15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Yo tampoco entiendo lo que pasa, se dijo Reina, dejando la radio sobre la mesa. O la realidad es sólo una ilusión de los sentidos o el periodismo crea la realidad. Sin saber por qué le vinieron a la memoria tres versos de un soneto de Góngora: El sueño, autor de representaciones, / en su teatro sobre el viento armado /sombras suele vestir de bulto bello. Pero estas historias no eran sueños. En aquel tiempo la gente las tomaba en serio y nadie advertía lo inverosímiles que eran. Ahora se sabe que el presidente penitente no fue a ninguno de los sitios donde lo vieron: a las ocho se escabullo de su celda y, desde un campo cerca de Junín, regresó a Olivos en un helicóptero del gobierno. A la mañana siguiente jugó dos horas de tenis, como si nada hubiera pasado. –Son los indios -dijo la casera-. Están buscando sobras de comida. Es mejor que mi marido no los vea, porque les dispara con el rifle, como a los zorros, yen una noche baja a dos o tres. tetolchocaremos en larota y patearemos –No hace falta. Puedo tomar un taxi. Vivo lejos, en San Telmo. –Que los echen -pero otra vez salió er er er. En fin, los tresvecos políticos se marcharon. Y yo también me fui, pero de regreso a mi mundo, a la oscuridad total que se interrumpía únicamente con sueños raros que yo no sabía si eran sueños o no, oh hermanos míos. Por ejemplo, se me ocurrió que todo mi cuerpo oploto se vaciaba de algo que era como agua sucia, y que después lo llenaban con agua limpia. Y después tenía sueños realmente hermosos yjoroschós, y estaba en el auto de unveco que yo habíacrastado, y recorría el mundoodinoco, atropellandoliudos y oyéndoloscrichar que se morían, y yo no sentía náuseas ni dolor. Y también otros sueños en que les hacía el viejo unodós a lasdébochcas, obligándolas a tirarse en el suelo y que me la aguantaran bien, y todos alrededor mirando, golpeando lasrucas y vivando comobesuños. Y ahí me desperté otra vez y eran mi pe y mi eme que venían avidear al hijo enfermo, y mi eme hacía bujú realmentejoroschó. Yo ya podíagoborar mucho mejor, y les dije: Después, como el guarda se ha quedado mirándolo, comprende que debe dar las gracias. Las da. Y agrega sonriendo que tenga la amabilidad de avisarle cuando lleguen al Cerro. Un cruce de calle que yo olvidaré con el tiempo y desde el cual se ve, nomás al bajar, la iluminada quinta de Verónica adonde ahora necesito llegar rápidamente porque de pronto sentí que Graciela me está esperando, inerme, en medio de grandes peligros, a merced de alguien llamado Patricio, a merced de la mirada de Mariano a quien no hay más que verle la cara para comprender que es capaz de proponerle cualquier burrada,y yo también soy capaz, proponerle que se venga conmigo a Buenos Aires, que me espere, que nos ahorquemos juntos esta misma noche, mientras el guarda asiente cortésmente con la cabeza y me vuelve la espalda, circunstancia que aprovecho para clavarle la mirada en la nuca, justo donde termina la gorra, y concentrar toda mi atención allí, casi con ferocidad. El guarda se detiene, se da vuelta y me observa. ¿Cómo es posible que den resultado estas pavadas? Será que me vio cara de extraviado y lo impresioné. Esteban elige la segunda hipótesis y mira por la ventanilla. ¿Qué ve? Mi antigua cara, transparente; el fantasma de mi cara en primer plano y detrás las casas, los árboles, las luces del Automóvil Club Argentino que en realidad son un reflejo porque están a su espalda, y, a espaldas del fantasma del vidrio, yuxtapuesta a sus ojos, a las luces, a un balcón colonial y en ángulo recto al ómnibus que ahora dobla por Humberto Primo, la sombra poderosa de un bosque. Una plaza. Seguramente con una estatua ecuestre en honor del manco Paz, boleado inmortal, puesto que por su calle veníamos, plaza no vi ninguna y, no siendo ésta, el monumento se lo habrán hecho en el agua porque o me desorienté o más allá está el río. Y la palabravoland,súbita. Un cartel con la palabravoland.¡Fasschaff! Iluminándose. Esteban trata de olvidar que el señor Voland es el apodo de alguien, ji, ji, despejad que aquí vuelve el ominoso señor Voland. Despejad, amable canalla, despejad. La luz de un automóvil que avanza en dirección contraria al ómnibus da de lleno sobre el cartel de Elixir Voland, lo cual será una casualidad, ahijadito, pero por dónde diablos andábamos, dice y se ríe en medio del silencio, promete sumisión y, por lo tanto, está aquí, en el ómnibus. Camargo empezó a pensar entonces que ella tampoco debía de tocar al padre, aunque ambos compartían el dormitorio y la cama. Cada vez que los había visto dormidos, estaban yaciendo de costado, en extremos opuestos, separados por una colcha enrollada. En aquellos primeros años a Camargo le interesaba poco elpadre porque tampoco él pasaba mucho tiempo en la casa. Era técnico de sonidos y tenía un taller en la radio donde fabricaba los efectos especiales que se oían en las novelas. Usaba cocos partidos en dos para imitar el galope de los caballos, y cubiletes llenos de sal gruesa que, al ser agitados, evocaban los pasos de los amantes sobre las hojas secas del otoño. Delante de la madre se pavoneaba diciéndole que ningún sonido era para él imposible de reproducir: el roce de las [alas, el suspiro de la brisa entre los árboles, un desfile militar, un partido de tenis. Las cerrajerías están cerradas a esta hora. No le queda sino la alternativa de hablar, entonces, con su ginecólogo. Son las seis y media de la mañana, ya lo sabe. Las únicas voces que oye son las de contestadores que remiten a otro número, y a otro. Es imprudente llamado a su casa: el médico la atenderá de mal humor, pero nada le importa. Le pagará lo que sea necesario. Una de las pocas lecciones útiles de Camargo es que, cuando te azota el rayo de la enfermedad, tenés que usar todos tus ahorros para detenerla. Camargo, ah, ¿y silo llamara? ¿De qué le serviría? ¿Acaso no la ha golpeado, no ha convertido en un tormento sus últimos días en el diario? Tampoco Maestro es de fiar: Camargo y él son ruedas movidas por la misma polea de transmisión. –No es para tanto -me oí decir mientras la bestia se alejaba con la cola entre las patas y yo me insultaba interiormente por lo que ibas a escuchar de inmediato. Ya no había fuerza en el mundo capaz de impedir que lo dijera-. No hacía falta este tipo de colaboración. A la abuela, que cuando yo era niño me tenía que inventar cuentos de brujas, de muchacho yo le tenía que inventar noticias. Mucho trabajo no me costaba teniendo como tenía afuera, de modelo, la realidad. Me quedaba siempre corto. A veces, para darle una tregua en medio de tanta tragedia y un asidero a la esperanza, le inventaba que el papá de un amigo mío, que era pobrísimo, se había ganado la lotería: El pobre y viejo Lerdo, con su máscara de Pebe Shelley,smecó entonces ruidosamente y rugió como algún animal. –Es bueno saber que alguien se siente bien. -En la bandeja habían puesto unapischa realmente apetitosa: dos o treslonticos de carne asada y caliente, y unoscartófilos aplastados y salsa, y después crema helada y una lindachascha dechai caliente. Hasta me mandaron uncancrillo para fumar y una caja de cerillas con una cerilla adentro. Esto parecía la buena vida, oh hermanos míos. Y después, cuando ya me había pasado una media hora dormitando en la cama, entró una enfermera, unadébochca joven y bonita, con unosgrudos de verasjoroschó (no había vistoptitsas así durante dos años), y traía una bandeja y una hipodérmica. Le dije: –Eso es justamente lo que me gustaría saber. Allá lejos me pareció ver otra vez el camioncito. Volvía. Un campanario llamó a la oración de la tarde. Pero no lo eran para mi editor de Nueva York. El libro que publicó sólo tenía veinte capítulos. Insistió en eliminar el veintiuno. Naturalmente, yo podía haberme opuesto y llevar mi libro a otra parte, pero se consideraba que él estaba siendo caritativo al aceptar mi trabajo y que cualquier otro editor de Nueva York o Boston rechazaría el manuscrito sin contemplaciones. En 1961 necesitaba dinero, aun la miseria que me ofrecían como anticipo, y si la condición para que aceptasen el libro significaba también su truncamiento, que así fuera. Por tanto hay una profunda diferencia entreLa naranja mecánicaque es conocida en Gran Bretaña y el volumen algo más delgado que lleva el mismo título en los Estados Unidos de América..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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