15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Santiago lo miró un momento, como si no comprendiera de qué se había puesto a hablar todo el mundo. Y, sin previo aviso, se rio. Una carcajada que voló por el aire de la tarde como un pájaro de plata, ésa fue exactamente la impresión que tuve. Nunca entendió Darío mi amor por los animales. No tuvo tiempo. Sus múltiples devociones se lo impidieron: muchachos, aguardiente, basuco, marihuana… Una sola de ésas da para una vida, se lo digo yo que de todas he probado y que las he dejado por el amor que digo. Y que quede claro para terminar con este penoso asunto que los demagogos obnubilados tacharán de «racista», que yo a los negros heroinómanos de Nueva York no los odio ni por negros ni por heroinómanos ni por ser de Nueva York, sino por su condición humana. Unos seres así no tienen derecho a existir. O por lo menos no lo tienen a que los siga manteniendo el Social Security mientras nosotros los colombianos, por virtud de Colombia la generosa que nos echó, tengamos que lavar en la susodicha ciudad de mierda los inodoros. Punto y aparte, señorita, y no me le vaya a quitar al párrafo ni una palabra que por la verdad murió Cristo. Siete Desde las terrazas de mi apartamento, con el cielo arriba y Medellín en torno, empezamos a contar (a descontar) las estrellas. "Si es verdad que cada hombre tiene una estrella -le decía a Alexis-, ¿cuántas has apagado? Al paso a que vas, vas a callar el firmamento". Para hacer un cascado se necesita una simple bala más un revólver, y mucha, mucha, mucha voluntad. –El lugar es lo de menos -dijo Santiago. –Te estás convirtiendo en una gran periodista, Reina. –Una cosa -tosió Z. Dolin cashl cashl cashl-. Habrás observado lo que se movió en la torturada memoria de nuestro amigo. F. Alexander. ¿Tal vez, por casualidad…? Quiero decir, ¿tú…? En fin, ya sabes lo que quiero decir. No ahondaremos el asunto. Desde los tiempos de Maricastaña y el maricón Gaviria. Y ojo al que se sentara en ese inodoro: se golpeaba las rodillas contra la pared. Ya quisiera yo ver a Su Santidad Wojtyla sentado ahí. O bajo la regadera, un chorrito frío, frío, frío que cala gota a gota a tres centímetros del ángulo que formaban las otras dos paredes heladas. Y de pronto vos y yo estamos solos en esa calle y vos estás diciendo que hay algo en él, en Santiago, algo que aparece a ráfagas y como a su pesar. Los dos muchachos han desaparecido. Oigo la voz del profesor Urba que habla del trazado original de Córdoba, del plano imposible de setenta manzanas dibujado por Suárez de Figueroa en 1577 Pongan atención, dice, mirándome de reojo. Casi todas las manzanas de ese dibujo están parceladas. Sólo once no han sido divididas en absoluto: la de la Plaza Mayor, que representa el Sol, y otras diez, diseminadas en distintos lugares del plano de manera que forman, alrededor de la plaza, una elipse donde cada manzana completa corresponde a un orbe del sistema solar de tal modo que la Tierra con su luna, Marte, Venus y el resto de los planetas ocupan el exacto lugar que les corresponde en el cielo.Verbi gratia,Mercurio viene a caer en actual manzana del Convento de la Compañía, y Plutón, el último, en la última manzana del oeste, sobre la calle Juijuí. Lalo nos hace señas con la mano desde su auto. El astrólogo agrega que, sin embargo, ese damero misterioso no sólo habla del espacio celeste, sino también, y quizá sobre todo, del tiempo. No se me distraigan. Casi todas las manzanas de la ciudad original están parceladas en cuatro partes. Sólo tres lotes fueron divididos en tres parcelas; están dibujados en lo alto del plano y parecen rotar al borde de un cuadrilátero de doce manzanas de perímetro que simboliza los doce meses del año. El primer mes, enero, es naturalmente la Plaza Mayor y, contando en el sentido de las agujas del reloj -alegóricamente, en el sentido del tiempo- marzo, agosto y diciembre coinciden justamente con esas tres manzanas. Marzo, agosto, diciembre: el Tiempo Absoluto de los antiguos. Por no abundar, el total de parcelas de la ciudad suma doscientos veinte.¿Osea? El número de millones de años que tarda el Sol en girar alrededor de la galaxia, dice suspirando el profesor Urba, lo que no sería nada si el mapita, además, no estuviera misteriosamente orientado al revés, con el norte hacia abajo y con el imperioso dibujo de un monolito como una flecha que en laPlaza Mayor, apuntando a lo alto, señala el sur. Orientación rara en un mapa, pero mucho más rara e inquietante en el plano de una ciudad que trazó un europeo, por más vasco que fuera, junto al astrólogo caminan Verónica y la señorita Cavarozzi. Santiago, solo, va un poco más adelante. ¡El sur!, repite el doctor Urba, el exacto lugar del cielo donde a medianoche, en tiempos de la fundación, debió estar la constelación del Can Mayor, el símbolo más estremecedor de toda la antigüedad porque allí reina la más brillante estrella de la esfera celeste, Sirio, el punto cardinal de la ruta de iniciación que cruzaba Europa, puerto místico de los peregrinos de Compostela, en fin, la dirección secreta de la ciudad secreta que soñaron el enamorado Jerónimo y su arquitecto vasco. El astrólogo deja de hablar. Lalo sigue haciéndonos señas con la mano. Veo la cúpula del Observatorio y un laberinto de calles que suben y que bajan. Como si la tarde hubiera pegado una vuelta sobre sí misma y algo estuviese por ocurrir de otra manera. Corto una hojita de un cantero y la dejo caer. Santiago, más adelante, está mirando una ramita dorada y, después de titubear un segundo, se acerca a Verónica y se la da. Ella lo mira fijamente. Bastián se agacha a recoger algo, un trébol, tal vez. Hasta la gente como Bastián hace estas cosas… Y cual impulsada por un resorte de colchón se levantaba disparada de su mecedora y en medio del zangoloteo entonaba el Magnificat: «Glorifica mi alma al Señor y mi espíritu se llena de gozo al contemplar la bondad de mi Dios y Salvador porque ha puesto la mirada en esta humilde sierva suya…». Nosotros nos atacábamos de risa, balanceándonos felices en el columpio cósmico. Una bandada de loros cruzaba volando sobre las palmas, y luego pasaba por la carretera una recua de mulas. Y sigamos con los muertos, que es a lo que vinimos. Pues que vamos por Junín abajo mi niño y yo, y que de entre la chusma va saliendo El Difunto a manifestarnos que: Cabizbajo, como disculpándose por existir, Darío se hizo a un lado para que pasaran. Nunca lo sentí más perdido en esta vida ni más cerca de mi desastre. Su desconcierto se sumaba al mío, su fracaso al mío. Por lo menos papi se había muerto sin saber que él estaba contagiado de sida… Ves al guardián y a una mujer salir de la casa, aferrándose las ropas y chillando como cerdos. Ves el disco blanco del sol en el cielo liquido y sentís que todo está bien, Camargo. Volvés a sentirte limpio como en el día que naciste, cuando todavía nadie te había abandonado. –Estás cambiando de tema. Y, además, a quién necesitas; no a mí, sino a un perfecto desconocido que llegó anoche, a un tipo que a lo mejor no tiene nada que ver conmigo. –Lo que pensamos que usted haría, doctor. Parar la tirada. Todavía estamos a tiempo de que la noticia llegue en primera página a los kioscos de la capital..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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