15 de enero de 2025
Comentario destacado
Lined paper for letter writing
Yo era el mayor de los cuatro y todos me consideraban el líder del grupo, pero a veces se me ocurría que a Toro le rondaba por lagolová la idea de tomar el mando, y esto sólo porque era enorme y por lagroncagolosa que le salía cuando estaba en pie de guerra. Pero todas las ideas venían de Vuestro Humilde, oh hermanos míos, y además estaba lavesche de que yo había sido famoso y habían publicado mi foto y artículos sobre mí y toda esacala en lasgasettas. Además yo tenía el mejor trabajo de los cuatro, en los Archivos Nacionales de Gramodiscos en el lado de la música, y cada fin de semana tenía loscarmanos repletos de preciososgollis , además de un montón de buenos discos gratis para elmalenco estante de mi lado. Ahí estaba yo, sentado a otra mesa. La luz era difusa pero se me distinguía perfectamente. Y no sólo a mí. Corrí la silla, cosa de ver bien sin apartar mucho los ojos de Cantilo. Una adolescente, de espaldas a esta mesa, estaba allá sentada frente a mí. Tenía la cara redonda. Tenía el pelo castaño. Tenía una dulce y tenue cicatriz en la mejilla derecha. No necesitaba verla desde acá para saber todas estas cosas. Se llamaba Beatriz. Yo, sobrio, tomaba allá un café. El de acá interrumpió cortésmente a Cantilo y pidió un whisky, el tercero, o tal vez el sexto si se contaban las ginebras anteriores con la alta muchacha de pelo negro. ¿Graciela se llamaba? O sea que todo esto puede ser muy bien lo que la gente llama estar borracho. Pero whisky más ginebra no se suma, especies diferentes: falacias de la Lógica. Y además esto es otra cosa, bien real. Y hasta mucho más que real. Siempre lo supe: no hay el mundo, sino los mundos. Nada posible deja nunca de suceder, sólo que en otra secuencia de la realidad. Hay una historia humana en la que Cleopatra tenía, efectivamente, la nariz más larga. ¿Qué habrá hecho César al verla? Y hay una historia mía que está ocurriendo en aquella mesa; hay allá atrás una ventana que da a Plaza Irlanda, en Buenos Aires, a una calesita girando iluminada en la noche, al misterio de las verjas y los árboles y las hiedras del Colegio Santa Brígida. Uno podría deslizarse hasta allí, si quisiera. En momentos como éste debe poderse. Antes de que todo aquello desaparezca, antes de que Cantilo deje de hablar, yo sé que es posible encontrar el pasaje. Frente al otro, de espaldas a mí, Beatriz ha de estar preguntándole qué mira. Tiene la cara redonda, tiene una dulce y tenue y casi imperceptible cicatriz en la mejilla derecha. Tiene enormes ojos donde lentamente vuelan en círculo pájaros marinos. Pero mejor quedarse de este lado, mejor beberse con tranquilidad un whisky. Se podíavidear que elchaplino pensaba en el asunto mientras fumaba elcancrillo, preguntándose qué podría decirme, y lo que yo sabría de esavesche. Al fin habló, pero sin dejar de mostrarse cauteloso: -Supongo que te refieres a la técnica de Ludovico. –¿Tiene caballos? Eso es caro. –Claro. En cualquier parte, no importa dónde, fuera de este mundo. –Lo que a vos te hace falta es ir a un gimnasio -dijo Maestro-. Mirame a mí. Con bicicleta, sauna y masajes bajé diez kilos en dos meses. Te dejan como nuevo y ni te das cuenta. Como al difuntico al caer se le abrió la camisa, se le despanzurró la barriga; y así pude ver que llevaba bajo el cinturón un revólver. Jua! Le iba a servir en la otra vida para matar cuanto sus puercos pies para caminar. Los muertos no matan ni caminan: caen en caída libre rumbo a los infiernos como una piedra roma. tetolchocaremos en larota y patearemos –Alex, fuiste demasiado impetuoso. Ese puntapié final fue una cosa muy fea. -Al oír esto sentí que elrasdrás me nublaba losglasos, y dije: Y le acercaba un banco, donde yo había puesto el caldo apetitoso, humeante, como para revivir cadáveres. Se tomaba dos o tres cucharadas que yo le daba con la mano en la boca como a un bebe pues él, por su extenuación, no podía ni sostener una taza. Tres cucharadas a lo sumo se tomaba y eso era todo, que ya no quería más. Le daba a continuación vitaminas, hormonas, árnica, lo que fuera, cafiaspirina, nada servia. Entonces, encomendándoselo a Dios y como último recurso, me ponía a armarle un cigarrillo de marihuana a ver si la humosa yerba le devolvía el apetito. Y le cuelga. Cuando el hombre invisible salió, ya era un experto en todo esto. Lo último que vio fue un cadáver boca abajo en una mesa chorreando sangre de la cabeza sobre el piso, y en el mismo piso, en un rincón, una ropa tirada: unos pantalones, una camisa y unos zapatos. Un moscardón pasó zumbando, alborotando el olor fresquecito de la Muerte. ¡Quién me mandó abrir la boca! Adelantándosele a su vez al asqueroso, Wílmar sacó el revólver y le propinó un frutazo en el corazón. El hombrecerdo con vocación de pájaro se desplomó dando su último silbo, desinflándose, en tanto Wílmar se perdía por entre el gentío. –No sé ni me importa, Esteban. Necesito que te quedes. –Ca co cu, terrorcito de mi alma. -Y ahí empezó todo, pero con cierta extraña discreción, porque nadie elevaba mucho lagolosa. Al principio el nuevopleniocrichó un poco, pero la Pared le daba puñetazos en larota mientras el Judío Gordo lo sostenía contra los barrotes, para que pudieranvidearlo a lamalenca luz roja que venía del pasillo, y él decía oh oh oh. No tenía mucha fuerza, y lostolchocos que devolvía eran muy débiles, y supongo que eso le venía de hacer muchochumchum con lagolosa y de darse aires. De todos modos, al ver el viejocrobo colorado que le brotaba a la luz roja, sentí que la vieja alegría se me movía subiendo por lasquischcas , y dije: –Como un lago de aguas cristalinas, señor -dije-. Claro como un cielo azul en lo mejor del verano. Puede confiar en mí, señor. -Y le ofrecí una simpática sonrisa mostrando los subos. Continuando nuestro camino me contó Darío que el muchacho solía de vez en cuando irse con él al cielo entre una nube de marihuana en su apartamento, y que todo había marchado bien hasta esa ocasión en que después de un año de no verse y de no probar el pobrecito la inefable, al volverla a probar se enloqueció, y tomando elcuchillo de la cocina, de la cocina de su propia víctima, el asesino se lo quiso despachar tal cual estaban, desnudos ambos en cuerpo y alma. Tras la cuchillada fallida, Darío, que por entonces iba al gimnasio y se hallaba en inmejorable forma, lo pudo dominar; le quitó el cuchillo y lo sacó enpelota a la escalera. Después por la ventana que daba a la calle le tiró la ropa. En plena calle, en pleno barrio de La Perseverancia que miraba, se vistió el angelito, con ese pelito suyo cortado casi al rape de los soldados que me encanta, o mejor dicho me encantaba, nos encantaba, in illo tempore. Pasando de prisa El Difunto nos advirtió que venían los de la moto. Y venían, en efecto, y en contra vía los muy cabrones, violando las más elementales y sagradas leyes de Colombia, las del tránsito, que te impiden ir contra la corriente y te mandan seguir la flecha, la del chocolate Luker que las patrocina, en cada esquina, para eso están. ¿Es que no la vieron, desgraciados? Sí la vieron pero no las balas con que mi niño Alexis los recibió, éstas sí en la dirección correcta, "in the right direction" como dijo arriba en inglés nuestro primer mandatario el políglota, tan atinadamente, y como marcaba la flecha de esechocolate infalible que se tomaba de a pastillita por taza pero que ay, ay, ay, ya no se toma más. Perdimos la costumbre del chocolate y la de las musas y la de la misa, y nos quedamos más vacíos que el tambor de hojalata que el enano sidoso no volverá a tocar. Todo lo tumbaron, todos se murieron, de lo que fue mío ya nada queda. Les evitaría el final de los de la moto por evidente, pero no, que sufran: se chocaron contra un carro que venía a toda "in the right direction", y acabaron en el techo del susodicho. De ahí, del techo, de la capota, los tuvo que bajar el agente de la fiscalía que vino a realizar el levantamiento de los cadáveres. ¿Se imaginan un "levantamiento" bajando? Así andamos de mal. –Ándate a la puta que te parió -dijo. [ pic_2.jpg].

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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