15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Había llegado instantáneamente, como a través de un sueño. Un sueño exasperado y barroco, uno de esos sueños poblados de imágenes indescifrables que se olvidan súbitamente al despertar. "Una señorita preguntó por usted." Como un perro que al salir del agua se sacude frenéticamente en todas direcciones, al ver la cara regordeta del hotelero traté de organizar este nuevo aspecto del mundo a mi alrededor. Este hombre se llamaba Ripul. Era bajito y tenía manos de bebé enorme. Usaba unos pantalones extraordinarios, muy anchos en la cintura. Lo que unido al hecho de sujetárselos con tiradores causaba la molesta impresión de imaginarlo colgado. O de que alguien lo hiciera flotar tironeándolo desde arriba con un mecanismo sujeto a la entrepierna. Daba un poco de miedo. Como si Humpty Dumpty estuviera a punto do transformarse en Peter Lorre. Susurraba. "Una señorita preguntó por usted", dijo. Como si acabara de almorzar algodón. Una señorita, por mí. Hacía unos minutos que nos habíamos separado en la esquina del Colegio Monserrat. Era imposible, o por lo menos bastante improbable, que hubieras venido a buscarme a un hotel que no conocías. –Y qué fue lo que dije. Después estamos ante una enorme puerta en arco y vos buscas las llaves en la cartera. Unaúltima llamada a Maestro te advierte que la mujer ha salido ya del diario, sin duda hacia su departamento. A eso de las diez, mientras aún verificaba algunos detalles de su crónica -«Un trabajo irreprochable, Camargo. Permitime que no despida a Remis todavía: dejame darle una segunda oportunidad,,-, ella ha pedido una cena fría. Después, mientras esperaba la aprobación de Maestro, ha llamado a un servicio de taxis: Dijo que iba a la calle Reconquista. Es ahí donde vive, ¿no es cierto? –Gracias por venir -dijo Verónica. –Bien -dijo P. R. Deltoid-, por mi parte no es más que un modo de decir recomendarte que te cuides, pequeño Alex, pues la próxima vez, como sabes de sobra, ya no irás a la escuela correctiva. Esa vez será la cárcel, y todo mi trabajo quedará arruinado. Si no tienes consideración por tu horrible personalidad, al menos puedes tener alguna por mí, que he sudado tinta tratando de salvarte. Perdemos puntos, te lo digo en confianza, por cada joven que no recuperamos; si uno de ustedes acaba en el agujero es un fracaso para nosotros. –La tuya. Tiene que haber algo más en algún lugar del departamento, ahora que lo piensa, porque ella se ha comportado de un modo extraño en los últimos días. Sus gestos ante el espejo han sido más morosos, más insinuantes, y a veces camina de un cuarto a otro distraída, como si se hubiera perdido a s(misma. Si hay algo, tiene que estar en el escritorio: fotos, copias de cartas, recortes de revistas, allí guarda todo lo que podría delatarla. Además, no se le cruza por la cabeza la sospecha de que estén espiándola. Se siente a salvo. Fuera de la empleada de la limpieza, nadie más entra en la casa. La mujer ha preservado ese espacio para ella sola y no recibe visitas. Habría que averiguar si el aislamiento es voluntario, si de veras está contenta así o sólo finge. –Yo hago versos -dijo, con tono contenido y muy calmo. Jugamos un rato fuera del centro, asustando a viejosvecos ychinas que cruzaban las calles, zigzagueando detrás de gatos y todo eso. Luego enfilamos por el camino hacia el oeste. No había mucho tránsito, de modo que continué dándole a la viejanoga casi hasta el piso, y el Durango 95 se tragaba el camino como espaguetis. Poco después corríamos entre árboles de invierno y sombras, hermanos míos, todo estaba oscuro, y en un lugar los faros alumbraron algo grande con unarota que gruñía y mostraba los dientes, y luego gritó y reventó bajo el auto, y el viejo Lerdo en el asiento trasero casi se orina de risa. «Jo, jo, jo.» Luego vimos a un jovenmálchico con unafilosa ,lubilubando bajo unárbol, de modo que paramos y los saludamos a gritos, les dimos a los dos un par detolchocos sin muchas ganas, haciéndolos gritar, y seguimos nuestro camino. Lo que queríamos hacer ahora era la vieja visita de sorpresa. Era la emoción auténtica, buena parasmecar y sentir el latigazo de lo ultraviolento. Bueno, al fin llegamos a una especie de aldea, y justo fuera de la aldea había una casita, separada de las demás, con un poco de jardín. La luna ya estaba bien alta, y pudimosvidear la casita que apareció claramente cuando paré el coche y frené, mientras los otros tres reían comobesuños , y entoncesvideamos que sobre la entrada a la casita se leía HOGAR, un nombre bastanteglupo . Bajé del auto, ordenando a misdrugos que acabaran las risitas y estuviesen serios, y después de abrir lamalenca puerta me acerqué a la entrada de la casa.Clopé suave y discreto y no vino nadie, de modo que insistí y esta vez pudeslusar unos pasos, y que retiraban un cerrojo; la puerta se abrió unos centímetros, y entonces pudevidear unglaso que me miraba, y la puerta estaba asegurada con una cadena. -¿Sí? ¿Quién es? -Era la voz de unafilosa, unadébochca joven por el timbre, de modo que dije con lenguaje muy refinado, lagolosa de un auténtico caballero: No te movías; sólo me mirabas de ese modo. Sentí que debía hacer y decir algo apaciguador. Puse mi bota sobre el puente de tu nariz, con suavidad, y dije una estupidez. De todos modos, a las seis menos diez va estaba lista, no bañada sino refrescada en la tina, perfumada con el Chloé de Lagerfeld que llevaba siempre en la cartera por si acaso, vestida como una dama de otro siglo, con mantilla y larga pollera negra y una blusa negra de encaje que permitía adivinar, de todos modos, las pecas del pecho. En la mesita franciscana del cuarto que los caseros habían arreglado para ella, cuidándose de no ventilarlo, junto a la cama de tres plazas protegida por un mosquitero espeso, que prometía una noche de asfixia claustrofóbica, Reina se dio tiempo para anotar algunas de las ideas que incorporaría mis tarde al artículo de fondo. Notó que su lenguaje estaba fuera de quicio, que destilaba indignación por el desparpajo con que el presidente y el capellán de Olivos estaban engañando a la gente, pero también se sintió capaz de dominar esa furia a la hora de escribir. Cuanto más neutral fuera su relato, cuanto mayor distancia pusiera entre ella y los hechos, tanto más le creerían, se dijo. Yo no soy la realidad, pero tampoco habrá ninguna realidad hasta que no la escriba. ¿No es eso lo que quiere el doctor Camargo? –Sí. –No voy a subir, señora, no vine a verla. Como la Loca, trato de no subir ni bajar escaleras y andar siempre en plano. Y mientras vuelvo cuídese y me cuida de paso la maleta, que en este país de ladrones en un descuido le roban a uno los calzoncillos y a la Muerte la hoz. Y dejé a la desdentada cuidando y seguí hacía el patio. Allí estaba, en una hamaca que había colgado del mango y del ciruelo, y bajo una sábana extendida sobre los alambres de secar ropa que lo protegía del sol. El jefe de loschasos se puso púrpura,crichando : -Cierra esa maldita trampa.¿No sabes a quién le hablas? Tal vez debiste impedir que se publicara esa historia, fingir que no había sucedido. Pero antes de que lo pensaras ya estaba fuera de tus manos. Todos los otros diarios la difundieron con amplitud al día siguiente de los hechos -el tuyo sólo repitió la escueta información de las agencias-, y el lenguaje que emplearon fue tan desconsiderado, tan irrespetuoso con Pimenta, que tuviste la tentación de escribir un suelto para defenderlo. Hasta los hombres más sensatos pueden sucumbir a una ráfaga de locura, pensaste. Un domingo, el 16 de noviembre de 1980, el filósofo francés Louis Althusser estaba dándole un masaje en el cuello a su esposa Hélene, con la que había convivido más de treinta años, cuando advirtió que la cara de la mujer estaba rígida y la punta de la lengua asomaba, apacible, entre los dientes. Sin darse cuenta, la había estrangulado. No lo culparon por eso. Lo declararon irresponsable de sus actos. También Dilermando de Assis fue absuelto por segunda vez cuando hirió de muerte, en 1916, a un hijo de Euclides da Cunha que trataba de vengar la ya olvidada honra de su padre. Las pasiones son siempre insensatas y se apoderan de los seres humanos del mismo modo fatal e inevitable que las enfermedades. No se puede culpar a nadie por eso. Sin embargo, cuando un redactor de O Estado te llamó para preguntar qué pensabas del crimen, el mismo día en que Pimenta admitió que lo había cometido, dijiste: «Hacer justicia con las propias manos es propio sólo de las sociedades primitivas». Cuanto más lo piensas, más te gusta esa reflexión: insinúas que la acción de tu amigo es justa y, a la vez, señalas que su inteligencia había retrocedido en el momento del crimen a un estado casi animal, prehistórico. ¿Por qué castigar a un ser humano que deja de ser él mismo y permite que, durante un relámpago de tiempo,sus instintos tomen el lugar de sus pensamientos? –Entiendo -le dijiste-. Llevamos una vida de mierda. –Gente, no. Mujeres. Se creen por encima de los demás. Son las que han matado a Dios para quedarse con el lugar todavía caliente..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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