15 de enero de 2025
Comentario destacado
How to write an online article
La pieza que la radio alquiló para ellos, cerca de Retiro, había sido la enfermería para las apestadas de un viejo burdel. En el mismo espacio de seis metros por ocho se amontonaban una litera de dos pisos, una tina que servía tanto para bañarse como para lavar los platos y un hornillo Primus que despedía un olor infernal a kerosén. Abajo vivían unas mujeres que iban y venían todas las tardes por los pasillos con batas transparentes y estelas de perfumes ácidos que atraían a las ratas. Daban fiestas casi a diario, con la música a todo volumen, y la única vez que Camargo se atrevió a protestar las mujeres se le rieron en la cara. Una de ellas golpeó esa noche a su puerta para que le cuidara el hijo, y se lo entregó descalzo y en camisón. Al amanecer siguiente se lo llevó dormido, y regresó por la tarde con la bata desprendida, con la intención de pagarle el servicio, pero a Camargo se le quitaron las ganas apenas vio que tenía unos lunares blancuzcos de sarna en el vello de la entrepierna. –¿Tiros? ¡Qué bueno! ¡Abran campo para los niños que están pariendo! Y la verdad le decía: hasta el fondo de un barranco ya lo había seguido, en el Studebaker, una noche en que se le cansó la mano al dar una curva. Pero hasta el infierno aún no, y él ahí está y yo aquí en el curso de esta línea, salvando a la desesperada una mísera trama de recuerdos. –¡Estúpido! Camargo le extiende la mano, seductor, sin medir lo que eso significa para Sicardi. Si se la hubiera dado para que la besara, el jefe de personal lo habría hecho sin vacilar. Pero estrechársela es para él algo inconcebible. Los quince días siguientes transcurrieron en silencio, en un ir y venir compungido de hijos, de nueras, de yernos y de nietos. Unos llegaban, otros salían: Aníbal, Manuel y Gloría con sus familias; Darío que había venido de Bogotá; Marta que había venido de Cali; Carlos que había venido de las montañas dándole una tregua a su amor; y yo que había venido de este país donde vivo, el de la mente impenetrable y las intenciones abstrusas. Ah, pero se me olvidaba en este recuento apurado de la gran familia lo más importante, sus dos pilares sin los cuales se derrumbaría la casa: la Loca y su engendro del Gran Güevón que de día en día, mientras papi se moría, se iba apoderando de ella: de un cuarto, del otro, del otro, del piso, del techo, del piano, del televisor, profanando con sus pies enormes y su mente obtusa, patas de cabra, hasta la sagrada voluntad de los muertos. Momento en el que por alguna razón me sentí perfectamente bien. El egoísmo de esta mujer destornillada que se creía infalible, dueña de la verdad como Papa, se expandía con una insanía tal que mucho cuento era que no estallara y nos volara en una explosión iracunda la casa. –No sé, señor. –Yo tampoco. Nadie sabe. Todos estamos aprendiendo. ¿Por qué te fuiste temprano de Los Toldos? Entonces me sucedió algo. Al meter la mano en el bolsillo superior del saco, toqué los anillos. No sé qué buscaba, ni si buscaba alguna cosa. Tal vez fue uno de esos gestos mecánicos y sin sentido con los que simulamos tener algún propósito en la vida, aunque sea mínimo. Y ahí estaban los anillos. Dos anillos lisos y otro con una perla. Fue como si una descarga eléctrica me recorriera de la punta de los dedos a la conciencia: aquello había estado ahí, al acecho, esperando cualquier distracción para saltar sobre mí. La grava de la Plaza Irlanda, sus altos faroles que alumbraban las copas de los robles y los terebintos; las verjas del Colegio Santa Brígida; una calesita girando en la noche como un astro errante que agoniza. Y una lápida, algo como una lápida inmensa. Eso era Buenos Aires y era yo. Existo desde antes de este viaje a Córdoba. Soy anterior a este dolor de cabeza y a esta resaca de borrachera.Me llamo Esteban Espósito.Santiago seguía tomando mate, solo, a mil kilómetros de distancia, su perfil silencioso y contemplativo superpuesto con la fuerza de un grito a esa revelación de mí mismo. De haber sabido entonces lo que hoy sé, habría comprendido la razón. Había algo religioso y casi sagrado en aquel abstraído tomar mate del jujeño, como si ese cuarto fuera un templo donde un sacerdote (¿pero de qué liturgia?) estuviera celebrando ante mis ojos mi rito de iniciación. Dónde vas, ha preguntado el jujeño al ver que me pongo de pie. Necesito pensar en mí, le digo, y la frase suena tan grandiosa que me siento ridículo y sonrío, y él quiere saber si me pasa algo. Los otrossmecaron , pero el pobre y viejo Lerdo me miró serio, y después levantó otra vez los ojos hacia las estrellas y la luna. Recorrimos el callejón, mientras el programa mundial azuleaba a los dos costados. Lo que ahora necesitábamos era un auto, de modo que saliendo del callejón doblamos a la izquierda, y comprendimos que estábamos en plaza Priestley apenasvideamos la gran estatua de bronce de unstarrio poeta, de labio superior de mono y pipa clavada en larota vieja y llovida. Caminando hacia el norte llegamos al roñoso y viejo Filmedromo, descascarado y ruinoso porque nadie iba mucho por allí, excepto algunosmálchicos como yo y misdrugos, y aun así sólo para gritar,rasrecear o hacer un poco de unodós unodós en la oscuridad. Pudimosvidear en el cartel pegado al frente del Filmedromo que daban la habitual agarrada de vaqueros, con los arcángeles a favor delmarshalque a tiro limpio liquidaba a los cuatreros, salidos de las legiones combatientes del infierno, el tipo devesche mentirosa que la Cinematográfica del Estado hacía en esos años. Los autos estacionados al Iado delsiny no eranjoroschós ni cosa parecida, la mayoríaveschesstarrias y mierdosas, pero había un Durango 95 nuevo que me pareció bien. Georgie tenía en el llavero una de esas polillaves, como las llamaban, de modo que poco después estábamos arriba -el Lerdo y Pete atrás, fumando cancrillos como grandes señores- y yo apliqué el encendido y lo puse en marcha, y el motor ronroneó verdaderamentejoroschó, y sentimos en las tripas una vibración hermosa y caliente que nos recorría todo el cuerpo. Luego le metínoga , y retrocedimos perfecto, y nadie nosvideó salir. –Puedo ir a las nueve o a las diez. Está despierto desde que amanece. ¿Paso a buscarte? Pero no creo que sea una imagen justa de la vida humana. –Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo que quizá te parezca una afirmación muy contradictoria. Sé que esto me costará muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien. Son problemas profundos y difíciles, pequeño 6655321. Pero lo único que deseo decirte ahora es esto: si en algún momento del futuro evocas esta situación y me recuerdas, a mí, el más bajo y humilde servidor de Dios, te ruego que no me juzgues en tu corazón, ni creas de algún modo que soy parte en eso que te estará ocurriendo. Y ahora, hablando de ruegos, advierto con tristeza que ya no servirá de mucho rogar por ti. Estás entrando en una región nueva, fuera del alcance de la plegaria. Una cosa terrible, si bien se mira. Y sin embargo, en cierto sentido, al aceptar que te priven de la capacidad de tomar una decisión ética, en cierto sentido realmente has elegido el bien. O por lo menos eso quisiera creer. Eso quisiera creer, Dios nos asista a todos, 6655321. -Y aquí se echó a llorar. Pero yo no le presté mucha atención, hermanos, y me limité asmecar discretamente por dentro, porque uno podíavidear que había estadopiteando el viejo whisky; y en seguida el chaplino retiró una botella de un estante del escritorio y empezó a servirse una dosisbolche, realmente joroschó en un vaso muy grasiento ygrasño. Tragó el líquido, y luego dijo: -Tal vez todo marche bien, ¿quién sabe? La voluntad de Dios sigue caminos misteriosos. -Y empezó a cantar un himno congolosa rica y sonora. Se abrió la puerta y loschasos metolchocaron de vuelta a la celdavonosa; pero el viejochaplino continuó entonando el himno. –Te llevo. –Buen día -dijo Santiago..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

¿Por qué no te comprometes a tener devociones diarias con nosotros todos los días de este año? Regístrate al final de la página para recibirlas en tu correo electrónico todos los días. ¡Deja que Dios haga algo especial en tu vida! 

¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

  • Te llegará por correo electrónico diariamente o una vez a la semana, según elijas.
  • Le llevará a través de la Biblia en 6 años, frase por frase o tema por tema.
  • Llega a ti en pequeños fragmentos de unos pocos versículos cada día.
  • Podrás elegir cualquier versión de la Biblia que quieras leer con un solo clic.
  • Después de leerlo puedes escribir tus pensamientos y aplicaciones si así lo deseas.
  • Luego puedes hacer clic en mi comentario que incluye una explicación sencilla del contenido, una ilustración práctica y una aplicación personal.
  • Hay una página de oración y alabanza de los misioneros que cambia semanalmente.
  • Hay un versículo para memorizar semanalmente que corresponde con lo que estás leyendo.
  • Hay un lugar donde puedes escribir tus pensamientos o hacer preguntas diariamente.

Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

Continuar