15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Ella sola. Remis. Fue la mejor calificada entre los seis estudiantes que trabajaron con beca el año pasado. También La Esperanza la tuvo al principio en compañía con el doctor Espinosa, pero le compró su parte, para acabar cambiando a ciegas la finca entera por una casa que justo en el momento en que íbamos a entrar muertos de la curiosidad a conocerla, y después de haber luchado hora y medía para abrir la puerta (la puerta dura, la puerta vieja, la puta puerta), se derrumbó. Hizo «!pum!» y se deshizo en un polvaderón fantástico. Quedó en pie ante nuestros ojos atónitos, enmarcando el polvo, el solo marco de la puerta. –Robo y golpes. Dos hospitalizados. ¿Dónde estuvieron esta noche? –Quítele ya el sonido, doctor Camargo -dijo Reina-. Revuelve el estómago. ¿Oyó cuando hablaban de chacras feraces? ¿Usted fue allí alguna vez? ¿Vio lo que es eso? Seis leguas cuadradas de tierra arenosa, cortada por pantanos. Casi no hay ganado. A los treinta años, los indios parecen desetenta. –Esteban -dijiste. En una callejuela de muy arriba en la montaña encontré la casa. Llamé. Me abrió ella, con un niño en los brazos. Y me hizo pasar. Otros dos niños de pocos años se arrastraban, semidesnudos, por esta vida y el piso de tierra. Pensé en una humilde mujer de mi niñez, una sirvienta de mi casa, que me la recordaba. Evidentemente aquellalejana mujer, que por la edad podía haber sido mi madre, no era la que tenía enfrente, que podía ser mi hija. Además, ¡cuánto no haría que esa sirvienta de mi casa se murió! ¿Sería que por sobre el abismo del tiempo se repetían las personas, los destinos? Lo que fuera. Ni en esta pobre mujer ni en ninguno de sus niños reconocí un solo rasgo de Alexis, nada pero nada, nada de su esplendor. Los milagros son así, burleteros. –¿Con quién? -Claro, elveco no conocía la jerganadsat , así que le aclaré: Bastían aflojó el cuerpo y dejó las manos colgando a los costados del bidet. Sonreía. De prontoslusamos las sirenas y supimos que losmilitsos se acercaban con laspuschcas apuntando por las ventanillas de los automóviles policiales. La pequeñadébochca lloriqueante seguramente les había pasado el dato, como que había una cabina para llamar a losmilitsos poco más allá de la central eléctrica municipal. -No temas, ya te atraparé -grité-, cabrón maloliente. Te cortaré dulcemente losyarblocos. -Se alejaron lentos y jadeantes, en dirección al río, excepto el número uno, Leo, que se quedó durmiendo la mona en el suelo, y nosotros nos fuimos para el otro lado. A la vuelta de la esquina más próxima había un callejón, oscuro y vacío y abierto en los dos extremos, y allí tomamos aliento, al principio jadeantes y después mástranquilos, hasta que al fin pudimos respirar normalmente. Era como descansar entre los pies de dos montañas terroríficas y muy enormes, que eran los bloques de casas, y por las ventanas podíavidearse un bailoteo de luces azules. Seguramente la tele. Esa noche pasaban lo que solían llamar un programa mundial, porque todos los habitantes del mundo podían ver si lo deseaban el mismo programa; y el público era casi siempre losliudos de edad madura de la clase media. Presentaban a algún famoso cómico, uncheloveco perfectamente estúpido, o una cantante negra, y todo esto, hermanos míos, lo soltaban al espacio exterior usando satélites especiales para la tele. Esperamos jadeantes, y alcanzamos aslusar las sirenas de losmilitsos que se alejaban hacia el este, y entonces vimos que todo estaba bien. Pero el pobre y viejo Lerdo miraba sin parar las estrellas y los planetas y la luna, y tenía larota abierta como un chico que nuncavideó nada igual, y de pronto dijo: –Santiago, estás loco -dijiste vos. Estabas alarmada realmente, no sé de qué lado de la realidad; pero debió de ser en aquél porque miraste al mozo y encendiste un cigarrillo. La primera vez que te veía fumar. –Como un lago de aguas cristalinas, señor -dije-. Claro como un cielo azul en lo mejor del verano. Puede confiar en mí, señor. -Y le ofrecí una simpática sonrisa mostrando los subos. –Te cegó la oscuridad, porque era demasiado visible -dijo Camargo. –Yo no fui -dijo Verónica-. Habrás visto la fecha. Alejándome segundo a segundo del instante atroz de la muerte de Alexis y paso a paso por el centro, volví a dar a esa avenida funesta del barrio Belén con su quebrada, en los confines del día. Más empantanado mi destino que un sumario, huyendo del dolor volvía a él. XIX –Ahora y siempre -contestó Georgie-. Ando por ahíodinoco. El sábado pasado, por ejemplo,druguito, puedo vivir mi propiachisna ,¿verdad? La mujer se repone más rápido de lo que él ha previsto e insiste en montar el alazán. Cuando la ve recoger la fusta que había dejado caer y alzar la cabeza, airosa, trata de volver a su escondite, en el bosque. Demasiado tarde: ella lo ha descubierto, y quizá sea mejor así. En cualquier momento podría aparecerel padre aunque, pensándolo bien, ¿por qué Reina va a cabalgar tan temprano? Un revuelo de suposiciones le atormenta la imaginación. ¿No estará esperando ella a otro amante, alguien con quien sólo se comunica por teléfono? De lo contrario, ¿qué hace en ese lugar hasta la noche? Pensá, Camargo, pensá. Al mediodía, la mujer deja sin duda el caballo y va a la casa familiar, donde almuerza. De allí regresa con el padre, monta otro animal hasta las seis, y luego de una segunda parada en Adrogué, acaso para jugar con los sobrinos -tiene dos-, vuelve a Buenos Aires. Antes lo hacía enuno de los autos del diario. Ahora le pide al padre que la lleve en la vieja camioneta. Quedan, entonces, cinco horas en blanco: desde las ocho de la mañana hasta la una. ¿Qué otros indicios necesitás, Camargo? Estás seguro de que va a revolcarse con el otro amante en la casa del guardián, sipor azar el amante no es el guardián mismo. Ah, cuánta fuerza te da esa revelación para enfrentar el gesto airado y desafiante con el que ella te observa ahora..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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