15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Era un comentario imprudente, ordinario.¿Imaginarlo? Para qué, si ya todos lo conocían. Poca gente se tomaba la confianza de llamarlo Ge Eme, y casi nadie se preguntaba por el significado de esas iniciales. El tiempo las había convertido en un nombre propio, como sucedía con D. H. Lawrence, T. S. Eliot o H. A. Murena, y él ya ni siquiera pensaba en lo que querían decir. Correspondían al santo del día de su nacimiento, Gregorio Magno Pontífice, y aunque en su cédula de identidad figuraban las tres palabras, había logrado mantener en secreto la última. Pero donde vaya ahora, oh hermanos míos, tengo queitearodinoco, no podéis acompañarme. Mañana es todo como dulces flores y la tierravonosa que gira, y allá arriba las estrellas y la vieja luna, y vuestro viejodrugo Alex buscandoodinoco una compañera. Y toda esacala. Un mundograsño yvonoso, realmente terrible, oh hermanos míos. Y por eso, un adiós de vuestrodruguito. Y para todos los demás en esta historia, un profundochumchum de música de labios: brrrrr. Y pueden besarme losscharros. Pero vosotros, oh hermanos míos, recordad alguna vez a vuestro pequeño Alex que fue. Amén. Y toda esacala. Prosigo, dijo el profesor Urba, y agregó que así como la crisis del siglo V podía en cierto modo resumirse en el pensamiento dramático y tempestuoso de San Agustín; el advenimiento de la Razón, en el Argumento Ontológico; la agonía del orden medieval en la poesía bárbara de Dante: el cifraba el espíritu de los Tiempos Modernos en los cuadros alocados de Paolo de Dono. "En el pajardito?", preguntó algo adormecido, aunque incrédulo, el padre Cherubini. En el Uccello, en efecto. Obsesionado por la idea de abrir un agujero en la pared, como decía Fra. Angélico, soñando con romper la superficie plana, Uccello, el primerpintor de batallas y perspectivas, no sabe que ha descubierto otra perspectiva, un pasaje hacia otra cosa, ni sabe que en su corazón se está librando la última batalla entre el hombre medieval y el hombre renacentista. Basta mirar un solo cuadro suyo, un cuadro que es al arte religioso lo queEl Quijotea la novela de caballería. El San Jorge y el Dragón. "Aro aro!", dijo despabilándose de golpe el padre Cherubini. "Aura dentra queste gaucho florido et te pinta esa fazaña. A la siniestra, la damisela captiva porta lo pioloncito con que asujeta del cogote al teratós verdolaga. Il dragone. La Bestia é un cruzamientoarmado ansina: alitas de colibrí, pata e'ñandú crioyo et colita roscada in voluta. Come si sería un chancho, ma lunga. Sanjorgito, a la diestra. Muenta un lindo percherón no maculado. Trai coraza. In excelsis, uno fosco nubarrone de san puta, che nel pensier rinnova la paura. Simétrica et especulare al Sanjorgito, la caverna et su grrand misterio. Dije bien?". Inmejorablemente, confirmó el profesor Urba. En Uccello se enfrentan el último de los estilos canonizados, el gótico, que abdicará un reinado de tres siglos, y una forma nueva, una nueva manera de mirar y de juzgar el mundo. La majestad de lo cómico. Es como si una carcajada hubiese explotado en una catacumba. Con Uccello, que anticipa la risa atronadora de Rabelais, que anticipa la risa piadosa pero incontenible de Cervantes, se suicida entre carcajadas el gótico y con él acaba una concepción entera de la teología,del arte, de la política, del conocimiento: del mundo. El astrólogo bebió un sorbito de vino y el padre Cherubini aprovechó la pausa para preguntarle si pensaba hacerle creer que Uccello había hecho todo eso, él solo, pregunta a la que el astrólogo respondió con un movimiento negativo de cabeza. No. El Uccello era, por así decirlo, un símbolo. O un intermediario. Una metáfora o un inocente instrumento de cierta fuerza espiritual, a la que, para abreviar, llamaremos demoníaca. En el mejor sentido de la palabra. Vale decir, angélica. Con lo que el padre Cherubini pareció relativamente conforme y el astrólogo pudo agregar que, pese a todo, en los orígenes del Renacimiento, la casa del hombre estaba en pie. O, para expresarlo de otra manera, todavía podía ser concebida. El mundo de Uccello era también el mundo de Nicolás de Cusa; y, hasta Nicolás de Cusa, la mansión era posible. Inestable, pero aún cómoda. La máquina del mundo tenía el centro en cualquier lugar y la circunferencia en ninguno, las esferas de cristal de Aristóteles habían estallado y sus estrellas quietas volaban en la inmensidad del espacio, la Tierra se movía; pero esto, para el cusano, era un simple cambio de punto de vista en la escritura de la Creación. El orden, el nuevo centro, eran la poética secreta de Dios. El hombre conservaba su privilegio de ser hombre. Homo non vult nisi homo. Al hombre sonriente de Uccello, al hombre cusano, no le había ocurrido nada irreparable. Ignoraba pero no se sentía inseguro porque su ignorancia era docta y su saber consistía, justamente, en saber que ignoraba. La divinidad podía estar oculta ("Deus absconditus?", preguntó distraído el padre Cherubini), pero se manifestaba en la diversidad visible de las cosas y, sobre todo, no era indemostrable. Nicolás, fiel a las razones de San Anselmo, creía que la Razón seguía militando en los ejércitos de Dios. Dios lo puede hacer todo, pensaba, pero el hombre puedellegaraconocerlotodo. Dios era como el arquitecto que construye una catedral; y el hombre, el sacerdote que la contempla, la habita, la recorre y la pondera. El hombre lleva en su inteligencia todas las cosas creadas, tanto como Dios. ("Tas siguro?", pareció preguntar el padre Cherubini.) Sólo que Dios las lleva en sí como arquetipos, y el hombre como imágenes, como relaciones, como valores. Dios es por todo en todos y todo es en Dios, pero el espíritu humano, a causa de su intimidad con el espíritu de Dios, es la semilla divina que encierra los modelos de todas las cosas eternas. La homogeneidad del universo volvía a estar a salvo. Homo non vult nisi homo, pero no sólo el hombre: toda cosa anhelaba ser eternamente lo que era, conforme a su naturaleza y siempre en forma más perfecta, y el hombre, microcosmos donde coexistían lo eternoy lo temporal, lo infinito y lo finito, conocía además su anhelo y tenía la certidumbre de esa progresiva ascensión. ¡Pobre Nicolás!, no podía saber que en su mística casi festiva ya acechaba la modernidad, la locura de la Razón, el sueño del progreso indefinido del conocimiento, que harían pedazos la unidad de su mundo… Unos años después, otro apacible canónigo, Copérnico, razonó en fórmulas astronómicas el sueño místico del cusano, y, por fin, como un león que despierta, apareció Giordano Bruno ("A ése lo quemamos", observó críticamente el padre Cherubini). Lo fantástico, se interrumpió sonriendo el astrólogo, es que toda esta historia sucediera en las celdas, en los claustros, en las bibliotecas de los conventos, a lo que el padre Cherubini, con una carcajada de goliardo, dijo que era comme si lo conoscimento, acuestándose con la sancta eclesia crestiana, la habería hecho parir uno gigante de Rabelais, se dio un golpe en la barriga y, mirando a los costados con súbita seriedad, preguntó: "Me fablastes?". Decía, dijo el astrólogo, que Giordano Bruno llevó hasta el límite de lo imaginable la máquina celestial de Nicolás de Cusa y de Copérnico. Le bastaba alzar los ojos hacia esas chispas brillantes para ver que son mundos como el nuestro. Hechos de fuego como nuestro Sol. Hechos de agua como la Tierra. Dios, para Bruno, ya casi no era Dios: era la ley natural. Hablando de sí mismo, pero como un lapidario que grabara la piedra funeraria de los dos últimos siglos, escribió: He aquí a aquel que ha abarcado el aire, penetrado en el cielo, recorrido las estrellas, traspasado los límites del mundo… ("Eroico furore", murmuró admirativamente el padre Cherubini.) En fin, suspiró el astrólogo, para abreviar, cuando Galileo, Kepler y Newton llegaron al siglo XVII montados en la topadora de Copérnico, el hombre comenzó a recuperar la desnuda proporción de su ignorancia y la realidad humana empezó a ser, cada día, menos compatible con la irrealidad del universo. Pascal lo sintió.Le silénce eternel de ees espaces infinis,empezó a citar el profesor Urba en el mismo momento que, en el parque de la quinta, se oyó un trueno, y el padre Cherubini no tuvo más remedio que acotar: "Silénce eternel un cazzo!". El infinito silencio del espacio aterraba a Pascal; la radiante esfera cusana con su centro en cualquier parte y su circunferencia en ninguna le parecía espantosa. Lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño eran reinos de pesadilla, comarcas que el hombre no sólo ignoraba, sino que lo ignoraban a él. El hombre había empezado a transformarse en el huérfano de la creación, en un expósito… Lo que en la jerga del diario se llamaban«las fichas» eran un compendio de todas las informaciones que Sicardi había logrado reunir sobre los redactores del diario. Algunas páginas reproducían los interrogatorios a que él mismo los había sometido antes de entrar. Otras incorporaban números de teléfonos, borradores de cartas arrojadas al cesto de papeles, panfletos que mencionaban sus nombres, copias de sus afiliaciones a partidos políticos o a clubes de fútbol. A las fichas de Reina Remis se añadían también algunas fotos: de los padres, de un hermano mayor, de las sobrinas, de un músico de rock que había sido su novio. Camargo examinó el conjunto con delicadeza y curiosidad, como si el personaje fuera una miniatura y lo tuviera entre los dedos. Qué vida mínima: jamás había pasado allí nada importante. Cursos de inglés básico, bachillerato en un colegio de monjas, un par de viajes a Río y a San Pablo, en ómnibus, y otro a México, con mochila a la espalda. El padre era mecánico de automóviles en Adrogué, propietario de un taller. Había sobrevivido a todos los descalabros económicos de la Argentina y no se quejaba, según Sicardi. Le gustaba montar a caballo y ella lo acompañaba los fines desemana al Club Hípico. En 1995 se había mudado de la casa familiar de Adrogué a un cuchitril de dos ambientes en la calle Humberto Primo. Por supuesto, el padre le pagaba las cuentas, pero Remis quería ser independiente, recibirse de mujer, alcanzar la fama, escribir en los diarios. –Nunca más -casismecó el enfermero-. Por los siglos de los siglos, amén. Ahora te las arreglarás solo, muchacho. Irás con tus propios pies a la cámara de los horrores. Pero todavía te atarán y te obligarán a ver. Vamos, pues, mi tigrecito. -Y tuve que ponerme la bata y lostuflos y bajar por el corredor almesto de las películas. –No me gusta bailar. El jujeño me miró y miró a Bastián. –¿Ellos? No sé, siempre discuten. –No -repliqué-. Sólo se muere una vez, y el Lerdo murió antes de nacer. Esecrobo colorado parará muy pronto. -Porque en realidad no le había cortado los cables principales, y sacando untastuco limpio delcarmano le vendé laruca al pobre, viejo y moribundo Lerdo, que aullaba y gemía, y elcrobo paró como yo había dicho, oh hermanos míos. Así que ahora sabían quién era el amo y líder, o así lo creía yo. Su carácter se había agriado entonces. La soledad o el poder-o acaso una combinación de esos sentimientos- lo tomaron despótico y arrogante. Creía que todo era posible, y creía también que nada le debía ser negado. –Oh -dijo-, sólo para ver cómo andas. -Y me acercó mucho ellitso, con una sonrisa satisfecha en toda larota. Así que levanté el puño y se lo descargué sobre ellitso, pero elveco se apartó realmentescorro, siempre sonriendo, y miruca pegó al aire. Me pareció muy extraño, y fruncí el ceño mientras él se alejaba,smecando a todo trapo. Y entonces, hermanos míos, me sentí otra vez realmente enfermo, lo mismo que durante la tarde, aunque sólo un par de minutos. Se me pasóscorro, y cuando trajeron la cena descubrí que tenía buen apetito, y que estaba dispuesto a devorarme el pollo asado. Pero era curioso que elchelovecostarrio me hubiese pedido untolchoco en ellitso. Y más raro todavía que yo hubiese sentido ese malestar. –Lamento agregarte un problema, Camargo. Remis volvió a faltar. –Sangre y orina, doctor. Sin problemas. Alta en la oscuridad, parada junto a Esteban. Ahí estabas. Con los hombros desnudos. –Reina, tuve que retirar tu artículo de la primera página. ¿Estás durmiendo, Reina? Tu artículo no va. ¿Cuántos años llevaba la madre en el menester de la muerte? Eran ya incontables: desde que Camargo la conocía estaba preparándose para el más allá en el caserón lleno de aparejos de pesca que llevaban siglos sin usarse, a orillas del lago Torch. También estaban los pájaros. Cientos de ellos: mirlos, zorzales, azulejos, cardenales, que cantaban todo el día para que creciera la tristeza de la madre, para acercarla a la muerte un poquito más. Y al fin había llegado el momento. –¡Qué sida voy a tener! -decía el cabrón tras de fumarse el vareto-. Lo que tengo es sed. De modo que subimos al auto que esperaba y dejé el volante a Georgie, porque yo me sentía unmalenco destemplado, y regresamos a la ciudad, y en el camino pasamos por encima de cosas raras que chillaban. Esto, por lo tanto, es el puente, el viejo puente de piedra. Era la primera vez que lo veía, y sin embargo lo supe con naturalidad. Nadie me había hablado antes de él, ni, hasta ese mismo momento, había imaginado que en algún suburbio de la ciudad existiese un puente de piedra, pero verlo entre los árboles me pareció natural, una fatalidad o una predestinación. El futuro ya estaba construido desde entonces con su recuerdo: una ruina contra el crepúsculo y tu silueta larga, Graciela, tus brazos lentos y tu pelo apenas moviéndose en la dorada ceniza de esa hora como si te alejaras de mí caminando bajo el agua. Estás de espaldas. Me he detenido y te he dejado caminar para poder mirarte: para acordarme algún día de tu cuerpo en este sitio. Porque un recuerdo se prefigura, se construye con cuidado, se trabaja como un tapiz minucioso hecho de un material muy liviana y transitorio. Y la trama de este puente es tu espalda y tu pelo de ahogada, el sonido de tu voz entre el rumor del agua y los sonidos de la tarde, el color de aquel humo, esta sensación de frío en la palma de mi mano apoyada en la piedra. Un tapiz que tiene la fugacidad de la arena y que se deforma y se borra al primer contacto. "Porque los recuerdos son de la misma materia que los sueños", estás diciendo allá adelante, como si contestaras a mis pensamientos. "Pero de un color más claro." También puede ser que estés más o menos loca dije yo. Te diste vuelta y te acercaste sacudiendo a uñó y otro lado la cabeza hasta que tu pelo me golpeó la cara El viento trajo una ráfaga de música; un fox-trot. Me pregunté si vos también lo oirías. Y pensé que eso tan difícil de describir que es el recuerdo se parece a la música, no sólo a ciertas melodías melancólicas y sencillas que nos evocan historias o lugares reales y hasta inexistentes (no sólo aEl boulevard de la Desilusión,pensé), sino a la naturaleza misma de la música, a esa condición inaprensible y fluyente de la música que la condena a ir desapareciendo a medida que transcurre, de modo que aquello que llamamos música siempre es algo que aún no ha ocurrido o que ya dejó de escucharse para toda la eternidad. Un disco rayado hasta lo imposible: la melodía devastada deEl boulevard de la Desilusión,una noche, en Buenos Aires. Música que entonces me recordó bailes de un pueblo, y ahora, en la tarde que agonizaba sobre el puente, los árboles de la calle Neuquén y nuestras sombras, la de ella y la mía, Graciela, no la tuya, y más allá los focos de la Plaza Irlanda. "Desde hoy esa música es nuestra música, y esta calle y estos árboles son nuestro primer recuerdo." Dos muchachos besándose y corriendo de la mano hacia la plaza. "Y esos dos somos nosotros", dijo ella después. La mole cegadora de un sobrerrelieve de mármol se alzó de la tierra como si fuera una lápida. –No te das cuenta – dijo de ella- Quiere matarse..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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