15 de enero de 2025
Comentario destacado
Making a resume help
–Bueno -dijiste-, es un poco mejor que lo de anoche, sin contar que anoche también me parecía a una yegua. Y era Dick, en efecto, un negro puerco y grasiento, evangélico, a quien ni la heroína ni la santa Biblia le atemperaban la lujuria, horadando desde el otro lado del baño, con el instrumento que nuestro padre Adán el Australopithecus puso a funcionar en su jardín hace cuatro millones de años cuando bajó del árbol y gracias al cual estamos aquí, el frágil tabique de cartón que hacía de pared y que nos separaba de su apartamento o covacha. Lo primero que apareció, abriendo brecha, fue el casco negro, lustroso, al cual siguió, con un embate enfurecido, endurecido como un fierro, el barreno inmenso, desmesurado, prodigioso, de un grosor excelso y veinticinco centímetros cuando menos de longitud (o diez pulgadas si mide usted, Santísimo Padre, en el sistema inglés) hasta la base ensortijada por la que se unía al cuerpo. Me llamo Esteban Espósito. El cielo raso, los muebles, el empapelado de luces de las paredes, todo absolutamente inocuo. Ni manchas ni rajaduras. Leonardo da Vinci, ante un espectáculo así, hubiera sentido una fuerte desolación. Leonardo da Vinci es una excusa, las frases son una excusa; no hay público, ser sincero, cabrón. Esto es Córdoba de la Nueva Andalucía, en Sudamérica, el ombligo, el mándala, o tal vez el culo del mundo, y yo soy Esteban Espósito, argentino, estado civil soltero, un grandísimo hijo de puta en el más cabal y nada metafórico sentido del concepto, profesión: escritor. Soñé toda mi vida con llegar a un hotel y en el registro de pasajeros del señor Ripul gusano gelatinoso zambulléndose con lentitud dentro de sus pantalones, estampar junto a mi nombre la palabra Escritor. Qué portento, quérareza,oh. Niñas nubiles de vestidos vaporosos rodeándome y cantando Sanctus, sanctus Stephanos qui erat, et qui est, et qui venturus est, algo así. Me dejaba crecer el pelo, por ejemplo, larga melena heroica primero; más tarde, los versos vienen solos. El mayor peligro que se corre jugando a ser un genio, llegar a serlo. Es fatal, es Ibsen. No. Todo otra vez, payaso. Hundirse usted, meterse bien adentro hasta el límite cloacal de tu podrida almita, bello espíritu llamado Esteban Espósito, no olvidarlo: se acabó el juego, voi chentrate lasciate ogni speranza, arder y comer caca, nadie prueba en joda los famosos y nada románticos y más bien con un siniestro sabor a acumulado sufrimiento ajeno, hermanos míos, los mundialmente conocidos Elixires del Diablo. La noche anterior había visto una larga fila de monjes en la ciudad del pasado con la que soñaba siempre. Le gustaba pasear por esa ciudad parque sabía orientarse en ella como si jamás hubiera conocido otra. Puentes, pasajes, mercados ruinosos que flotaban a la deriva en grandes lagos de sal, relojes que marcaban la misma hora eterna: ciudad sin árboles y sin fin, con un sol sucio y noches claras como el día. En las calles del centro se abrían unas cavernas que eran -Camargo lo sabía- hoteles, celdillas iluminadas por velas de cera espesa. A uno de esos hoteles estaban entrando los monjes. Los vio, eran miles, mientras la luna caía en el horizonte de la ciudad como una pelota, y él corría entre astillas de luz a ponerla otra vez en su sitio. Los monjes cantaban en sordina y su ronroneo no lo dejaba en paz. Estaba empujando a la luna por un puente de madera cuando lo despertó el celular del diario. Eran las dos y media o las tres. Brenda dormía en la cama de al lado, boca arriba, la cara cubierta por una repugnante crema de almendras. Aún ignoraba que su madre empezaba a morir al otro extremo del mundo, aún ignorabas vos, Camargo, todo lo que estaba muriendo aquella noche. El celular insistía. Tardó en reconocer la voz del editor nocturno, deshilachada por el cansancio. Iba el bus atestado de gentuza, que es lo que produce hoy día esta mala raza paridora. ¡Qué! ¿Cuántos hay que contar en la monstruoteca para encontrar una belleza? ¿Mil? ¿Diez mil? ¿Cien mil adefesios? Mírense en el espejo antes de copular, de engendrar, de concebir, de parir, cabrones, ¿o es que tienen miedo de que se les pierda el molde? De pronto, sentadito con sus piernotas abiertas en una banca, vi un morenito de ojos verdes que me endulzó la mañana. ¡Ay Espíritu Santo, puro sexo, qué horror! Definitivamente sí, Dios existe, me dije. Y encomendándome a Él, al Ser Supremo, le pedí, le rogué por su santa madre en mis oscuridades interiores que me ayudara a conseguir esa belleza. Me oyó como oye la tapia llover la lluvia: el morenito se bajó en la Calle Carabobo, en pleno centro, y por entre un hervidero de hampones y de ratas se me perdió. Moraleja: Dios si existe pero sirve para un carajo. No hay que perder el tiempo con Él. –La Novena -dije-. La gloriosa Novena. Sentí unrasdrás que me subía todo por dentro, y traté de disimular, hablando con calma: -Tiene que haber un líder. Es necesario que haya disciplina, ¿no es así? -Ningunoscasó una palabra, y ni siquiera asintió. Por dentro másrasdrás , por fuera aparenté más calma.- Hace mucho -dije- que estoy al frente. Todos somosdrugos , pero alguien tiene que estar al frente.¿No es así? ¿No es así? -Todos asintieron, aunque de mala gana. El Lerdo estabaosuchándose elúltimo resto decrobo . Y fueél quien habló: Con breve gesto de desdén y burla me indicó el jardín. La Loca andaba desatada, acometida por lo que llaman hoy«afán protagónico», el demonio que le pica día y noche el culo al Papa. Y sale este pavorreal al balcón a desplegar urbi et orbi su cola vacua y a rociar a la turbamulta gregaria de bendiciones. Empapado de bendiciones se va entonces el rebaño a casa, a ver sentados en sus reverendos culos el mundial de fútbol por televisión. XI –Me tenés harta -dijo Verónica. Esteban se reía. El espíritu santo de la improvisación la iluminó en ese instante. Salió del reclinatorio no hacia la derecha, donde habría tropezado con los monjes, sino hacia el lado opuesto. Caminó velozmente tras los escaños, llegó al altar y, luego de una veloz reverencia a la imagen de san Benito, se arrodilló ante el abad. Supo que sería imprescindible decirle: «Le traigo este mensaje de la dama protectora», insinuando que el sobre contenía dinero. Fue aún mejor lo que le dictó el instinto: «Bendígame, padre. Vine a traer estas palabras de allá arriba». «¿Usted es la prima de Europa?», preguntó el abad. Reina no tuvo tiempo de contestar. Al advertir que sucedía algo fuera de su control, Maestro se abalanzó, tratando de arrebatar el mensaje: «¿Me permite, monseñor, me permite?». «De ninguna manera», se defendió el fraile, sepultando el sobre en uno de los pliegues de su hábito: «En este templo es sagrado todo lo que nos envía nuestra madrina». –A que no saben qué se ponía a hacer la abuela cuando temblaba -dije por decir para que no volviera el silencio. Santiago se tomó su tiempo para tragar, reflexionó un momento y dijo: Más gritos y más aplausos. Con un gesto le pregunté por él, y con otro me contestó que ya no había nada que hacer..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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