15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Hoy no suenan las sambas, el engendro barbudo anda en otras cosas.¡Y pensar que fui yo el que le escogió el nombre cuando nació, el más español, el más rotundo, el más hermoso, avasallador como «La Fuerza del Sino» de mi viejo amigo y contertulio de café el Duque de Rivas! ¡Cómo no le puse Cristoloco en homenaje al rabioso que expulsó a fuete a los mercaderes del templo, al atrabiliario que pagaba igual a los que llegaban a trabajar temprano que a los que llegaban tarde, y sobre todo al imbécil que volviendo la otra mejilla abolió de un sopapo la ley del talión e instauró la impunidad sobre la faz de la tierra! Cristoloco Rendón Rendón escomo ha debido llamarse. Ahora tenía justamente la misma edad del Nazareno cuando éste se desató a decir y hacer pendejadas y su misma barba negra, espesa, estúpida, barba de hippie. Le había dado una tregua a las sambas y estaba conectado por el culo en silencio al Internet, del que Darío meempezó a hablar, a propósito, primores. Que le habían mandado sus amigos de Bogotá, cuando se enteraron de que estaba en Medellín tan enfermo, un compact disc por el Internet o sideroespacio. ¿Un compact disc? O yo no estaba enterado de los últimos adelantos de la ciencia, o el sida le estaba perturbando a Darío el juicio. –Yo te enseño -dijiste-. Yo te voy a enseñar montones de cosas. Vení. Está frenético ahora. Patea la puerta, la empuja con su energía de toro. La abriría con las llaves que le ha dado Sicardi, pero la mujer ha instalado una segunda cerradura. Nada le habría sido más fácil que conseguir una réplica, pero no ha prestado atención a ese detalle. ¿Debe preverlo todo, entrar con el ser entero en mil pensamientos simultáneos? Si la muralla que se le opone fuera el diario, Buenos Aires o la Argentina infinita, sabría cómo derribarla. Pero la mísera puerta de esa mujer es más infranqueable, más intolerable. –No me gusta bailar. A veces, cuando ya no toleraba más la tensión de los últimos días, Camargo se acostaba y cerraba los ojos, confiando en que el cansancio iba a derrotarlo. La ansiedad era siempre más fuerte. Daba vueltas alrededor del telescopio Bushnell, resistiendo la tentación de mirar, pero al final cedía: lo que pasaba en la ventana de enfrente era un imán más poderoso que su desinterés por todo lo que no fuera él. ¿Y acaso lo que pasaba allí no era también él: su construcción, su decisión, su destino? También la llamaría la madre, se dijo Camargo, y al no encontrarla dejaría una lista de esas recomendaciones inútiles que ella le había permitido escuchar una vez: no salgas desabrigada -repetía eso, aunque fuera verano-, no te acostés tarde, ponete la cartera cruzada sobre el pecho porque vos andás sola en la calle por las noches, nena, y ya has visto qué inseguro se ha vuelto Buenos Aires. La llamaría el amante, extrañado de que no respondiera a sus emails. Y vos también, Camargo, sentías ansiedad por su voz, aunque sabías que no iba a contestar el teléfono: querías oír su mensaje grabado, sus instrucciones concisas. Pero y si la mujer moría? ¿Si, cuando la mujer muriera, rastreaban todas las llamadas? –Soy una imbécil -dice ella, entre dientes. Ni siquiera recordaba que Diana debía llamarlo cuando sonó el teléfono a las siete de la tarde. La mujer seguía en la misma posición: sólo una vez había flexionado la pierna derecha, acercándola al abdomen. Apenas oyó la voz de Camargo, la hija soltó el llanto. él trataba de imaginar alguna frase de consuelo, pero no se le ocurría ninguna. –Levántate, por favor -dijo Espósito. Bastían lo miraba, sin moverse. Después que me dieron una buenachascha de café de verasjoroschó y algunas viejasgasettas y revistas para mirar mientraspiteaba, vino el primerveco de blanco, el que había firmado el recibo por mí, y dijo: -Ajá, de modo que estás aquí -lo que era decir una vesche muy tonta, pero no sonaba tonta, porque el veco era muy simpático-. Yo soy el doctor Branom -explicó-. Soy el ayudante del doctor Brodsky. Con permiso, te haré un breve examen general de rutina. -Y sacó el viejo esteto delcarmano derecho.- Tenemos que estar seguros de que te encuentras bien,¿verdad? Sí, en efecto, tenemos que estar seguros. -Y allí estaba yo, tendido en la cama, afuera la chaqueta del piyama, y él hacía esto y aquello, y lo otro. Le dije: Pero no con esas palabras. –Georgina -dijo Pete-. Georgina también trabaja. De mecanógrafa, ¿sabes? Nos las arreglamos, nos las arreglamos. -Hermanos, no podía apartar losglasos deél, de verdad. Había crecido y teníagolosa de hombre crecido también.- Tienes que venir a vernos alguna vez -dijo Pete-. Sigues pareciendo muy joven a pesar de tus terribles experiencias. Sí sí, sí lo leímos todo. Pero, por supuesto, aún eres muy joven. –Ah… Bastían acaba de murmurar dos palabras en el oído de un tipo con cara de actor francés. Graciela Oribe, fue lo que murmuró, y ahora mira hacia la puerta. En la puerta hay un señor alto, maduro, elegantemente canoso y, sobre todo, parecido a quién. –Soy una persona, Camargo. No me podés tomar ni dejar. No le pertenezco. Soy de nadie. Sólo ahora sé que, por lo menos, me pertenezco a mí. Mí profunda convicción de que la sulfaguanidina servía para la criptosporidiosis del sida y mi éxito fulminante en el caso de mi hermano se chocaban contra una coraza de escepticismo y mezquindad. La caterva de charlatanes doctorados se negaba a aceptar que viniera a desbancarlos un sabio sin diploma: yo. Aplausos. Larga oscuridad para que nos calmemos. Luz de sala. –Ni se me ocurre. A vos nadie podría dejarte. Necesito tiempo ahora para escribir mi libro. -Los mesías gemelos, ¿no? Pues los trajo sin avisar y me tomaron desprevenido, leyendo en el pasquín de El Colombiano los mensajes de gracias al Espíritu Santo. Examinaron al paciente y su infinidad de análisis, y coincidieron conmigo en que podía ser cirrosis. Al que coincide conmigo le abro de inmediato un campito en mi corazón y le otorgo la categoría de poseedor indiscutible de la verdad, y así procedí con ellos. Dos días después volvieron y se retractaron: que era hepatoma. Y eso si que no. Y como entraron a mi corazón salieron, por la puerta ancha. Tras de lo cual empecé a maldecir de ese par de aves agoreras..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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