguna hora. Graciela está sentada otra vez junto a Esteban. Graciela Oribe. Alta. Veinte o a lo sumo veintidós años. Podría tener mil, y a ella le gusta eso. Pelo lacio, muy negro. Ella habla. Tiene la voz grave y algo triste, y arrastra las erres. Desde los tiempos de Maricastaña y el maricón Gaviria. Y ojo al que se sentara en ese inodoro: se golpeaba las rodillas contra la pared. Ya quisiera yo ver a Su Santidad Wojtyla sentado ahí. O bajo la regadera, un chorrito frío, frío, frío que cala gota a gota a tres centímetros del ángulo que formaban las otras dos paredes heladas. Bajé la escalera, abrí el portón, y dando un portazo de puta madre que hizo cimbrar la casa y le bajó sus putos humos a la Muerte salí a la calle. ¡Protagonismos a mí, en un libro mío, cabrones! Se levantó, riendo. Dijo que él le cantaba a la luna porque alumbra y nada más, que era un guitarrero. Me tiró la camisa por la cabeza. –Pero no así, no trotando por la calle como un turista. Y menos por esta calle de ciencia ficción. Parece un Banco de empeños, no una calle. Parece un Monte Pío. Parece la vidriera deLa piel de zapa.Me querés explicar, antes de irte, qué significa eso del corazón de Nápoles frente al Monserrat. Lo pregunto en serio. Significa algo. Es una metáfora, o una clave, da una especie de miedo. Con alivio, ves a la empleada de la limpieza ponerse el abrigo y apagar todas las luces en el departamento de enfrente. Es posible que la mujer le haya dado vacaciones mientras esté de viaje en Rió. Has pensado en eso cuando la empleada, antes de marcharse, ha doblado y separado la ropa de la mujer en varias pilas que deja junto a la valija: la lencería por un lado, las faldas y las blusas por otro. Alcanzaste a distinguir algunas sandalias y trajes de baño. Se trata, claramente, de una excursión romántica: no hay en el equipaje ninguno de los vestidos formales que la mujer necesitaría si tuviera entrevistas con informantes del gobierno, como le ha dicho al incauto Maestro. –Esa marihuana es bendita, ¿o no, Darío? El resto de la imagen: el cuerpo todavía sentado, los objetos de la habitación, la posición de la cabeza, el empapelado de luces, el brazo derecho del jujeño balanceándose al costado de la silla, sobre todo el balanceo isócrono de su brazo, y los dedos, aún enganchados al guardamonte de la Ballester Molina, dos dedos: todo esto sigue siendo tan nítido para mí como la última imagen que me queda de él. La de la galería en construcción, ese anochecer. Al día siguiente al del atentado le dieron los resultados del análisis: sida..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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