15 de enero de 2025
Comentario destacado
Literature essay
Toqué y me abrió el Gran Güevón, el semiengendro que de último hijo parió la Loca (en mala edad, a destiempo, cuando ya los óvulos, los genes, estaban dañados por las mutaciones). Abrió y ni me saludó, se dio la vuelta y volvió a sus computadoras, al Internet. Se había adueñado de la casa,de esa casa que papi nos dejó cuando nos dejó de paso este mundo. Primero se apoderó de la sala, después del jardín, del comedor, del patio, del cuarto del piano, la biblioteca, la cocina y toda la segunda planta incluyendo los cuartos los techos y en el techo la antena del televisor. Con decirles que ya era suya hasta la enredadera que cubría por fuera el ventanal de la fachada, y los humildes ratones que en las noches venían a mi casa a malcomer, vicio del que nos acabamos de curar nosotros definitivamente cuando papi se murió. –¿Y ahora qué pasa, eh? La música de Vivaldi, en decreciente jalea, había ido a parar a la mermelada de eso que llaman rock lento. La luz había bajado. Como detrás de un tul, Espósito vio girar unas parejas. Lalo y Flor de Loto. Lentos peces en un acuario, lentos bailarines de un planeta ingrávido. Toda la casa era un poco de otro mundo. La mujer del arquitecto parecía inquieta. –Los misterios que vamos a contemplar hoy son dolorosos, ¿o no, abuela? Verónica y vos se besaron, cosa que en ciertas mujeres resulta inquietante. O a mí me inquieta. Ligeramente es pornográfico, pero así: como si a través de la mujer que está con uno, uno tuviera acceso a la del otro, el otro a la de uno, y ellas a su vez a cada uno de nosotros. Por esos días de tanto refuego se empeñó Alexis en que le comprara una miniUzi. "Por ningún motivo, ni lo sueñes, una miniUzi jamás. Eso es muy visible, nos pone muy banderas". Para mí era casi como una erección en el bus. ¿Se imaginan ustedes a uno andando con una subametralladora acomodada entre los pantalones? ¿Que cómo son? Ah, yo no sé, nunca se la compré. Según él, que la policía me la vendía, que yo era muy verraco pa convencer. "Seré yo muy verraco, ¿pero qué les voy a alegar a ésos?" ¿Que la necesito para defenderme del televisor y sus continuos atentados al idioma? No, aunque mi más profundo deseo fuera complacerlo, definitivamente no. Ahora, pasado el tiempo, me río de esos adverbios en "mente", tan largos pero tan desinflados. Son meras apariencias. Si hubiera insistido un poquito, yo me conozco, hubiera ido adonde el mismísimo general comandante en jefe a comprarle su miniUzi. El último gramático de Colombia, que tuvo tantos y tan famosos, no puede andar con menos que con una miniUzi para su protección personal, ¿o no, mi general? Otra cosa es que tenga uno tiempo para sacarla. En este oeste… La voz funeral de Edmundo Rivero cantaba a Discépolo como si estuviera salmodiandoEgo sum aba cucaniensisen el sótano del convento de Burana. Grandes salchichones colgaban del techo. Una fotografía de la puerta donde Lutero clavó en 1517 sus proposiciones contra el Papado, junto a la célebre instantánea de Leguizamo con Gardel. Todo esto a un paso de los aldabones españoles del Colegio Monserrat, de las cúpulas barrocas coloniales de la Catedral, de la estatua enana y patizamba de don Jerónimo. "Cambalache", dijiste en voz baja; pero tal vez te referías al tango. Igual te miré con desconfianza. Tenías el tipo justo de adolescente telepática que hace imaginar cosas a los varones de mí tipo.Sobre todo a las dos de la mañana y después de unos whiskies. Los ojos, tal vez: de egipcia. Algo separados. Más verdes que pardos, magnificados hasta el escándalo por la sombra de la pintura. O tal vez el pelo. Traté de imaginarte con la cara lavada y el pelo corto. No cambió nada, salvo la época. Una joven de los años veinte, vestido plateado muy suelto por encima de las rodillas, vincha, una estrellita en el pómulo y collar hasta el ombligo, bailando elshimmycon largas piernas indecorosas mientras adivina mis pensamientos y oculta sus propias ideas taciturnas de gata o de serpiente.Cambalache,habías dicho, arrastrando la segunda a. Tal vez era sólo eso, cierta cadencia en las palabras que le daba a tu voz un matiz burlón y un poco triste. Tal vez era yo. Mejor pido otro whisky, pensé, y le hice una seña al mozo. Dale nomás, decía Discépolo profetice y festivo, dale que va, que allá en el Horno nos vamo'a encontrar. Muy probable, sí. Lutero y Discépolo en el Horno, Gardel y Leguizamo en el Cielo, y yo a una cuadra de la Catedral de Córdoba con los pies empapados mirándote sobre un fondo de alegres bebedores de cerveza, perdiendo el tiempo en querer acostarme con vos como si fuéramos Cleopatra y Marco Antonio. Qué cambalache, realmente. Afuera nieva y los copitos blancos van cayendo con suavidad callada sobre la calle lúgubre del West Side donde vivimos Darío y yo. Los moradores del Admiral Jet, negros y puertorriqueños que el Social Security alcahuetea y que el Partido Demócrata solivianta, se instalan en las noches en el porche a fumar y a beber cerveza (más tarde adentro, en la abyección de sus covachas,se inyectan heroína). Cuando subo del sótano a la acera la nieve los está echando y los hace entrar. Caminaron hacia La Biela, frente al cementerio. El chofer del diario había estacionado el Mercedes en la esquina, pero Camargo le hizo señas de que esperara. El café estaba lleno de gente. Una mesa junto a la ventana se desocupó cuando entraron y Camargo se dejó caer en la silla. –Me lo imaginaba -dijo Esteban-. Déjame escuchar, por favor. Sonreías. –Dos. Cuáles ideas nunca supe, ¡pero qué maravilla! Y la nostalgia de lo pasado, de lo vivido, de lo soñado me iba suavizando el ceño. Y por sobre las ruinas del Bombay presente, el casco de lo que fue, en una nube desflecada, rompiendo un cielo brumoso, me iba retrocediendo a mi infancia hasta que volvía a ser niño y a salir el sol, y me veía abajo por esa carretera una tarde, corriendo con mis hermanos. Y felices, inconscientes, despilfarrando el chorro de nuestras vidas pasábamos frente a Bombay persiguiendo un globo. Con su aguja gruesa una vitrola en la cantina tocaba un disco rayado:"Un amor que se me fue, otro amor que me olvidó, por el mundo yo voy penando. Amorcito quién te arrullará, pobrecito que perdió su nido, sin hallar abrigo muy sólito va. Caminar y caminar, ya comienza a oscurecer y la tarde se va ocultando…" Y los ojos se me encharcaban de lágrimas mientras dejando atrás a Bombay, para siempre, volvía a sonar a tumbos, en mi corazón rayado, ese "Senderito de Amor" que oí de niño en esa cantina por primera vez esa tarde. Y qué hace sin embargo que volvía con Alexis por esta misma carretera, agotándose instante por instante en la desesperanza nuestro imposible amor… –Dónde almorzás -pregunté. Impulsado por su vacío esencial Alexis agarra en el televisor cualquier cosa: telenovelas, partidos de fútbol, conjuntos de rock, una puta declarando, el presidente. El otro día se estaba rasgando este maldito las vestiduras porque dizque unos sicarios habían matado a un senador de la República. ¡Ay, de la República! Como si aquí hubiera senadores de los departamentos, tonta. Esto no es los Estados Unidos. Además los senadores en Colombia tampoco son unas peritas en dulce. Que les va a cargar a los que lo mataron "todo el peso de la ley", dice la original. Como si supiera quién. ¿Y hoy qué? Hoy dandoparte a la nación porque veinticinco mil soldados habían dado de baja al presunto capojefe del narcotráfico, contratador de sicarios. Que no prevalecería el delito, como si el delito con sus hermanos contratos no le pisara la cola. Me llamo Esteban Espósito, no es un buen nombre..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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