15 de enero de 2025
Comentario destacado
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"Sigue tú matando Solo -le dije a Alexis-, que yo ya no quiero vivir". Y me llevé el revólver al corazón. Entonces, otra vez, como meses atrás en mi apartamento, Alexis desvió el tiro, que fue a salpicar el agua. En el forcejeo acabamos de caer al caño hundiéndonos por completo en la mierda, de mierda como ya estábamos hasta el alma. Creo recordar que Alexis también lloraba, conmigo, sobre el cuerpo del animalito. Al día siguiente, en la tarde, en la Avenida La Playa, lo mataron. –Pero bailabas. Se rio. –Me gustaría -dije- arrancarle todas las plumas de la cola yslusar cómocricha desesperado. Por ser tan vanidoso. –Si no te gusta lo que hice, y no quieres repetirlo, ya sabes lo que te conviene, hermanito. -Y entonces habló Georgie, con una voz áspera y rara. –Oh -dijo Georgie, con una sonrisa astuta y ladina-, primero el viejomoloco ,¿no te parece? Algo que nos levante, muchacho, pero a ti especialmente, que siempre nos guías. Yésa fue una de las sorpresas que recibió Laureano, fuera de que lo degollaran, según me había explicado Verónica un rato antes en el parque, porque de esa berlina acababa de bajar, como ataviada para un baile, Aasta Solbaken, la mujer del abuelo. "Qué hace acá y dónde quedó el chico", parece que preguntó él, sin tutearla. "Yo he venido a verlo a usted, y nuestro hijo está con mi familia, en Salta", dijo Aasta. Tenía un levísimo acento escandinavo, poco más de veinte años, el pelo muy claro y unos cuantos centímetros más que el abuelo. Él se apartó unos pasos y la miró un momento. "Bueno", dijo por fin, "ya me ha visto; ahora va a tener que volverse". Después reunió veinte hombres, les ordenó que cargaran patacones y plata, volvieran a subir a la berlina el arcón de la muchacha y llevaran todo a Salta. "Por lo que putas pudiese", murmuró. "Vos", le dijo a uno, "te afeitas al llegar y me le das un beso al muchacho. Y usted m'hija", le dijo a ella con el tratamiento de los grandes momentos y sin mirarla, "usted mueva otra vez en el carrito y se me vuelve a Salta con esa gente." Ella se rio, delante de todos. "Qué está diciendo", dijo. El abuelo se agachó sobre una mesa de campaña, como para verificar un mapa. "Vea, santita", murmuró en tono neutro, como si no hablara, "hace unos cuantos años que usted vino de su tierra, ya conoce bien el idioma del país. No le es tan difícil entender lo que estoy diciendo, pues". Ella dijo que entendía. "Pero que ésos bajen otra vez el baúl, porque lo que es yo, señor, me quedo." También la Delfina presenciaba las batallas de Ramírez, dijo Lalo, sólo que la Delfina era portuguesa y murió en su cama. Lo apreté fuertísimo contra el corazón y sentí que volvíamos a ser niños y que acampábamos en el patio en una tienda de exploradores armada con palos de escoba, cobijas, colchas y sábanas, convencidos de que caía la noche en África. –Bueno, Georgie querido, ¿qué estás pensando? -Oh -dijo Georgie-, esta noche no. Por favor, no estanaito . –Bueno -dijiste-. Pastafrola. -El mozo me echó una rápida mirada de complicidad y asombro, como si pensara "¿qué me dice?" o "quién iba a imaginarse una cosa semejante". Era un mozo sensible y chapado a la antigua. Fue hacia el mostrador y vino como si le doliera el corazón. -¿Con quiénhablabas? -preguntaste y yo no comprendí-. A quién llamabas por teléfono. –La tormenta. Nos vamos. Que eran los dos, el muchacho y su ex amigo, unos hijueputas. A mi regreso a Colombia volví a Sabaneta con Alexis, acompañándolo, en peregrinación. Alexis, aja, así se llama. El nombre es bonito pero no se lo puse yo, se lo puso su mamá. Con eso de que les dio a los pobres por ponerles a los hijos nombres de ricos, extravagantes, extranjeros: Tayson Alexander, por ejemplo, o Fáber o Eder o Wílfer o Rommel o Yeison o qué sé yo. –Ah… -dice. Salvo el enflaquecimiento y una que otra fiebre nocturna de las llamadas«de origen desconocido», el primer año de enfermedad de mi hermano (contado a partir del resultado positivo del análisis) transcurrió libre de síntomas, pasó en calma. Incluso, motu proprio; por fin, Darío dejó el aguardiente, y por indicaciones escritas mías no volvió a la selva ni a lasabana. «La naturaleza está llena de gérmenes peligrosos -le escribía-, para los que tarde o temprano no tendrás defensas. Quedáte en Bogotá en la calma seca de tu apartamento. Mientras menos humedad menos riesgos». Lo felicitaba por haber sido capaz de dejar el aguardiente y le echaba la bendición. ¡Qué voluntad la de mi hermano, empezaba a creer en él! Claro, era explicable, la fuerza de voluntad la tenía intacta. ¡Nunca la había usado! Todo estaba oscuro, y por aquí y por allá camas y armarios, ybolches y pesadas banquetas y pilas de cajas y libros. Pero yo caminé virilmente hacia la puerta del cuarto, porque de allí venía un rayo de luz. La puerta hizo escuiiiiiiic, y me encontré en un corredor polvoriento, con otras puertas. Qué despilfarro, hermanos, me refiero a tantos cuartos y una solafilosastarria y sus regalones, pero tal vez loscotos y lascotas tenían dormitorios separados, y vivían tomando crema y comiendo cabezas de pescado como reinas y príncipes reales. Desde abajo venía lagolosa apagada de la viejaptitsa que decía: -Sí, sí, sí, eso es-, pero seguramentegoboraba a las bestias maullantes y meneantes que hacían miaaaaaa pidiendo másmoloco. Entonces vi la escalera que bajaba al vestíbulo y pensé que les mostraría a mis inútiles y veleidososdrugos que yo valía tanto como los tres y más. Lo haría todoodinoco . Si era necesario aplicaría la ultraviolencia a laptitsastarria y a sus regalones, luego tomaríarucadas de lo que me pareciera realmentepolesño , e iría bailando hasta la puerta de calle y abriría para mostrar el oro y la plata a misdrugos, que esperaban afuera. Así aprenderían quién era el jefe..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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